Añoranzas, Por Elías Prieto Rojas
News Press Service.
Esos ojos cuando miran son el mar que diviso a la distancia; una profunda oscuridad iluminada por miles de estrellas; y esos labios me susurran melodías como un cisne azul en medio de la niebla; y ese rostro que como un destello de luz anuncia la mañana; eres el atardecer, eres la brisa; son tus manos, nubes viajeras pintando el color exacto de la tarde: una mezcla y dibujo de sueños dorados en la pradera infinita de mi triste vida; eres mi alegría, mi canto y mi ternura; y como los peces, tu recuerdo entre las olas inunda de sol la tenue mirada de la luna; cristal de fuego que titila en mis fantasías, como si fuesen un jardín de rosas, dalias y jazmines… y aunque tu melancolía, propia del valle y sus montañas, inundan de sensibilidad mis angostos caminos, mi amor se crece… has de saber que cuando te escucho nunca muero, y cuando te miro renace en mí la esperanza por vivir, paloma mía: ¿Quiénes modelaron tus angustias y quiénes te llevaron al cadalso? Porque y aunque tu liviano y hermoso cuerpo sucumbió por ser naturaleza frágil, no morirás, porque tu espíritu vive en nosotros; y porque siempre cuando te recordamos, una estrella en lo alto del cielo nos dice que tú sigues iluminando nuestra débil barca llena de abrojos y de piedras. Dulce chica, el cine te inmortalizó y nosotros profundos seres creados por el barro y ceniza de nuestros antepasados, hoy te decimos: debes seguir viviendo para bien de la raza humana.
Y LA PRIMERA VEZ QUE LA VI ME ENAMORÉ PARA SIEMPRE
Ahora pienso detenerme por un momento, tal vez porque el cansancio ha llegado a mis puertas, pero es claro que necesito, sino dormir, al menos, celebrar, hablar, o contar, acerca de esos nuevos amores que encuentra uno a diario por el camino, y sobretodo en estos momentos aciagos donde el encierro puede obnubilar el buen juicio. Mirando en retrospectiva la cuestión: creo que la juventud, o cualquier hombre del común, estaría enloquecido por ella, por su belleza, por su glamour, o por lo fundamental: su carisma, ese mismo talento que enloquecía, o que dejaba perplejo a cualquier hombre, creyente, o así no lo fuera: “gracias Dios Mío, por ese ángel que ha venido a visitar, a estos sus humildes mortales”. Porque así era: un ángel, porque mientras otras arañaban la gloria, por supuesto que con su belleza y sus temperamentos de estrellas, ella era una enviada del cielo, y con eso basta. Las demás, no, y perdonen, pero son tal vez los celos, y ahí sí uno se vuelve demasiado egoísta. Y hasta sin proponérselo. De gratis, dirán algunos. Ella es alta, bueno, al menos, eso creo yo. Lo digo al extasiarme admirándola en sus películas. Nariz perfecta, rubia, ojos de ensueño, cejas dulces como dijera el poeta Eduardo Escobar. Labios llenos de un deseo juvenil que al estampar un beso, estoy seguro que el afortunado, que alguna vez recibió una de sus caricias, así fuera fingida, y por motivos del libreto, tuvo que ser un elegido. Yo lo soy, al menos en mis sueños… Sus senos, para la época, grandes, pero no por eso menos provocativos; y luciendo una ropa exquisita, en su diseño, sus colores, su buen gusto y su aire de Reina, por lo que no me asombra que miles, millones de seres sobre la tierra, la idolatren. Yo soy uno de ellos. Y no me voy a quejar como otro de mis poetas consentidos, quien alguna vez dijo que todo lo bueno nos llega tarde, porque la verdad, ahora mismo y no me importan los años, estoy y seguiré enamorado de ella hasta que me muera. Y no me cansaré de verla, ni de seguirla, ni de ver sus películas, y lo mejor: no dejaré de admirarla, ni de amarla, así tenga que dejar lo más valioso que posea cualquier humano… No sé de dónde es, o de pronto sí… es gringa (¿por qué utilizar ese destino, si como Reina es universal?). Ella sonríe, se cambia de color, respinga su nariz, cierra sus ojos, enloquece; cómo mira, camina, habla, se expresa, y se contonea; es un ángel, de nuevo lo repito. Mañana, o cualquier día; ayer, hoy y siempre, debo confesar ese amor; y de seguro que alguien, o el mundo me comprenderá; pero tengo miedo; confesar ese amor me costará; tal vez la única magia signifique que al recordarla, seguirá siendo mía, para mí, sólo. Pero nadie debe saber de quién estoy enamorado. Seguiré dando señas, pistas, bajaré, subiré escaleras; iré a otro país, o estaré en cualquier ciudad, pero siempre la seguiré pensando. Sé que ya no la puedo hallar viva, y ya no podré buscarla en cualquier lado. Ni en mi pueblo, ni en mi casa, pero, y escúchenme de nuevo: la volveré a ver en sus películas, en su cándida mirada, en sus labios de fuego; también en su dolor, en su tristeza, en su canto desesperado… con mis versos trataré de redimirla ante una sociedad que jamás le perdonó ser tan etérea, tan leve; porque fue una brizna, una llamita al viento, y fue esa misma llamita al viento la que un día cualquiera la apagó: una brutal dosis de barbitúricos acabó con la más grande diva que pudo haber hecho el cine. Y se fue, y ahora millones de seres la reverenciamos. Yo soy uno de ellos. Y por respeto jamás revelaré su nombre. No quiero que mis labios manchen su virginal encanto. Hasta luego Diosa, un hombre acá en la tierra llorará por ti eternamente. 7. VIII. 20. Elias Prieto Rojas