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Banco Mundial
Por Axel Van Trotsenburg
Hace unas semanas, la comunidad internacional acordó un paquete de financiamiento sin precedentes por un monto de USD 93 000 millones para los países más pobres del mundo. Este apoyo se entregará a través de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial durante los próximos tres años, a partir de julio [de 2022].
Se trata de la vigésima reposición de recursos de la AIF (AIF-20) y es, por lejos, la más cuantiosa en los 61 años de historia de la institución. Cabe preguntarse entonces, ¿por qué la AIF es el fondo de preferencia en el ámbito del desarrollo internacional, incluso en estos tiempos de dificultades presupuestarias? Creo que se debe a cuatro características clave.
En primer lugar, la AIF tiene un modelo de financiamiento único. Con una solidaridad impresionante en un momento de inmensas necesidades mundiales, una amplia coalición de países de ingreso alto y mediano de todo el mundo se comprometió a aportar USD 23 500 millones. La AIF utiliza un modelo de movilización de financiamiento único que combina las promesas de los donantes con los fondos que recauda en los mercados de capital, junto con los reembolsos y los recursos propios del Grupo Banco Mundial. Esto significa que cada dólar que contribuyen los donantes se transformará en casi USD 4 en financiamiento de la AIF para los países más pobres.
En segundo lugar, la AIF proporciona asistencia integral a gran escala. A lo largo del tiempo, la AIF ha sido sistemáticamente un custodio extraordinario del dinero de los contribuyentes. Proporciona recursos flexibles en condiciones concesionarias a los 74 países más pobres, con el objetivo de llegar al mayor número posible de personas y lograr un impacto para los pobres y vulnerables. Por ejemplo, se espera que los programas de la AIF ayuden a prestar servicios esenciales de salud, nutrición y población a casi 400 millones de personas más en los próximos tres años, y que otros 300 millones de habitantes tengan acceso a programas de redes de protección social.
En el marco de cada reposición, los países prestatarios y donantes examinan de nuevo los aspectos en los que la AIF está marcando una diferencia y analizan de qué manera la institución puede hacer más. En el caso de la AIF-20, se incluyen compromisos de políticas ambiciosos en áreas que abarcan desde la salud y la educación hasta la creación de empleo, la infraestructura digital, la igualdad de género y la asistencia a las personas con discapacidad. La AIF intensificará además el apoyo en lugares que enfrentan situaciones de fragilidad y conflicto, y en aquellos que reciben a refugiados. Mediante su trabajo intersectorial, la AIF seguirá ayudando a los países a fortalecer sus instituciones y servicios públicos, y a mejorar la gestión de la deuda pública.
En tercer lugar, el apoyo de la AIF ha sido fundamental durante la crisis de la COVID-19. La AIF ayuda a los países más pobres del mundo a enfrentar las crisis, mitigar los impactos en los pobres y vulnerables y crear resiliencia. Este tipo de apoyo es indispensable ahora, tanto cuando los países abordan los retrocesos en el desarrollo provocados por la COVID-19 como cuando sientan las bases para una recuperación más ecológica, inclusiva y resiliente.
Desde el principio, reconocimos que la pandemia causaría dificultades en una escala sin precedentes: hoy, 100 millones de personas más han caído en la pobreza extrema en todo el mundo. También comprendimos rápidamente que con la distribución anticipada de los recursos de la AIF se lograría el mayor impacto en los países necesitados. Si bien la AIF suele asignar sus recursos en ciclos de tres años, la crisis exigió aumentar el apoyo con mayor rapidez y a mayor escala. Agradecemos que los países donantes y prestatarios acordaran concentrar los recursos en los primeros dos años del ciclo de la AIF-19 y adelantar un año las negociaciones de la AIF-20. Desde que comenzó la crisis, la AIF ha proporcionado más de USD 65 000 millones en créditos en condiciones concesionarias y donaciones para una respuesta amplia a la COVID-19. Aproximadamente la mitad de estos USD 65 000 millones, se destina específicamente a los esfuerzos de respuesta a la COVID-19.
«Se espera que los programas de la AIF ayuden a prestar servicios esenciales de salud, nutrición y población a casi 400 millones de personas más en los próximos tres años, y que otros 300 millones de habitantes tengan acceso a programas de redes de protección social».
La AIF está ayudando también a los países más pobres a adquirir y distribuir vacunas contra la COVID-19 , y ya ha entregado USD 3900 millones en financiamiento para vacunas a 50 de los países más pobres. Sin embargo, en la mayoría de los lugares, los procesos de vacunación solo pueden ser exitosos si ayudamos a crear más capacidad en los sistemas de salud. De ahí que la AIF entrega ayuda a los países a acceder a equipos esenciales para hospitales y laboratorios, establecer cadenas de frío y sistemas de apoyo logístico clave, capacitar a profesionales de la salud e informar a las comunidades locales para ayudar a comprender y combatir las dudas sobre las vacunas.
Inversiones como estas tienen beneficios que van mucho más allá de la pandemia actual. A más largo plazo, ayudarán a los países a combatir otras enfermedades, prepararse para futuras emergencias sanitarias y prestar servicios de salud de rutina a muchas más personas pobres y vulnerables. Y esto me lleva al cuarto punto.
En cuarto lugar, incluso durante una crisis, la AIF respalda objetivos a largo plazo. Las virtudes de la AIF se derivan de su visión de desarrollo a largo plazo y sus resultados constantes para ayudar a los países a alcanzar sus objetivos. Si bien la necesidad más inmediata durante la COVID-19 ha sido salvar vidas, el apoyo de la AIF también ha ayudado a ampliar las redes de protección social, preservar el empleo y las empresas y acelerar la planificación para volver a la senda de crecimiento sostenible.
El paquete de apoyo por un monto de USD 93 000 millones implicará que, a medida que los países se recuperen de la COVID-19, los ayudaremos a recuperar el terreno perdido en educación, salud y otros sectores fundamentales para el progreso a largo plazo. Y una gran prioridad de la AIF-20 es intensificar la acción climática en los países más pobres, que contribuyen muy poco a las emisiones y, sin embargo, se enfrentan a muchos de los peores impactos del cambio climático.
La reposición exitosa de la AIF es un recordatorio importante de que la comunidad internacional puede unirse en solidaridad con los países en desarrollo. Sobre la base de esta solidaridad, la AIF puede continuar brindando una ayuda crucial a sus clientes, tanto para enfrentar la crisis como para recuperar el rumbo del desarrollo . La AIF hace posible una labor internacional conjunta para apoyar a los países más necesitados. Juntos, podemos ayudarlos a salir de la pandemia, a crecer de manera más inclusiva y sostenible, y a mejorar las vidas de las personas más pobres y vulnerables.