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Por Elías Prieto Rojas
No vamos a hablar de la risa diabólica, o de aquella que castigaba la santa inquisición. No. Ese no es el motivo de esta nota. Ni de terror, porque, aunque cierta risa malévola, asusta a los niños, o hace que los adultos se orinen en los pantalones, también hay risas que se convierten en sustos, y bien verracos: que paran el corazón de los mayores, y hasta se ensucian, por no utilizar un término vulgar. De ninguna manera. Vamos hablar de la risa como antídoto, o remedio, o de aquella que ayuda a combatir las arrugas, o la digestión, o de la misma que hace la vida divertida, y que nos ayuda a combatir sinsabores. La risa, es un misterio. Y se sigue burlando del ser humano, porque nadie, ni los científicos más investigadores han podido dar con el chiste. En épocas pretéritas se decía que la risa era “la peor contaminación de la boca”, porque en aquel entonces –en la edad media- el cuerpo significaba, pecado; engendro del mal. En cambio los espíritus atormentados privilegiaban el silencio. Y definirla, es harto difícil. La risa, alguna vez lo leí, es un puente que une la realidad con lo absurdo. O al revés, como usted quiera, o le guste. Pero puente, al fin y al cabo. Y Tom y Jerry, historieta y película. Con tantas pilatunas y asonadas y emboscadas, ya se me perdió la cuenta: ya no sé si reír, o llorar, luego de ver los miles de encarnizados combates del gato y su ratón. Lo cierto es que los únicos que ríen, eso dice la ciencia, son los humanos, aunque también otros defienden, y aseguran, que también nuestros primos, los monos, y dizque las ratas también ríen. Yo no sé… cuando alguien se tira una ventosidad, o hace demasiada fuerza, ahí qué… no utilizo el término vulgar, porque ahí si la cago; se me salió y yo que puedo hacer, si también soy humano. O le atraviesan una pierna, o ante la zancadilla, la gente ríe, y para completar el pobre hombre al narrar, y ante sus atónitos escuchas, su desventura, suelta su vermífugo: “Y me fui de jeta”; que vaina; es importante utilizar bien el idioma, eso dice mucho de su educación. Y entonces otros se lo pueden gozar como la chica cuando se asusta con un ratón de goma y otros se juagan de la risa… Y Hassam con su grupo “Chimbilá”, que llama a su percusionista “Autogol”, porque lo hicieron sin querer. Y ojo, no le haga cosquillas a un desconocido porque de pronto le cae encima y con el perdón suyo, pero antes de la pandemia les voy a referir una anécdota que me sucedió en un colegio oficial de Chía. La rectora hablando ante cien padres y cuando uno de ellos le dice que “¿cuánto tiempo se demora la reunión?, porque debo irme pronto, o si no pierdo mi trabajito… la hermosa y bien nutrida directora se queja ante su auditorio y con puro sarcasmo e ironía, por decir lo menos, soltó una famosa frase que todavía hace carrera en el plantel educativo e hizo totear de la risa a sus interlocutores. Esto dijo la bella representante de los educadores: “Yo no sé por qué al referirnos a las actividades propias de la vida, siempre lo hacemos utilizando diminutivos… que la casita, el trabajito, la comidita, el recuerdito… a mí me gusta hablar con aumentativos… por ejemplo anoche disfrute de un polvazo, como nunca lo había sentido”… el auditoria estalló en carcajadas y como se dice popularmente, que no se hablé más, porque si no esta notica se alarga y ahí si la risa, para más de uno, se puede convertir en llanto…
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