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En los últimos años, hemos vivido un auge de teorías apocalípticas a cada cual más disparatada. Y, sin embargo, ha sido una pandemia mundial lo que ha provocado que todas las alarmas saltaran y que nos viésemos obligados a suspender momentáneamente el modo de vida que llevábamos.
La crisis del coronavirus nos ha servido para entender que no somos omnipotentes y que ni mucho menos tenemos el control sobre todo lo que nos rodea. No hace falta que ocurra una invasión alienígena o caiga un meteorito: tan simple y microscópico como un virus puede poner todo ‘patas arriba’.
¿Qué pasaría si de verdad el ser humano se extinguiera? Lógicamente, esto no podría ocurrir de la noche a la mañana salvo que un meteorito chocase contra nuestro planeta como defienden muchos teóricos sobre el fin de los dinosaurios. En cualquier caso, nuestra existencia en la Tierra es apenas un suspiro si la comparamos con la del resto de especies y el tiempo estelar.
Los fallos en refinerías y plantas nucleares quedarían descontrolados sin supervisión humana. Habría muchos incendios
Uno de los autores que más han reflexionado sobre esta remota (pero no tan loca) posibilidad es Alan Weisman, quien escribió un best-seller dentro del mundo de la ciencia especulativa titulado ‘El mundo sin nosotros’ publicado en 2007.
A lo largo de varios años, el escritor entrevistó a multitud de expertos para responder a la pregunta capital que a todos nos ha pasado alguna vez por la cabeza: ¿qué le sucedería a nuestro planeta, y por ende a nuestras ciudades, industrias y bosques si los humanos desaparecieran por completo?
Ríos en las ciudades
Según Weisman, las metrópolis serían uno de los primeros entornos en notar los efectos de nuestra desaparición. Como es lógico, resulta ser el ambiente en el que estamos inmersos la mayor parte de los humanos desde la primera revolución industrial, por lo que no es de extrañar que a las pocas horas de que nos extinguiésemos todo cambiase de repente. Lo hemos visto en pequeñas dimensiones con la crisis del coronavirus: al vaciar las calles momentáneamente, contemplamos escenas en las que los animales campaban a sus anchas por los lugares más hiperpoblados.
Durante los inviernos, las aceras se agrietarían, haciendo nuevos nichos para que las semillas de los árboles echen raíces
«Los metros de las grandes ciudades tardarían una media de 36 horas en inundarse», asegura Weisman en declaraciones recogidas por ‘Live Science’. «Sin gente que hiciese funcionar las bombas que llevan el agua de las lluvias a las cañerías subterráneas, y el aumento exponencial de estas, los trenes de debajo de la tierra de Londres o Nueva York se inundarían pocas horas después de nuestra desaparición».
Otra de las primeras consecuencias del fin de nuestra especie es la proliferación de incendios por todas partes. «Los fallos en las refinerías de petróleo y las plantas nucleares quedarían descontrolados sin supervisión humana», asegura el experto. Del mismo modo, hay que pensar en todos nuestros deshechos y basuras. La mayoría de ellos serían plásticos, que probablemente persistirían durante miles de años con efectos muy nocivos para la vida silvestre y la naturaleza. Seguramente, si en unos cuantos miles o millones de años hemos desaparecido y por fin se dignan a aparecer aquellos seres estelares que siempre aparecen en las narraciones de ciencia ficción de nuestra época, se encontrarían nuestras bolsas de plástico como legado de nuestra civilización.
A medida que fueran pasando los meses y años, las ciudades quedarían abandonadas a su suerte y condenadas a su fin. «Las avenidas enteras colapsarían y el agua subterránea anegaría el centro de la ciudad, con las calles transformadas en ríos», explica Weisman. «Durante los inviernos sucesivos, las aceras se agrietarían, proporcionando nuevos nichos para que las semillas de árboles echen raíces que luego y de forma gradual irán creciendo hasta desmembrar las aceras y carreteras. Lo mismo sucedería con los puentes».
La llegada de la ‘megafauna’
¿Cómo afectaría a la fauna que nos esfumásemos del planeta Tierra? Al igual que en los tiempos en los que todavía no habíamos colonizado el mundo y llegado a todas partes, los animales serían los auténticos reyes del ecosistema. «Efectivamente, antes solía haber animales gigantes en cualquier parte, y sin nosotros, volverían a ser monumentales», explica Søren Faurby, experto en macroecología y macroevolución de la Universidad de Gotemburgo en Suecia, a ‘Live Science’. Sus investigaciones apuntan a que sería el centro de Estados Unidos y algunas partes de América del Sur las zonas más ricos en esta especie de ‘megafauna’, como él lo llama.
Los niveles actuales de dióxido de carbono podrían tardar miles de años en eliminarse de la atmósfera si la extinción fuera hoy mismo
Sin los seres humanos, ¿cuánto tiempo tardaría la Tierra en recuperar esa biodiversidad que nosotros con nuestra industria hemos desequilibrado? El equipo de Faurby estima que tendrían que pasar «entre tres y siete millones de años para volver a la línea de base anterior a la extinción», según reconoce Jens-Christian Svenning, colega del investigador sueco.
Aunque el planeta volviese a contener mucha biodiversidad y la vegetación ganase la partida, habría que contar con los efectos del cambio climático, el cual no deja de ser otro de nuestro legado al futuro, junto con las ya mencionadas bolsas de plástico. El impacto de este sería muy difícil de ponderar, ya que habría explosiones en plantas industriales o expulsiones de petróleo que continuarían calentando al mundo mucho después de nuestra partida, expulsando gases de dióxido de carbono a la atmósfera que quedan atrapadas por el efecto invernadero.