News Press Service
Por Elías Prieto Rojas
«Todo» comenzó un 24 de diciembre sobre las 12 de la noche, en el instante mismo de los regalos, porque a esa hora despertó y vio a los pies de su cama el anhelado balón de fútbol con el cual, años más tarde, se pasearía victorioso por todas las canchas del mundo. Fijamente se quedó mirando la redonda. No lo podía creer. Ahí a la mano la tenía. Quiso salir a la calle a mostrarle a sus amigos la joya que tenía en su casa, pero los ruidos y el tumulto de los vecinos hizo que desistiera. Se volvió a dormir. Al otro día se despertó sobresaltado y al sentarse a la mesa fue la fiel Agripina quien lo escuchó con atención. Hilario le contó que había tenido un sueño donde observó decenas de personas, jóvenes, sobre todo, que iban de un lugar para otro con un gran trofeo, y fue ahí cuando y sin advertirlo, oyó detrás la voz de Eucario, su primo, quien le ladró: “Claro, mi compita, es el equipo Millonarios quien se coronará por décima ocasión campeón del fútbol colombiano”. Y soltó el primo una carcajada que como Flash irrumpió veloz por todos los continentes. Si. El equipo embajador, el Ballet azul, el conjunto que alguna vez fue designado el mejor equipo del mundo iba a ser coronado campeón de la liga colombiana. Transcurría el año 1972. Una delantera imparable: Alejandro Brand, Willington Ortiz y Jaime Morón. Un triangular de espanto con el Deportivo Cali y el cuadro Tiburón. La Ciudad Capital y también en la Sultana y en la Arenosa ardían las expectativas. Las emisoras con sus más destacados comentaristas arengaban a las multitudes. En Bogotá, El Tiempo y El Espectador regaban ríos de tinta y papel celebrando el favoritismo del onceno azul. Iván Mejía Álvarez, ácido crítico del fútbol y de los equipos colombianos, vivía convencido, una vez más, de la magia del Millonarios de aquel entonces. Al prestigioso comunicador se le escuchó sustentar en uno de sus programas radiales que el onceno albiazul tenía una de las delanteras más temibles de toda la historia del rentado nacional. Hacía lo mismo, casi que, con las mismas palabras, otro periodista notable, insignia del periodismo deportivo colombiano: Hernán Peláez Restrepo quien argumentaba por esos días que con ese equipo Millonarios estaba para jugar con el rival que fuera, en cualquier cancha del mundo. Los comunicadores rivales intentaban hacer lo mismo con sus equipos, uno de ellos Marino Millán, en El País de Cali, y por supuesto, también El Heraldo de Barranquilla con su estelar Edgar Perea y su combo, quienes siempre dijeron que “Junior es tu papá” al referirse con aires despectivos al inmortal Millonarios.
En la Atenas Suramericana, antes del partido, y en esa final del 72, en las inmediaciones del estadio, el palacio del colesterol vendió ese día todas las morcillas, papas criollas, costillitas de res, carne a la llanera, guacamole y las demás viandas que prepararon entre otras, Doña Francela, la amiga de su madre, me refiero a la de Hilario. El Campin, el templo de la 57, en sus graderías, cancha y el mismísimo reloj del estadio, a todos estos elementos se les hizo aseo. La Billos Caracas Boys estrenaba su popular canción: Millonarios será campeón. “Y con Segrera, Villano y Gómez y con Segovia, Chonto y González, Millonarios será campeón, Millonarios será campeón”. Apartes de un himno que ha sido escuchado y famoso en los cuatro puntos cardinales del planeta. Y prosigue su inspirado acento: “Y ya podemos cantar el gol con Alejandro, Ortiz y Morón. Millonarios será campeón, Millonarios será campeón. Y con Ochoa nuestro gran doctor, ya les haremos un gran favor, Millonarios para todo el mundo” … canción insignia que puso en la gloria para siempre al más popular de los oncenos patrios.
Cada año que pasaba los sueños asaltaban a Hilario. Y eran en colores, porque la psicología dice que cuando se sueña en colores los matices de la vida se aprecian mejor, son más significativos. Por eso, se goza más, se disfruta más, se sonríe más; sólo que el sueño de ver coronar a su equipo amado pocas veces se hacía realidad. Para este momento, año 76, del siglo XX, ya eran millones los hinchas del azul que pujaban a diario, siempre creyendo en la construcción de un equipo perfecto. Porque también Hilario soñaba a cada rato –siempre en colores- en la invencibilidad: un combinado que nada lo destruyera, un equipo que sometiera a todos sus rivales. Un conjunto superior, de otro planeta; aunque, y para su tristeza, Millonarios, las más de las veces, decaía, no clasificaba, perdía. A pesar de contar con eximios jugadores.
En medio de las frustraciones deportivas, Hilario consideró que podría existir una solución. Y estudiaba los motivos que impedían la coronación y el infortunio del Ballet Azul. Y se empecinaba en discutirle a su madre (ella le señalaba el poco entusiasmo de los jugadores), y también ella le criticaba su excesivo amor por el equipo. Y fueron demasiados los factores que incidieron para que Hilario, con el alma rota, se propusiera, algún día, salvar al equipo.
Pasaron demasiados años. Año 2023. Primer semestre. El equipo amado, su glorioso Millonarios, el equipo de Hilario y de millones de hinchas regados por todo el mundo, disputará con el Atlético Nacional la final del fútbol colombiano. Primer semestre. Son dos partidos. El cotejo de ida ya se jugó. En el Atanasio Girardot. Un pírrico empate allí, al cero, el verde no pudo ganar. Maclister y Cataño de los azules hicieron una jugada de antología: dos tacos de miedo entre los escombros de la defensa nacionalista y los de Medallo más perdidos que el político Armando Benedetti dando explicaciones para salvar su pellejo: Tiro en palo. Y otro más… Cómo se dice en el argot de los vendedores de empanadas, y de tintos, y los emboladores de la patria: “los verdes la sacaron barata”.
Segundo partido. Final. Todas las boletas fueron vendidas. No le cupo una colombina al estadio. Pusieron pantallas gigantes, tanto en Bogotá como en Medellín. Las dos ciudades están convulsionadas. Se respira fútbol.
El cotejo, como todas las finales estuvo frío, pausado. Pocas escaramuzas. En el minuto 32 del primer tiempo una descolgada de Danover Banguero, extremo nacionalista, de un solo toque, desde el borde izquierdo del área, la sirvió exquisita, nítida, precisa al corazón del área, y allí como un disparo letal en toda la cien, Jefferson Duque la incrustó como venía en la portería azul. Uno a cero, Nacional arriba, desconcertado Millos.
Ya para el segundo tiempo el Ballet Azul hace un cambio. Ingresa “el amuleto” Jader Valencia. Y los azules recuperan la sintonía. Y fue así como en medio del entrevero, y por entre un bosque de piernas, corazones, ojos, cabezas y pies, uno de los defensas azules, Andrés Llinás con la rebeldía propia de la juventud y ante 40.000 asistentes y fanáticos azules que disfrutaron del mejor espectáculo del mundo, el monito ojiazul (porque en Colombia no sólo hay indígenas, a los que quiero y respeto mucho), con un zapatazo dentro de las cinco con cincuenta, y pensando sólo en su equipo amado, la mete como un misil dirigido a Rusia; el partido empatado.
Uno a uno.
Y terminaron los 90 minutos del cotejo en medio de truculencias de los verdes. Jugadores que iban a entrar y no ingresaron al terreno de juego. Órdenes que iban y venían entre el técnico Autori y sus jugadores. Contradicciones y perogrulladas como que los futbolistas paisas en el terreno de juego no fueron informados de cuáles eran los que salían, etcétera: unos hacían amagues de salir y los otros queriendo entrar…
Penales.
Así se definió el campeón de la liga colombiana de fútbol, versión 2023-I.
Se inicia la tanda de cinco penales. Dorlan Pabón de los antioqueños, jugador brillante como quiera que fue varios años designado el mejor jugador extranjero de los que han trabajado en Méjico… la botó a las nubes. El amuleto Jader Valencia por los azules también la envió al firmamento. Y luego uno y el otro, errados… expectativa, comezón de uñas… y le tocó el turno para definir a Larry Vásquez, azul, de la cantera del equipo bogotano, y entonces en el momento del disparo el joven albiazul pensó en su padre, en su madre, en su familia, en los hijos, en la señora, en los millones de hinchas que pululan por todo el mundo, orgullosos de su sangre azul.
Gol de Vásquez, gol de Vásquez, gol de Vásquez, Millonarios es Campeón, Millonarios es Campeón. Millonarios es Campeón.
En el aire retumbó la canción de la Billos Caracas Boys. Y allende las fronteras, el mundo está feliz. Millonarios seguirá siendo Campeón…
Hoy, en su casa, Hilario llora de emoción. Es otro millonario, no tan sólo por seguir a una casaca triunfadora, sino porque Dios le ha concedido fortuna. Ese hombre que ha estado presente en los mejores estadios del mundo: La Bombonera, El Santiago Bernabéu, Wembley, Maracaná, entre otros, y que anoche estuvo en el templo de la 57, en el estadio Nemesio Camacho El Campin, viendo triunfar a su equipo amado, ese mismo hombre hoy le ha prometido a este cronista invertir, en medio de sollozos, sus millones de euros en el equipo de sus amores, pero también en el equipo de sus dolores…
El aire de Bogotá a pesar de ser uno de los más contaminados del planeta, hoy domingo amaneció puro, cálido, con demasiado oxígeno…
Millonarios es el campeón del fútbol colombiano, versión 2023-I. una nueva estrella, la 16, adorna el escudo de Millonarios.
Domingo, 25 de junio de 2023.