
El monarca más rico del mundo es también uno de los más extravagantes y polémicos: en lugar de limitarse a conservar lo heredado, el rey ha impulsado desarrollos urbanísticos, centros comerciales de lujo y proyectos residenciales que han multiplicado el valor de esos activos.

News Press Service
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Hoy en día, muchas casas reales luchan por justificar su existencia con gestos de cercanía, transparencia y austeridad. Pero hay un monarca que parece vivir en un universo aparte.
Se trata de Maha Vajiralongkorn, o Rama X, actual rey de Tailandia. Desde que accedió al trono en 2016, tras la muerte de su padre, no ha dejado de acaparar titulares por motivos que poco tienen que ver con la diplomacia o la gestión política.
Rama X es, según algunas estimaciones, el rey más rico del mundo. Su fortuna, valorada en al menos 43.000 millones de dólares, incluye una colección difícil de igualar: 17.000 propiedades inmobiliarias, 38 jets privados, más de 300 automóviles de lujo —entre ellos, varias ediciones limitadas de Rolls-Royce y Maybach— y 52 barcazas reales, recubiertas en pan de oro, utilizadas en ceremonias fluviales ancestrales.
Una combinación tan extravagante como simbólica: la imagen viva de una monarquía que sigue basando su poder en la tradición, pero que se proyecta con la estética del lujo contemporáneo.
El origen de esta riqueza no se reduce a una cuestión hereditaria, aunque el punto de partida fuera colosal.

El rey Bhumibol Adulyadej, fallecido en 2016 tras siete décadas en el trono, fue durante años una figura profundamente respetada, incluso reverenciada, por gran parte de la población.
Su legado incluía no solo un enorme patrimonio, sino también un capital simbólico que su hijo ha heredado, aunque lo ha gestionado con un estilo muy distinto.
Vajiralongkorn ha demostrado una capacidad notable para diversificar y hacer crecer su fortuna. Una parte importante de sus ingresos procede del vasto patrimonio inmobiliario que posee en Bangkok, donde la Oficina de la Propiedad de la Corona gestiona miles de edificios y terrenos en zonas de alto valor.
En lugar de limitarse a conservar lo heredado, el rey ha impulsado desarrollos urbanísticos, centros comerciales de lujo y proyectos residenciales que han multiplicado el valor de esos activos.
Además, Rama X controla participaciones en algunas de las principales empresas del país, especialmente en sectores estratégicos como las telecomunicaciones, la energía o la banca. Su influencia en la economía tailandesa es tan profunda como discreta: rara vez habla en público, no concede entrevistas y mantiene una estricta opacidad sobre los detalles de sus inversiones.

Su vida personal, sin embargo, ha estado lejos de ser discreta. Sus múltiples matrimonios, las apariciones en ropa informal durante estancias en Europa (especialmente en Alemania, donde pasa largas temporadas) y algunas decisiones controvertidas han alimentado la polémica dentro y fuera del país.
A pesar de ello, sigue contando con el respaldo de una institución casi intocable. En Tailandia, las leyes de lesa majestad impiden criticar públicamente a la familia real, con penas que pueden llegar a los 15 años de prisión.
Esta protección legal ha contribuido a mantener su figura en una especie de burbuja mediática, blindada ante cualquier forma de fiscalización.
Pero ¿quién es realmente Rama X?
Nacido en 1952 como hijo único del rey Bhumibol y la reina Sirikit, fue preparado desde pequeño para ocupar el trono. Se formó en academias militares en Australia y Reino Unido, obtuvo el rango de piloto de combate y participó en operaciones de contrainsurgencia con el ejército tailandés.
Su juventud estuvo marcada por una fuerte presencia en la esfera militar, algo que todavía hoy se refleja en sus apariciones públicas, donde suele ir acompañado de altos mandos del ejército.
En contraste con el carisma y la cercanía que proyectaba su padre, Rama X mantiene una relación más distante con el pueblo tailandés. Sin embargo, su figura representa una continuidad institucional en un país donde la monarquía sigue siendo uno de los pilares del orden político.
Tailandia ha atravesado numerosos golpes de Estado, gobiernos militares y crisis parlamentarias, pero la figura del rey permanece en el centro de la vida nacional.
En los últimos años, los movimientos prodemocráticos han cuestionado por primera vez el papel de la familia real, pidiendo una reforma que limite sus privilegios y aumente la transparencia sobre su patrimonio.
Pero el aparato institucional, junto con el control del ejército y una legislación muy restrictiva, ha contenido por ahora esas demandas.