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HUELLAS
Por Gerney Ríos González
El conquistador y explorador español, Pedro Cieza de León, periodista e historiador de la Comunidad Andina de Naciones, llamado “el príncipe de los cronistas hispanos”, perteneció al género de hombres que vinieron a Colombia, Perú y Ecuador, como soldados y a los que el Nuevo Mundo convirtió en visionarios analistas o geógrafos. Con tan sólo 15 años embarcó hacia Cartagena de Indias en el año 1535. Escribió sobre el quechua, la lengua general del imperio incaico. Autor de la Crónica del Perú (1553) que sirvió para conocer la idiosincrasia de la población indígena suramericana.
Cieza de León de paso por Armero-Tolima (1545), fue testigo insular de una erupción del volcán Nevado del Ruíz que describió con lujo de detalles en su vernáculo castellano, al cual, con el transcurso de los años, (1595-1845-1985) no se le puso la debida atención para evitar desgracias de los moradores circunvecinos, las tribus indígenas panches, pijaos, pantágoras, tolaimas, mariquitanes, gualíes, bocanemes, guarinoes, hondas, hondamas, bledos y coloyes. La historia se repitió, la NOCHE FINAL, llegó, el año 1985, un fatídico 13 de noviembre, 30 mil muertos, 15 mil sobrevivientes, la mayor tragedia en Colombia. Catástrofe anunciada, Belisario Betancur Cuartas, presidente de Colombia, hizo caso omiso de mis artículos periodísticos, estaba dedicado a negociar con los narcotraficantes y ratear a Colombia. Mi madre, mi abuela y 70 familiares directos desaparecidos. El Estado no respondió por nada, Se robaron absolutamente todo. Mi huella está en mi rancho, ubicado en la carrera 14 N. 13 – 49, de mi amada Armero.
LENGUA INCA
El quechua, idioma general en las heredades de los Incas. Su imperio era la selva con clima templado. Y la lengua raizal se extendió en toda la parte sur de América, la Nueva España como se llamó en los primeros siglos. Pedro Cieza de León escribió al respecto: “…La cual, lengua del Cuzco, es muy buena, breve, y de gran comprensión y abastada de muchos vocablos, y tan clara que en pocos días yo la traté supe lo que le bastaba para preguntar muchas cosas por donde quiera que andaba”.
El cronista también incursionó en la etimología de las palabras de la lengua quechua y de chacra o chácara, dice lo que sigue: “…No dejaban de tener sus chácaras, (donde se cultivaban cereales, y se criaban cerdos y aves de corral) que es nombre de heredades, donde cogían sus maíces y otros mantenimientos con que sustentaban a las mujeres con toda su demás familia…”.
El destacado literato español del Renacimiento, militar y poeta, Garcilaso de la Vega, refiere en sus escritos a la coca “yerba que los indios comen, la cual no era tan común como ahora (hoy en poder de mafias de narcotraficant en el más fabuloso y millonario negocio mundial, incontrolable por los gobiernos de la Tierra). Porque no la comían sino el Inca y sus parientes y algunos curacas, (gobernantes y hechiceros) a quien el rey por mucho favor y merced, enviaba algunos cestos de ellas por año…”. Garcilaso junto al poeta Juan Boscán, introdujeron al castellano el uso del verso endecasílabo.
El “tupi-guaraní pertenece a la familia lingüística que va de Paraguay y Paraná difundida hacia el sur de América poco antes que Colón llegara con sus expedicionarios; el tupi es una lengua muerta, en tanto que el pueblo paraguayo habla el guaraní y castellano. En el siglo XVI dos jesuitas evangelizadores, Antonio Ruiz de Montoya (1583-1652) y José de Anchieta “el apóstol del Brasil” escribieron el primero “La gramática y su tesoro de la lengua guaraní y el segundo Arte de gramática da lingua mais usada na costa do Brasil. Los religiosos aprendieron para ganar el favor de los milenarios y llevarlos a la fe católica, el guaraní, que les sirvió en su tarea evangélica.
Los libros impresos en 1639 y 1640 por Ruiz de Montoya en Madrid, son el Arte, el Vocabulario, el Tesoro y Catecismo de la lengua guaraní. El Arte, una gramática general endémica, que tiene las ocho partes de la oración, abstracción aplicada a un gran número de idiomas, hechos de hablares particulares, de milenarios que estuvieron en una comunidad y en una geografía. Montoya aprendió guaraní en Asunción, que comunicó con los vivientes de las serranías de Mabaracayú, practicada por años en el Guairá y que conversó con los indígenas en el Paraná, en las costas de Uruguay y en el Itatín, región poblada por las tribus guaraníes conocidas como itatines, de quienes se considera que los actuales paí tavyterá son sus descendientes.
Sin consultar a los verdaderos propietarios milenarios de la tierra, considerados salvajes, en 1750, el Tratado de Madrid de límites entre España y Portugal, al abolir la línea del Tratado de Tordesillas, afectó al Paraguay con la perdida de la provincia de Itatín que fue cedida al Brasil portugués, según el Artículo VI: Desde la boca del Igurey continuará, aguas arriba, hasta encontrar su origen principal, y desde él buscará en la línea recta por lo más alto del terreno, la cabecera principal del rio más vecino que desagua en el Paraguay por su ribera oriental, que tal vez será el que llaman Corrientes… hasta encontrar los pantanos que forman este rio llamados la Laguna de los Xarayes, hasta la boca del rio Jaurú.
En el lenguaje de los aborígenes, guaraní significa guerra. Y este nombre fue aplicado por los españoles a los naturales agricultores que entre ellos se llamaban “ñe engatu o aba´ñe e´” que se traducen por habla del hombre, y habla hermosa. En guaraní la piña o ananás es abacachí, el maíz es abati, jacaranda, árbol, que en Venezuela es pusana; y bucanero de origen guaraní; también cahuín- mentira en Chile; carioca en Río de Janeiro, acutí y pécari, roedor y jabalí indistintamente.
Los siglos han llevado a los estudiosos a intercalar en la lexicografía castellana cientos de voces nativas que ya utilizaban los indígenas americanos antes de la hazaña del Descubrimiento. Muchas otras palabras siguen siendo de es utilidad en los dialectos o lenguas naturales, que sumadas sin que se les de la autoridad académica que puedan merecer. O son americanismos o vulgarismos, los cuales utilizan segmentos de población, que ruedan de boca en boca y que, familiarizados con el ambiente y la rutina, son de general aceptación.
En Colombia, destaca la labor pedagógica y didáctica del desaparecido Instituto Lingüístico de Verano que por contrato con el Ministerio de Gobierno, imprimió cartillas, libros, dibujos del paisaje selvático, rostros de indígenas; tradujo al castellano e inglés dialectos y lenguas, inició a muchas comunidades nativas en la tecnología de cultivos y penetró la civilización conocida a esos grupos humanos que en la propia historia, siempre han sido los convidados de piedra en las oportunidades de vida digna y progreso material.