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En la asamblea de la ONU Ucrania ha sido apoyada, Moscú afirma que no trabaja por percepciones globales.
Alexander Schetinin conoce muy bien la región latinoamericana luego de haber sido embajador en Argentina y México; a través del correo electrónico, el director para América Latina del ministerio de Asuntos Exteriores ruso responde un cuestionario de El Economista.
En México prácticamente no hay debates sobre la guerra en Ucrania; los políticos, la sociedad y los medios muestran desdén. Usted, que dirige el área de América Latina, le interesaría que hubiera más debate?
Estamos abiertos siempre al dialogo. Lo más principal es que tal dialogo se base en la disposición de escuchar todos los puntos de vista. Nadie podrá “anular” Rusia. Nuestro país es la combinación de las etnias, religiones, culturas, tradiciones y concepciones del mundo que se estuvo forjando durante muchos centenarios. Es la civilización única que combina en sí la aspiración a vivir en paz y proteger su propio mundo.
En todo ello estamos muy parecidos a México, así como a otros países de América Latina.
México pidió a India, ONU y El Vaticano mediar en el conflicto Rusia-Ucrania. ¿Fue una propuesta seria?
Ya informamos sinceramente a la Parte Mexicana sobre nuestro enfoque hacia la posibilidad del dialogo político. Prestamos atención a la prohibición categórica del Presidente Zelenski de cualesquiera negociaciones con Rusia. Por eso esta pregunta no debe ser dirigida a nosotros.
Si bien es cierto que América Latina no se ha sumado a las sanciones que han impuesto países de Occidente a Rusia, ¿juega un rol geopolítico en el conflicto?
Para Rusia América Latina y el Caribe tiene su propio valor en el marco de nuestra política exterior. No consideramos la región únicamente a través del prisma de intereses geopolíticos y no quisiéramos que se convierta en el campo de confrontación de grandes potencias. Para nosotros América Latina es la región de la benevolencia política, oportunidades económicas, cercanía cultural y mentalidad muy semejante a la nuestra propia. No tenemos un peso de conflicto histórico que pudiera agravar nuestras relaciones con esta región.
Nuestro enfoque hacia la cooperación con los latinoamericanos es máximamente lógico: no contraponer unos a otros, no crear líneas divisorias y barreras artificiales, no dividir países en “los nuestros y los ajenos”, sino intensificar la interacción en la base del apoyo recíproco, solidaridad y consideración de intereses mutuos. Nuestra cooperación con la región no está orientada contra cualquier Estado, se construye en los enfoques pragmáticos que no llevan en sí cualquier ideología. El mismo valor de la región entendemos como lo que no ponemos a los países latinoamericanos ante el dilema de elegir amigos y enemigos.
A nuestros intereses responde lo que los países de América Latina y el Caribe en su conjunto y unidad en diversidad estén fuertes, políticamente consolidados y económicamente estables. Estamos seguros que todo eso permita agregar más predictibilidad y estabilidad al orden mundial de hoy.
¿Existe presencia militar rusa en América Latina?
A diferencia de Estados Unidos no aspiramos a la presencia militar en América Latina. Respetamos su status de la “Zona de Paz” declarado en el marco de la CELAC.
A propósito, en el momento actual en la región funcionan alrededor de 75 instalaciones con la participación de los militares de Estados Unidos. De una manera oficial el Pentágono reconoce su presencia militar solo en cinco países: Cuba (base de Guantánamo), Honduras, Colombia, Perú y El Salvador. Además de esto, hay unos formatos de la presencia indirecta. Entre tales ejemplos son puestos móviles de vanguardia (Forward Operating Locations, FOL). No es casual que en la politología los llaman “quasibases”.
Tomando en cuenta lo anterior sería más lógico preguntar a Washington sobre la presencia militar en América Latina.
En una reciente votación de la Asamblea General de la ONU hubo un apoyo masivo a Ucrania. ¿Rusia también ha perdido el apoyo de la opinión pública internacional?
No luchamos por la opinión pública mundial. Nuestra lucha es por Rusia, su derecho a un camino de desarrollo independiente, soberano y seguro, por la defensa de nuestros valores, cultura e idioma. Nuestra lucha es por un verdadero mundo multipolar, que atiende a los intereses de todos, y sólo el dictado del “mil millones de oro”, que se considera a sí mismo como el dueño del mundo estableciendo las “reglas” de un orden mundial cómodo sólo para sí mismo.
Sabemos cómo se preparó la votación. Cómo torcieron los brazos de los países, cómo cortaron el proyecto sólo para mantener allí la condena a Rusia. Lean la resolución: el texto es débil. Y no contiene ni una palabra sobre acuerdos y negociaciones. ¿Quizás porque los titiriteros occidentales del conflicto no los necesitan?
Pero incluso en estas condiciones, la lucha por la opinión pública mundial es mucho más matizada que una simple cálculo de votos.
La situación actual ha agudizado un problema mucho más profundo: la crisis del modelo financiero y económico formado tras la Segunda Guerra Mundial, basado en la hegemonía de las instituciones occidentales de gobernanza económica y la dominación del dólar y el euro. El bienestar de EEUU, que se mantiene en una deuda externa cada vez menos manejable, entró en callejón sin salida. Occidente necesita desequilibrar el actual orden económico, político, legal, cultural, de valores y de otros tipos para prolongar su predominio en el mundo.
Muchos empecen a comprender esto. Es la esencia del momento actual.
¿Cómo han afectado las sanciones a Rusia?
Hoy podemos decir con toda confianza que la guerra relámpago de sanciones contra Rusia, con el que contaban los países occidentales, fracasó estrepitosamente. La economía rusa ha demostrado su estabilidad a nivel macroeconómico, en términos de preservar el potencial productivo, y en relación con el cumplimiento de las obligaciones sociales del estado y el mantenimiento del nivel de vida de la población. Es la realidad que reconocen incluso nuestros irreconciliables oponentes occidentales familiarizados con las cuestiones socioeconómicas.
Lo que está sucediendo ha abierto una nueva etapa en el desarrollo interno de Rusia. Las fronteras de nuestro país, su demografía, sistema económico, relaciones sociales y Estados de ánimo, entorno político, actitudes ideológicas y mucho más están cambiando. Rusia está en transición a un nuevo estado cualitativo, cuyos contornos ya han comenzado a aparecer.
En el escenario mundial, Rusia se ha convertido en un país luchador que defiende su soberanía e identidad, luchando por un orden mundial que excluya la hegemonía de un solo estado. Este es un nuevo papel, y Rusia está lista para actuar con éxito en esta nueva calidad.
La clave de la victoria para nosotros es obvia: una evaluación sobria de la situación y las tendencias más importantes, objetivos claramente establecidos, recursos bien asignados y una estrategia estatal bien calibrada.
El Consejo de Seguridad está colapsado. ¿Rusia está a favor del Derecho Internacional?
Nuestra respuesta es inequívoca: sí. Abogamos categóricamente por el Derecho Internacional, la aplicación incondicional y no selectiva de sus normas y principios. La base del Derecho Internacional moderno es la Carta de las Naciones Unidas. Estamos a favor de su estricta observancia. Por supuesto, la ONU es un organismo vivo, necesita ser reformada de acuerdo con las realidades mundiales actuales. Pero el principio pacta sunt servanta – los tratados deben ser respetados – es un imperativo de la vida internacional.
¿Cuál es el problema?
Primero, desde hace cierto tiempo, los países occidentales aspiran consecutivamente a imponer al mundo el concepto de un “orden basado en reglas” en sustitución del Derecho Internacional. ¿Cuál es la diferencia? El Derecho Internacional es el producto de la elaboración colectiva de normas por la comunidad mundial, adoptado de acuerdo con los procedimientos establecidos. Las “reglas” se elaboran por un grupo reducido de países y luego se imponen a los demás. ¿Es democrático? No. ¿Es eficiente? No. Pero permite formar el mundo “conforme a sus propias intereses”, sofocar la disidencia y los principios de considerar diversos intereses en las relaciones internacionales. ¿Es duradero? Tampoco. Y puede surgir la necesidad de modificar las “reglas”, y lo principal – el equilibrio inestable está preñado de explosiones.
Segundo, en las últimas décadas hemos sido testigos del flagrante desprecio de los países occidentales por sus compromisos, tanto políticos como jurídicos. Estados Unidos de facto se retiró de todos los acuerdos bilaterales con Rusia en el ámbito de la no proliferación y el control de armas, bloqueó la aplicación práctica del Tratado START.
Tenemos pruebas documentales de engaño político (ahora se llama “imitación diplomática”) en lo que refiere a no avanzar la estructura militar de la OTAN hacia nuestras fronteras, así como no cumplir por parte de Occidente y Ucrania con los Acuerdos de Minsk de 2015, codificados en el Derecho Internacional por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.
Por lo tanto, la cuestión del apego al Derecho Internacional es una cuestión para nuestros oponentes occidentales. En lo que refiere a Rusia, abogamos por fortalecer las bases existentes del orden mundial, consagradas en la Carta de las Naciones Unidas. Por eso, participamos activamente en las actividades de la asociación informal creada en la plataforma de la Organización Mundial, el Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU, hacemos un llamado a todos, inclusive a México, a sumarse a su trabajo.
Compartimos plenamente la insatisfacción con el nivel de la eficacia de las actividades del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en las condiciones actuales. Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con la opinión de su colapso. Al fin y al cabo, son los mecanismos de la Carta de la ONU que están en su base, incluido el derecho de veto, los que permiten evitar que la situación se desarrolle por el peor guion. Según la acertada expresión del ex Secretario General de la ONU, Dag Hammarskjöld, quien recordó los horrores de la Segunda Guerra Mundial, la ONU no fue creada para llevar a la humanidad al paraíso, sino para salvarla del infierno.
El número de las víctimas civiles crece día a día. Para evitar que siga esto ¿Qué pide Rusia para negociar el cese al fuego?
Deploramos las víctimas civiles del conflicto. Los habitantes de Donbás llevan esta cuenta desde 2014 cuando se opusieron al golpe de Estado anticonstitucional que se dio en Ucrania. En los ocho años previos a la operación militar especial, el número de fallecidos entre los civiles de esa zona llegó a unos 15 mil personas. Quisiera recalcar que eso no provocó ninguna reacción por parte de la comunidad internacional, incluyendo quienes se llaman defensores de los derechos humanos.
Los bombardeos de los barrios civiles, por ejemplo de la ciudad de Donetsk, siguen hasta hoy día con el uso de la artillería pesada y sistemas de lanzamisiles múltiples proporcionados por la OTAN. Y ahora tampoco hay reacción internacional.
En cuanto a la posibilidad de las negociaciones, en este momento existen tres puntos de vista principales.
Los países de Occidente (Estados Unidos, Unión Europea y sus aliados más cercanos) insisten en hablar de la agresión rusa contra una Ucrania “indefensa”, de “condenar” a Rusia en los foros internacionales, así como en exigir una suerte de “indemnizaciones” o “reparaciones”. De facto es un intento de echar a Rusia del sistema actual de relaciones internacionales, de “cancelar” todo lo ruso, incluyendo nuestra cultura y nuestro idioma. Siguen suministrando a Kiev armamentos modernos para continuar el enfrentamiento “hasta el último ucraniano”. Están imponiendo miles de sanciones en contra de Rusia y al mismo tiempo acusando a nuestro país de las dificultades económicas, sobre todo en los mercados globales de alimentos y energía.
Un arreglo político del conflicto lo ven únicamente como derrota estratégica de Rusia, ante todo en el campo de batalla.
Gran parte de la comunidad internacional (incluyendo a la mayoría de los países de América Latina y el Caribe) tiene una postura más racional. A veces les cuesta “aceptar” la admisibilidad del uso del Artículo 51 de la Carta de la ONU, las pérdidas entre la población civil y el cambio de la realidad territorial basada en la voluntad de la población de Donbás, porque muchos de estos países tienen sus propios problemas étnicos y una historia complicada de la formación de sus fronteras nacionales. Se encuentran bajo una presión muy dura de Occidente, incluyendo la amenaza de las sanciones secundarias en la economía y las finanzas.
Sin embargo, la postura de este grupo de Estados se basa en otro tipo de preocupaciones, más que nada relacionadas con el desbalance actual de la economía global y la distracción de los recursos hacia el complejo militar occidental. Están en contra de las sanciones unilaterales ilegales y del suministro de sus armas a la zona del conflicto. La salida del mismo la ven a través de las negociaciones entre Rusia y Ucrania donde se tomen en cuenta los intereses de ambas partes, y están dispuestos a proponer sus buenos oficios sin intereses de fondo.
Es de notar que este enfoque provoca el rechazo tanto de Occidente como de Kiev. No necesitan negociaciones basadas en la situación real “en el terreno”. Las han rechazado primero en marzo de 2022 y después con el decreto del presidente Zelensky en septiembre de ese año. Nosotros abiertamente llamamos a quienes pretenden actuar de mediadores a que se aseguren de eso personalmente en contactos con la otra parte.
Nuestra postura es extremamente sencilla y lógica.
Empezamos a operación militar especial el 24 de febrero de 2022 para poner fin al genocidio de la población de Donbás, garantizar la desmilitarización y desnacificación de Ucrania que ya estaba a punto de convertirse en un campo de operación de la OTAN en las inmediaciones de nuestras fronteras.
Los eventos que siguieron agregaron unos elementos importantes. Nos encaramos con una guerra proxy desatada contra nosotros por los países de la OTAN, misma que se convirtió para nosotros en una guerra existencial en la cual se juega nuestra sobrevivencia como nación. Pretenden tacharnos de todos los ámbitos de la vida internacional. Se realizan atentados terroristas contra nuestra infraestructura, incluyendo el puente de Crimea y los gasoductos Nord Stream. Cerca de nuestras fronteras (y, por cierto, no solo las nuestras) se emplazaron laboratorios médico-biológicos donde se estudia la vulnerabilidad de genotipos de ciertas etnias.
Por ello no es a nosotros a quienes se debe hacer la pregunta sobre el arreglo político. Estamos abiertos a un diálogo que tome en cuenta las preocupaciones de ambas partes y la situación “en el terreno”. No fuimos nosotros quienes empezamos el enfrentamiento armado pero sí lo vamos a terminar.
¿La guerra con Ucrania ha impactado en su cooperación con la región de América Latina y el Caribe? ¿Ya sea en el apoyo con la vacuna Sputnik, desacelerado el crecimiento o provocado una crisis alimentaria en la región?
A pesar de las sanciones antirusas, presión, o en otras palabras, chantaje que Occidente utiliza contra los países de América Latina y el Caribe, el año anterior nuestra exportación sumada a los Estados de la región aumentó en 3.8 por ciento. Crecieron suministros de fertilizantes y productos del petróleo.
En cuanto a la eventual crisis alimentaria, juzgue usted mismo quién está tratando de organizarla. En 2022, Rusia aumentó sus exportaciones de trigo a América Latina y el Caribe en un 48.8%, casi una vez y media. Además, sin ninguna ayuda de la ONU, hemos suministrado 23 millones de toneladas de cereales y 20 millones de toneladas de fertilizantes a los mercados mundiales. Y eso incluye las toneladas de fertilizantes que Occidente bloquea en sus puertos, haciendo caso omiso del «acuerdo de Estambul sobre cereales» logrado con la participación de la ONU. Incluso hemos propuesto que estas cantidades se distribuyan a los países más pobres de forma gratuita. Tampoco se nos permite hacerlo.
En cuanto a la vacuna Sputnik, la primera creada en el mundo, y con la que llegamos de inmediato a los latinoamericanos, sólo en 2021 enviamos 70 millones de dosis a la región. Esto es ahora necesario dada la mejora de la situación epidemiológica en la región.
¿A un año de la guerra, cómo ha ido el turismo con América Latina? Hay rusofobia en Europa lo cual podría poner a AL como destino para los turistas rusos? ¿El flujo de mexicanos a Rusia y viceversa incrementó o disminuyó durante la guerra?
En las condiciones actuales, los turistas rusos están dominando enérgicamente los nuevos destinos. América Latina y el Caribe es uno de ellos. Su región solía ser popular. La mayoría de los viajes se realizaron a la República Dominicana y a Cuba.
En cuanto a México, en el 2022, el flujo de turistas rusos, según nuestros datos, incluso aumentó ligeramente, a pesar de las dificultades logísticas organizadas por Occidente. Según estimaciones aproximadas, fue de unas 45,000 personas. Pero el flujo de mexicanos que desean visitar Rusia ha disminuido. Aprovecho la oportunidad para invitar a amigos mexicanos a visitar nuestro país. Estoy seguro de que les gustará.