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OPINIÓN
Por Mario Arias
La pregunta de moda en los mentideros políticos capitalinos es: ¿por quién va a votar para alcalde? En mi caso solo sé sin ambigüedad, preámbulo, rodeos, que no lo haré por el anodino, enmascarado, Carlos Fernando Galán Pachón, por parecerme, además de viche, sin talla, las verdaderas razones para no acompañarlo las aduje hace cuatro años (28/08/2019): en que se rememoraba el aniversario (treinta) del magnicidio de su bizarro, épico, estoico, intrépido, invencible, talentoso, valiente padre, episodio -terrible como el de Gaitán- ocurrido el 18 de agosto de 1989.
Ilaciones que ratifico, no sin anticipar mí respeto absoluto por quienes difieren de ellas, sin que pretenda -faltaba más- inducir, sugerir por quién votar, escasamente dejo a estudio algunas dudas sincrónicas con la famosa frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. (Meditaciones del Quijote, 1914),
Detrás de la fachada moral y política del irrelevante delfín, cuyo único mérito -para mí- es llevar el apellido del sobresaliente paterfamilias, ‘apóstol moderno’, cuyo degradado heredero, adorna, camufla su etéreo, indescriptible proyecto político -estrictamente familiar- con catedralicias imposturas teledirigidas entre bastidores por su audaz madre-regente, usufructuaria con el fiduciario kínder -de hecho y de derecho- del legado -que les quedó grande- y que han sido incapaces de enaltecerlo, por dedicarse a exprimirlo ‘in extremis’.
Dolorosa verdad que no podrá soslayar el descastado, odioso clan, ocupado con total desparpajo, insomne dedicación y sin recato, a recabar sinecuras, buscar a como de lugar la alcaldía de Bogotá, como antesala de la presidencia de la República, a costa de dejar expósito el paradigma familiar.
Cometido encomendado por la celosa comadrona al inexperto Benjamín que me ocupa, quien nunca disimuló, encubrió la ojeriza que le despertaba, la guapa -fresca entonces- exministra, exembajadora -varias veces-, María Emma Mejía. Por qué: Averígüelo Vargas; tampoco ocultó -nunca- el repudio sentido contra el primogénito (real), Alfonso Galán Corredor, extramatrimonial hijo, resultas de su furtiva relación con Isabel Corredor, una humilde campesina de Cocuy-Boyacá, doméstica del nido familiar.
Hijo que no gozó de los privilegios, tratos recibidos por sus medio hermanos, que debió luchar jurídicamente para ser reconocido legalmente (1998) como colombiano del montón, desempeñándose -para contraste-, como ayudante de panadería y mensajero, por falta de apoyo y grandeza de corazón de los intocables, canallas parientes -de los que nada extraña-. Lagarotes que creyéndose de mejor clase, ignoraron, negaron, ningunearon al vulnerable hermano que hizo esfuerzos, sobrehumanos, para licenciarse de abogado.
Indigna, deshonrosa actitud de los dinásticos, inanes narcisos que escupieron el pedestal de la defraudada cumbre moral, cuyos honoríficos genes llevan en la sangre, sin darle a los talones, debiendo fraguar, falsear, maquillar su notoriedad, injusticia que incita a despertar la dormida verdad clientelar de estas sanguijuelas que han desangrado -literalmente- al Estado, degustado la mermelada, condenada de dientes para afuera, mientras pelechaban sus faltriqueras, apertrechaban la ‘Fundación Luis Carlos Galán’, antes ‘Fundación Nuevo liberalismo’.
Pruebas al canto: Entre 2012 y 2014, el presidente Santos les desembolsó ‘a dedo’ la bicoca de $114’651.483.312 pesos, escamoteados a la Unidad de Víctimas, DPS, mientras impasibles veían morir de hambre niños y ancianos enfermos, sin techo en Bogotá, apiñados en los insalubres cinturones de miseria. Cuantía que solo es un abrebocas, que no incluye lo sonsacado a César Gaviria -tratado como testaferro-, convertido en su coto de caza privado, explotado con sistémica desfachatez suprema.
‘La Escuela Galán para el desarrollo’, maniobrada por Maruja Pachón (tía), esfumó recursos públicos por más de medio billón de pesos, por contratación directa -la mayoría- o convenios interadministrativos; recurrente forma de esquivar las leyes de contratación pública, de ejercitar la corrupción. Con Enrique Peñalosa movieron $12.399 millones. Un último contrato con Transmilenio sumó $10.921 millones de pesos, dizque para reducir la evasión.
Privilegiado clan prototipo de todo contra lo que sin ambages luchó -verazmente- su heroico progenitor; batalla desvirtuada por la demencial, impúdica conducta de estos efímeros, codiciosos, pequeños, inmaduros gerifaltes palaciegos, hechuras de la desagradecida, miope emperatriz que, alevemente inculpa -sin ton ni son- con sus aleccionados críos que la amplifican, a la clase política a la que se deben, que los acogió, enalteció y utilizaron como escalera por la que treparon, ascendieron, para imputarles haber lapidado, traicionado las ideas ‘galanistas’. Así paga el diablo…
Maquiavélica comadrona que so pretexto de garantizar -explícitamente- el oro y el moro, pretende seguir, con sus retorcidas acciones, arruinando, engañando, usufructuando -con sus Improvisados infantes- la burocracia, el presupuesto, anteponiendo a la forzosa unidad de sangre, la inconstitucional repartija, ejemplificada por las dos curules al Senado a las que se hicieron -vía el atajo- a nombre de partidos distintos, a los que intentan, falazmente, dinamitar, endilgándoles vicios de los fueron copartícipes, tachados de burdos enemigos de las ideas, excelsitudes del popular ascendiente.
“Dime de lo que presumes y te diré de lo que adoleces”.
Sin terminar el luto, la implacable, impaciente Regente, empacó maletas rumbo a París -con sus tres enanitos- como embajadora en la UNESCO. Gaviria atendió todos sus caprichos y requerimientos (pan y pedazo): A su hermana Maruja la nombró ministra de Educación; al esposo, Alberto Villamizar, embajador en Holanda, padre del sobrino, Andrés Villamizar, director de la UNP que corrió -ilícitamente- a blindar el apartamento del primo hermano, Juan Manuel, que enseguida lo transfirió con envidiable utilidad, lindando con un enriquecimiento ilícito (impune).
Vida y milagros de quienes se arrepienten de haberle entregado -inmerecidamente dicen- la presidencia -casualidad caída del cielo-, a través del adoctrinado, imberbe Juan Manuel, a quien le quitó el pañal para la posesión como ministro Plenipotenciario en Londres, lagarteado al cuestionado, despreciado -por ellos- innombrable. Viceministro de la Juventud, Senador (tres períodos). Su esposa: Carmenza Lian Barrera, Asesora en la Comisión Nacional de Televisión (CNTV). Directora de la Casa Santander en Bogotá; madre de sus dos hijos; separado en un proceso exprés, sumario por el ICBF, denunciado por constreñimiento. Abuso de poder, encubierto inexplicablemente.
Claudio Mario -segundo lagartico promovido-: secretario de Planeación Departamental de Cundinamarca; director de Justicia Seguridad y Gobierno y del Grupo de Proyectos Especiales en DNP; ministro Consejero en en Austria, Cónsul en Hamburgo, Alcalde encargado de Soacha; Cónsul General en París.
Carlos Fernando -el parásito menor-: Asesor en la OEA del presidente-mandadero Gaviria; concejal de Bogotá; secretario Anticorrupción y de Transparencia del gobierno de Santos-; Senador por Cambio Radical; concejal, curul a la que renunció para aspirar al Senado, por el Nuevo Liberalismo fundado por su padre. Flamante chamuscado que no alcanzó el umbral y que aspira a que los esclavizados bogotanos lo elijan -para más inri- alcalde. Su mujer, Carolina Deik: Asesora del ministro de Justicia; socia del estudio jurídico, Palacios Lleras.
A qué horas duerme esta autocrática, ávida, encumbrada, insaciable, politizada, pusilánime, truculenta camorra de ‘figuretis’, que colonizaron al país para que los amamanta, afirmándose -sarcásticamente- con razón que viven a costillas del nombre de Luis Carlos Galán; fehaciente prueba de su inexcusable hipocresía, doblez moral; bitácora de la ‘operación alcaldía’ -la tercera- que llama nuevamente a somatén, convencidos que primero se acaba la aguamasa que los marranos. Deslumbrados, descrestados, ingenuos, manipulados, olvidadizos, incondicionales bogotanos -no todos por cierto- que, rodilla en tierra, se hacen los de la vista gorda frente a las vivezas familiares, a contrario sensu de los que, calculada,
interesada, matreramente votan.
¿Qué pensaría el sacrificado líder del nepotismo, del confianzudo, desviado, gravitante, turbio manejo del erario de la opulenta, vergonzante ralea, tan próxima a la corrupción?, al ignorar -adrede- su prédica, credo: «Colombia está dominada por una oligarquía política… que convirtió la administración del Estado en un botín que se reparte a pedazos«.
El libro: ‘Las bases morales de una sociedad atrasada’, del sociólogo norteamericano, Edward C. Banfiel -conservador de pensamiento- los retrata fielmente, al acuñar el concepto “familismo amoral”, que se refiere al acceso a los cargos y recursos del Estado, como mecanismo de apropiación privada, en beneficio del propio núcleo familiar -cónyuges, hermanos y parientes cercanos al fundador del clan-, contrario al interés general, al negar el que los más capaces, mejor preparados, puedan hacerlo.
Bogotá, D.C. 21 de octubre de 2023