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Banco Mundial
Por Jurgen Voegele
La economía política puede ser un tema delicado. A nivel individual, lo que lleva a las personas a actuar y pensar de determinada manera es por naturaleza personal, e incluso privado. Pero a nivel colectivo, los pensamientos, sentimientos y comportamientos de los individuos dan forma a los eventos actuales y futuros.
Resulta tentador no analizar o abordar la economía política por temor a crear controversias innecesarias. Sin embargo, los responsables de formular políticas climáticas no podrán conservar esta postura, como lo indican los éxitos y los fracasos de la última década.
El mundo se ha unido en torno al Acuerdo de París sobre el cambio climático y se ha comprometido a mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 °C en comparación con los niveles preindustriales, y a realizar esfuerzos para limitar el calentamiento a 1,5 °C. Más de 70 países, que representan el 76 % de las emisiones mundiales, han hecho la promesa de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas.
Mientras tanto, los costos de las tecnologías con bajos niveles de emisión de carbono han disminuido y las capacidades de estas han aumentado.
Si las personas se sintiesen motivadas exclusivamente por la ciencia y la economía, la crisis climática ya estaría medio resuelta. Pero, como el último informe del IPCC expone de manera tan inequívoca, no es el caso. Es más, no será así, a menos que la economía política se analice tan a fondo como la ciencia y la economía del cambio climático.
Cuando se examinan historias climáticas exitosas en todo el mundo, es tentador centrarse en la esencia de las políticas, ya se trate de la agricultura climáticamente inteligente, la energía renovable o los códigos de edificación ecológica.
Esto, sin duda, es útil. No obstante, es igualmente conveniente exponer los detalles para conocer las características subyacentes de las políticas que han dado buenos resultados. Al hacerlo, nos vemos obligados a reevaluar lo que se considera posible.
Como se indica en la publicación “Within Reach: The Political Economy of Decarbonization” (Al alcance de la mano: La política económica de la descarbonización), superar los obstáculos de la economía política es factible. Sin embargo, es necesario que los responsables de la formulación de políticas adopten determinados enfoques.
En primer lugar, deben entender que la economía política no es una fuerza estática. Más bien, es una relación dinámica que evoluciona. De hecho, los encargados de formular políticas pueden configurar estratégicamente la forma en que cambia la economía política aplicando medidas que generen apoyo a lo largo del tiempo.
Los políticos consiguen respaldo para sus planes eligiendo sabiamente las batallas y mensajes que le pueden ayudar a cambiar la opinión de la gente.
Los responsables de la formulación de políticas también pueden subsanar la brecha entre lo que es posible y lo que se necesita promoviendo conscientemente políticas que serán bien recibidas por la mayoría de los ciudadanos, sino toda la población.
Esto, a su vez, facilita la adopción de nuevas medidas. Como reza el proverbio, “las nuevas políticas dan lugar a una nueva política”.
En segundo lugar, tienen que considerar todo lo que realmente motiva a la gente. La disposición de las personas a apoyar las políticas climáticas no se debe exclusivamente a que sienten temor por los impactos climáticos extremos o a que reciben beneficios de dichas políticas.
Existen incluso casos en que los beneficiarios directos de determinadas políticas climáticas se oponen a ellas porque las consideran injustas o ilegítimas.
En ocasiones, el factor principal que impulsa las opiniones de los individuos relacionadas con la acción climática no son sus presupuestos, sino sus creencias.
Es cierto que los encargados de formular políticas necesitan tener datos concretos para evaluar con claridad a quién corresponden los costos y los beneficios. Pero es esencial reconocer que esto es solo la mitad de la ecuación.
En tercer lugar, necesitan adoptar el pragmatismo. Esto es más fácil decirlo que hacerlo. A medida que la ciencia se torna cada vez más desalentadora y los plazos son más urgentes, resulta tentador volverse más inflexible en lo que se considera una respuesta política adecuada. Luchar contra ese impulso solo cerrará puertas. En lugar de ello, hay que ser más flexible sobre la forma de alcanzar los objetivos climáticos, sabiendo que al hacerlo se abrirán más puertas de las que se pueden cerrar.
En la práctica, los responsables de formular políticas deben pensar más seriamente en quienes se oponen a las políticas, y reflexionar sobre los argumentos que sustentan su resistencia y el poder que ejercen para frenar o imposibilitar la ejecución de medidas. Tienen que averiguar qué los impulsa, sin presunciones, y darles un lugar.
Reducir las emisiones es más urgente que nunca. El enfoque propuesto en este libro no se relaciona con frenar el cambio, sino todo lo contrario.
Comenzando por lo que es posible, los encargados de la formulación de políticas pueden ayudar a crear impulso y a catalizar nuevas tecnologías, nuevas economías y nuevas políticas, posibilitando la aceleración del cambio.
Sortear los obstáculos de la economía política es arduo. Es más fácil creer que la gente apoyará los esfuerzos de reducción de emisiones, si simplemente entiende la ciencia del cambio climático, o que una persona respaldará una política climática, si se beneficia de ella. Esto puede ser verdad hasta cierto punto, pero nunca será suficiente.
Sabiendo lo que se ha logrado, y estando conscientes de la urgencia de lo que falta por hacer, los responsables de formular políticas deben apoyar una acción climática dinámica, que reconozca las paradojas de la naturaleza humana y que, sobre todo, sea pragmática.
Durante la próxima década y posteriormente, el éxito de la acción climática depende de que los encargados de la formulación de políticas utilicen su poder para influir no solo en el futuro de la economía y la tecnología, sino también en el de la economía política.