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La Opinión
Por Mario Arias
Como adolescente en flor, registré con un nudo en la garganta, la proclamación de María Corina Machado Parisca -56 años-, ingeniera industrial, excongresista del partido Vente, como candidata de unidad de la oposición para la elección presidencial del 2024 -anuncio efectuado por la Comisión Nacional de Primarias- en la que se enfrentará al inefable Nicolás Maduro, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Candidata temida por el Gobierno, al punto de emprender de inmediato -fiel a su talante- una campaña de desacreditación, basada en una fraguada, trasnochada sindicación a través del sumiso brazo político, Contraloría General (CGV), subordinada a sus directrices, que años ha la inhabilitó por 12 meses, pasada luego -26 de junio de 2015- a 15 años, aduciendo un improbado fraude fiscal referido a haberes dejados de declarar como diputada, reforzado con la supuesta coparticipación en las sanciones de EE.UU. contra el país.
Inocultable objetivo: torpedear postulaciones futuras a cualquier cargo de elección popular. Escarceos, rifirrafes iniciados -enero de 2012- en vida de Hugo Chávez, con la aguerrida exparlamentaria, cuando lo retó a debatir con ella cruciales temas, reflejo de su ‘temple’, ‘valentía’, respondiéndole irónicamente con total desparpajo el muy envanecido, cobarde chafarote: “gane primero las primarias” -lo que ocurrió 11 años después-, “usted está fuera de ranking para discutir conmigo”. “Águila no caza moscas”.
Enfrentamiento que le valió en el hoy cascarón de la nación caribeña, el célebre título de “dama de hierro”, predestinada a convertirse en presidenta del bucólico país profundo, como descendiente de Josef Días Machado -natural de Portugal-, instalado en la antigua Ciudad de Angostura -hoy Ciudad Bolívar-; tierra natal de la altiva María Corina, afincada en el corazón, la mente de los venezolanos, como la bandera, el himno. Llanera, alma y nervio del espíritu bolivariano, genes anclados desde los albores de la República, heredados de sus mayores, los cuales lucharon por la libertad e independencia, como el Capitán de Fragata, José Tomas Machado Afanador, oficial de la Marina de Guerra durante la gesta independentista; nacido en Angostura, el 24 de diciembre de 1788, gobernador de la Provincia de Guayana: 1845, 1849 y 1853, fundador de la “Sociedad Liberal de Venezuela”.
María Corina, un haz de luz que corta la respiración; bocanada de aire fresco; símbolo de unidad, esperanza, coprotagonista del reiniciado diálogo entre la híspida oposición y el camaleónico, cavernario, gaseoso, insípido, descabellado socialismo Siglo XXI -vendehúmos-, suscribientes del concertado ‘Acuerdo de Barbados’, estimulado -entre bambalinas- por nuestro experimentado, curtido, veterano canciller, Álvaro Leyva -hábil componedor-, amigo -incondicional- de la hermana República, con la que el presidente Petro restableció -en buena hora- los fraternales relaciones, restauró los históricos lazos que inmemorialmente las ha unido, imprudente, inamistosamente rotos por el ágrafo, soberbio Caín, Iván Duque.
Gestión aplaudida por el vecindario, fructificada con el reencuentro de la acoquinada oposición que, después de más de un cuarto de siglo de machaque sistémico y sistemático, logró que 2,4 millones de compatriotas acudieran simultáneamente a las urnas, como en 28 países, resultas de las “garantías acordadas”, que consagraron a María Corina con el 90 % (aproximado) de los votos, resultado cuyos participantes honraron la palabra, a excepción del infaltable aguafiestas -el Judas Prosperi-, comodín del Gobierno.
Conformándose una imparable fuerza política, cuya premisa -perdón por la hipérbole- propende por rescatar -indefectible, irreversiblemente- la democracia, la ‘Gloria del Bravo Pueblo’ -parafraseada cita del Himno, instaurado por el presidente, Antonio Guzmán Blanco, el 25 de mayo de 1881. Acuerdo posibilitado por Washington al levantar temporalmente las sanciones al oro, petróleo y gas venezolanos, condicionada su prórroga, a la realización de elecciones libres, justas, que pongan término al azote del sinuoso castro-chavismo, cuyas cabezas, como los Borbones, ni aprenden, ni olvidan, ni escarmientan -agrego-.
Un soplo de libertad que bulle, se siente, se palpa a lo largo y ancho de la lapidada tierra bolivariana -que infunde respeto-, que fortalecerá, inspirará a la talentosa, pundonorosa, icónica María Corina, alejada de extremismos, desmarcada del caótico, exógeno Socialismo Siglo XXI, honra y prez de la alucinante, apreciable, fascinante historia del corajudo, libertario, valiente pueblo bolivariano, adornado por excelsas virtudes, que son parte integral de su ADN; pueblo, en esta dura, dificilísima etapa, humillado, vejado, templando su carácter, haciéndolo más fuerte.
Ensangrentado, exacerbado, hirviente, intrincado conflicto que María Corina está preparada para encarar democráticamente, a nombre de la postrada patria del ‘Libertador’, por el catecismo chavista que con la enquistada corrupción, la politiquería galopante, la coparon, ejercitada por una plaga de roedores, amaestrados por la anárquica, bulímica, insaciable macabra, camorra gobernante, a los que tirios y troyanos, como a los escépticos, exánimes analistas -pocos entusiastas con el complejo, volátil proceso (en ciernes), no exento de baches-, les vienen exigiendo una civilizada, conviviente, pertinente, sugestiva tregua socio-política -tácita o explícita-.
Pragmáticos redentores predispuestos a resetear el rumbo; a frenar el desbocado, incontrolable éxodo de las reservas morales, intelectuales -cualificada fuerza laboral del país-; auspiciar la anhelada, urgente repatriación de la diáspora que deambula -sin esperanza- por el mundo; contener la corrosiva influencia de los digitados engañabobos que, en connivencia con los precitados, omnímodos, prepotentes, totalitarios mandamases, ejercen -como sus apéndices- un asfixiante poder sobre las hipnotizadas, famélicas, ociosas turbas, amarradas con migajas asistencialistas, agenciadas por las ideologizadas, paternalistas misiones, otrora multimillonarias, hoy arruinadas -como el país- por el chavismo.
Bogotá, D.C. 25 de noviembre de 2023