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Por Gerney Ríos González
El paso del tren suscita sentimientos de nostalgia. Ahora, con las carrileras abandonadas, embarga la morriña por lo que el ferrocarril se llevó consigo. Bienvenida la propuesta en Casanare-2022 del ferropetro, factor de integración de vocaciones geoeconómicas entre el Pacífico, Orinoquia-Amazonia, Casanare, Llanos orientales, Caribe y la región Andina.
Uno de los dilemas del hombre está relacionado con la pobreza de algunas naciones, en contraste con la riqueza de otras. Si fuera una la razón que impide o promueve el desarrollo y pudiéramos identificarla, dispondríamos de la receta para lograr el progreso de los países rezagados. Pero las razones son múltiples y diferentes para cada sociedad; están arraigadas en la cultura de los pueblos, en el pasado, sus creencias, los territorios, la organización social y política de su dirigencia. Distintos conocimientos plantean hipótesis sobre los orígenes de complejo asunto, en la historia de las comunidades.
El período crucial del despegue de la economía latinoamericana puede situarse hacia la mitad del siglo XIX, cuando las nuevas naciones trataron de organizarla lo cual implicó un gran desafío para los gobernantes que dispusieron de nuevas teorías socio-políticas y los logros de la revolución industrial. De las alternativas de progreso ofrecidas, tal vez ninguna tan explícita como la construcción de los ferrocarriles, no solo por la posibilidad de establecer empresas que facilitaban el desarrollo de otras actividades, sino por el significado de integración regional, de modernización y de comunicación con el resto del mundo.
“Si algún hecho indicó el derrotero que habría de tomar un país en la centuria pasada, fue la construcción de una red moderna de transportes. Para un acertado pronóstico sobre la evolución de la economía de una nación, bastaría saber cuántos kilómetros de carrileras o de canales navegables puso en servicio. No se encuentra en la historia ninguna región que haya alcanzado satisfactorios niveles de crecimiento en la primera parte del siglo XX, sin haber impulsado previamente su infraestructura vial, como tampoco puede mencionarse ningún Estado de economía atrasada que haya tendido las carrileras que su territorio reclamaba. La construcción de los ferrocarriles por sí sola es garantía de incremento económico, acompañado de otras circunstancias propicias al progreso”, planteó en el foro de transporte realizado en Girardot, la jurista y administradora logística, María del Pilar Serrano Buendía, directora general de Tránsito y Transporte Terrestre Automotor del Ministerio de Transporte (1996).
La locomotora fue el resultado de acoplar el motor de vapor, quizás el más importante aporte individual de la revolución industrial, a los carruajes que rodaban sobre rieles halados por bestias. Al adquirir potencia y velocidad el “caballo de hierro” se convirtió en un eficaz instrumento evolutivo. Los países que llegaron al siglo XX simultáneamente con el calendario, lo hicieron montados en ferrocarriles, mientras que aquellos pueblos que no pudieron modernizar oportunamente sus transportes, como fue el caso colombiano, llegaron cabalgando al siglo de la tecnología con un retardo de varias décadas en relación a las naciones prósperas. Luego de 222 años de aparecer la era ferroviaria, solo los Estados adelantados conservan y mejoran sus trenes, construidos con ancho de trocha estándar. Los atrasados acabaron lo poco edificado por generaciones anteriores, verbigracia, la corrupción destruyó en Colombia 4.444 kilómetros de caminos con dos carriles de hierro paralelos. Horror de errores y error de horrores.
El ferrocarril fue uno de los logros de la inteligencia sobre las fuerzas de la naturaleza. Su empleo permitió la incorporación a la economía de inmensos territorios; fomentó la movilidad de los factores productivos humanos y materiales; estimuló la consolidación de las naciones que lo emplearon, liberando al hombre de la limitación de las cabalgaduras, para colocarlo en el camino de la modernidad. En la medida que la red férrea se extendió surgió la necesidad de estandarización, no solo de los sistemas empleados por la ingeniería, sino de sus alternativas operacionales a fin de unificar métodos y aumentar la eficacia, eficiencia y efectividad; el convoy jalonó la modernización.