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Por Gerney Ríos González
En foros con presencia de académicos, embajadores y estudiosos de la idiosincrasia colombiana, hemos defendido los ancestros panche, cultura aborigen que sentó sus dominios en tierras del Tolima Grande, uno de los departamentos de mayor proyección histórica.
Guananí, tal como llamó Cristóbal Colón a América en su primer arribo por la mar océano a estas tierras, 500 años atrás, las encontró pobladas por aborígenes, arrasados inmisericorde y despiadadamente por los conquistadores españoles y europeos.
Pocas etnias sobrevivieron al inhumano exterminio. Las sociedades indígenas tenían su propia cultura, pero sus características no se diferenciaban mucho. Entre las más investigadas figuran los Nariño y Tumaco, encontradas en la zona andina, el oriente selvático de la Amazonía y regiones del Ecuador; los Quimbaya habitaron zonas fértiles del viejo Caldas, Valle, Quindío, Antioquía y los Tayrona ocuparon la Sierra Nevada de Santa Marta, la Costa Caribe y tierras del Magdalena; los Calima asentaron su población en valles del mismo nombre y dejaron huella en el Cauca; los Sinú, privilegiaron los ríos San Jorge y Sinú, los departamentos de Sucre, Córdoba y Bolívar y buena parte de Antioquía; el pueblo Zenú es una realidad antropológica. Los Muiscas de la gran familia Chibcha, ocuparon la Cordillera Central, toda su altiplanicie, Cundinamarca, Boyacá y parte de Santander, mientras que, en el alto Magdalena, departamento de Huila, floreció la cultura de San Agustín y Tierradentro, cuyo pasado es monumento y patrimonio de la Humanidad con su estatuaria antiquísima visitada por turistas.
La cultura Tolima nos corresponde. De ella son integrantes Pijaos, Pantágoras, Yaporoges y Panches, que por los demás hicieron parte importante de la cultura Caribe. Altivez y rebeldía fueron sus fuerzas espirituales para rechazar al invasor hispano. Tolima se deriva de Tulima, que traduce “surgida de las nieves”, deidad mítica indígena protectora de los nevados de los cuales es rica la tierra de los colores vino-tinto y oro.
Sin temor a errores, el pueblo Panche transmitió a las generaciones de esta región de la patria, todos sus ancestros, su laboriosidad, la ferocidad en las batallas contra sus enemigos, la empresa de cultivar la tierra y las lenguas nativas. Lo que se sabe es que en el año 1.000 se produjo el éxodo de pueblos de expresión Caribe por la Costa Atlántica, que más tarde pobló el interior de la actual Colombia; provenían de Brasil con el rótulo de Caribes. Utilizaron los grandes ríos para su penetración. Fueron expansionistas por sus acciones guerreras que los llevaron al dominio del centro del país, norte suramericano y el Caribe, llegando por el sur al Orinoco y Amazonas, Llanos del Meta y Venezuela, Guayanas y Puerto Rico con aproximaciones a territorios de Estados Unidos.
Panches y Pijaos son dueños de la cultura más notoria, llegaron a poseer el título de “inconquistables”, fieles exponentes de la familia lingüística Caribe del Magdalena alto y medio.
Antropólogos señalan en los Panches una serie de características culturales en especial, el sedentarismo, ritos religiosos, hábitat, alimentación, comercio, orfebrería a partir del oro, la plata y cerámica, que creció a orillas del río Magdalena y su primera fase surgió en Méndez, corregimiento de Armero, población destruida el 13 de noviembre de 1985, por la avalancha del río Lagunilla, precipitada por la erupción y deshielo del volcán Arenas, nevado del Ruíz, donde perecieron 35 mil personas al ser borrada del mapa la zona urbana de la “Ciudad Blanca de Colombia”. Son varias las etapas del proceso de desarrollo de la cultura autóctona en el interior del país, influencia percibida en el entorno de los ríos Sabandija, Lagunilla, Santo Domingo, Lumbi, Bledo, Venadillo, tributarios del Magdalena, que definen la zona de la gran cultura Caribe al interior de Colombia.
El río Magdalena fue bautizado por Rodrigo de Bastidas; lo remontó un primero de abril día de María Magdalena. Algunos aborígenes denominaban a este inmenso caudal Guaca- Cayo, río de agua y tierra; los muiscas lo llamaron Yuma, río del país amigo y los Thahamies lo mencionaban Arli río del bocachico.