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POR GERNEY RÍOS GONZÁLEZ
Hermosa, seductora, poderosa en el amor y la intriga, no tuvo empacho en ser desleal con su raza; se unió al conquistador, fue su querida, tradujo al idioma aborigen las intenciones dominantes del invasor y al paso de los años fue odiada, despreciada, escarnecida. Dejó sí, implantado el “malinchismo” como sinónimo del apego a todo lo que venga de afuera, símbolo de la traición a la Patria, regado por una indoamérica en ebullición.
Todo nace en México a la llegada de Hernán Cortés, procedente de Medellín, Extremadura, y después su periplo de poder, muerte y destrucción del imperio azteca en lo que hoy es el próspero país conector de centro y norte de América. “La Malinche” fue cómplice y confidente de Cortés en sus oscuras hazañas.
Alejandro Tomasini Bassois dice que el “malinchismo” es una epidemia nacional, en su tratado filosófico del pensamiento mexicano, que tiene sus raíces en el complejo de inferioridad de la raza aborigen frente a las hordas invasoras sucedidas en los siglos XVII y XVIII. No solo de Cortés sino desde el descubrimiento de América con el navegante genovés Cristóbal Colón Fontanarrosa en la parte central y sur del nuevo continente y también el hallazgo de las tierras norteñas por ingleses, franceses, holandeses, vikingos, asiáticos y toda suerte de aventureros por la mar océano.
El investigador social de la Universidad Autónoma de México, Tomasini Bassois no duda en señalar el “malinchismo” y el “cipayismo” como “graves enfermedades sociales”, en América y el mundo. Es investigador social en la U. Autónoma de México.
“La Malinche” fue la concubina y traductora del dominador Hernán Cortés el mismo que sometió el imperio indígena azteca en el primitivo México; comunicó a su lengua lo dicho por el conquistador, entregó a Moctezuma, le importó un higo la suerte de millones de hermanos de raza, fue rica y poderosa al lado del armado caballero y pasó a la historia, odiada por generaciones.
También el “cipayismo” es sinónimo de desleal, desertor, delator, renegado e infiel. La Real Academia Española de la Lengua habla y define al “cipayo” como soldado indígena al servicio de Francia, Gran Bretaña, Holanda y Portugal, allá por los siglos XVIII y XIX. Trata de un sicario, esbirro, mercenario a sueldo y pasó a la historia con su nefasto prontuario; nació aliado del “malinchismo”, para dolor de América.
“Los dos fenómenos de traición y apego a lo extranjero desde la conquista, han mutado en la medida que ha cambiado el avasallador. “La palabra “guaricha” por ejemplo, que en la lengua de los muiscas designaba a una mujer joven o una princesa, se convirtió en despectivo y sinónimo de prostituta tras la dominación española”, escribió Azriel Bibliowicz. “Los dos tienen que ver con la dominación y tienden a agravarse y perpetuarse con la globalización y los avances tecnológicos”, afirma el historiógrafo, para señalar esta secuencia social, apego y predilección por lo extranjero con desprecio de lo propio, e irrespeto por la tierra y las costumbres ancestrales en la era de las telecomunicaciones y la “aldea planetaria”, en lo que se convirtió el mundo comercial e industrial de la modernidad.
“Malinches” y “cipayos” abundan en la época actual del dinero fácil, la economía subterránea, el “capitalismo salvaje”, en la cual los más avispados, se enriquecen a costa del erario público; la corrupción oficial crece como espuma en ríos contagiados; la mafia de los narcotraficantes permea las esferas oficiales, surgen contratistas que pagan jugosas coimas a inescrupulosos funcionarios; jóvenes sin poder, sin noción de patria, ingresan a grupos armados ilegales; luego son liquidados sin compasión por sicarios a sueldo. El mundo oscuro del malinchismo y cipayismo, extiende sus tentáculos depravados en la sociedad indolente. Existen cohecho, soborno, venalidad, concusión, deshonestidad, descomposición, podredumbre, en amplios cuadros estatales. La desconfianza de la ciudadanía hacia las autoridades, es una constante escabrosa.
La incultura importada del cohecho, que es el acto de ofrecer a un servidor público, o que este acepte, para que cumpla una misión imposible desde lo ético o se haga el de la vista gorda y pase de agache, tiene un aliado degradante que es la concusión, cuando el servidor público es el solicitante y quien exige, el funcionario sienta su poder corruptor sobre el indefenso ciudadano, víctima del agente estatal.
La colaboración con los extranjeros, la traición a los valores nacionales, viene de largo. Durante la dominación española en América el caso de la Malinche, la indígena mexicana desleal con su estirpe, no es único. Se recuerda que el Inca Atahualpa del imperio indígena peruano, se sometió vergonzosamente al conquistador Francisco Pizarro en el siglo XVI. Abandonó a su raza y seducido por el ibérico vendió por las monedas del diablo a su hermano Huáscar, ejecutado por el usurpador hispano. Tal acción fue de cipayos, y la “incondicionalidad de una desacreditada casta que contribuyó al decaimiento de la cultura Inca y la derrota de muchos otros caudillos indígenas de la gesta emancipadora”, según afirmaciones de Julio César Carrión Castro, director del Centro Cultural de la Universidad del Tolima.
“Cipayismo” también aplica a gobiernos entreguistas de soberanía, o subordinados a potencias extranjeras, ¿Colombia se somete a las órdenes imperiales? son subalternos en el poder estatal, “idiotas útiles”, como en el caso de las oligarquías parapetadas en la riqueza sin que importe la suerte de las mayorías humanas, asunto que viene desde la Colonia hasta nuestros días, sirviendo a intereses transnacionales.
Malinchismo y cipayismo identifican al grueso de la sociedad colombiana. La juventud favorece lo foráneo con detrimento creciente en lo social y económico de la industria y la iniciativa tricolor emprendedora; prefiere la ropa “de marca”, electrodomésticos, automóviles, artículos celulares de alta tecnología, comida, licores, música, siempre que todo ello lleve el sello de palabrejas en idiomas forasteros. Lo inglés permeó los resortes del sistema parlante del habla. Los extranjerismos avasallan los ambientes tecnológicos de la computación. La virtualidad del trabajo desde casa está dominada por expresiones en inglés. El hermoso castellano se relega lastimosamente a segundo plano. Somos esclavos de estos malos procederes, que, como plagas bíblicas proliferan sin control en contra de lo nuestro, lo autóctono, con prejuicio de la producción autóctona y el progreso de un país en desarrollo.
La anterior descripción, consignada en el documento Liderazgo Indígena de la Confederación de Pueblos Indígenas para la Comunidad Andina de Naciones, CONPICAN, que preside el comunicador social, Yodirlandy Palechor Salazar de la gran familia Nasa, publicado en agosto de 2017.
¿Y qué del Halloween o “noche de las brujas”, o el mito de Santa Claus o Papá Noel que se apoderaron de los niños desplazando éste último al Niño Jesús en la navidad colombiana? Extranjerismos al por mayor, sin dudas.