
El ingeniero experto en Inteligencia Artificial, que predice la Singularidad para 2045, augura que a finales de la década de 2030 la nanotecnología será capaz de crear «cuerpos biológicos mejorados cibernéticamente» convincentes.

News Press Service
Existe una tecnología de la vida después de la muerte. «A comienzos de la década de 2040, los nanorrobots podrán entrar en el cerebro de una persona viva y hacer una copia de todos los datos que componen los recuerdos y la personalidad del individuo original.
Ese tipo de entidad sería capaz de aprobar un test de Turing específico para una persona concreta y convencer a alguien que la hubiera conocido de que realmente es ella.
Según todos los datos detectables, sería tan real como la persona original, así que, si crees que la identidad se compone de información como los recuerdos y la personalidad, se trataría de hecho del mismo individuo«, defiende el inventor, ingeniero especializado en Inteligencia Artificial y consultor de Google en IA, Ray Kurzweil en su último libro La singularidad está más cerca (Deusto, 2025), secuela del superventas de 2025 La singularidad está cerca.
Este científico, que ha vaticinado que a principios de la década de 2030 nanobots médicos serán capaces de reparar desde dentro el cuerpo humano, a mediados de esa misma década las interfaces cerebro-ordenador, a través de nanobots, harán posible la fusión de la inteligencia humana y la computacional y a finales se alcanzará la velocidad de escape de la longevidad, en la que el progreso científico revertirá el envejecimiento más rápido de lo que avanza, centra buena parte de su último libro en la tecnología ‘after life’ (de la vida después de la muerte), aquella que permitirá cargar mentes para su restauración, incluso en robots
Cuando la nanotecnología posibilite la ingeniería molecular habrá cuerpos artificiales más avanzados
«El primer paso para poder preservar nuestra preciosa e incierta identidad consiste en preservar las ideas que son fundamentales para definir quiénes somos.
A través de nuestras actividades digitales, ya estamos creando un registro muy completo de nuestra forma de sentir y pensar, y, durante la década de 2020, las tecnologías para grabar, almacenar y organizar esta información avanzarán muy deprisa. Cuando nos acerquemos al final de esta década, daremos vida a esos datos como simulaciones no biológicas: recreaciones de un ser humano altamente realistas con una personalidad concreta.

Ray Kurzweil, al igual que su mentor Martin Minsky, sugiere en su libro que la sensación de ser una persona única y coherente es, en realidad, una ilusión creada por nuestro propio cerebro.
La IA está adquiriendo un mayor dominio de las imitaciones de seres humanos«, continúa. Kurzweil argumenta que la IA ya puede imitar el estilo de escribir de las personas (otra cosa es lo que opine Joaquín Sabina sobre las creaciones de la Inteligencia Artificial), replicar su voz y reproducir su imagen en vídeo a partir de una única fotografía.
«Todas esas capacidades individuales no solo van a mejorar muchísimo en los próximos años, sino que su convergencia creará simulaciones que serán mucho más realistas que la suma de sus partes», apunta este científico en el texto.
«En la mayoría de los casos, los cuerpos replicantes sólo existirán en la realidad virtual y aumentada, pero, hacia finales de la década de 2030, también será posible disponer de cuerpos realistas en la realidad auténtica (o sea, unos androides convincentes) gracias a la nanotecnología», escribe Kurzweil.
«Mientras la tecnología avanza, un replicante (así como aquellos de nosotros que aún sigamos con vida) podrá escoger entre una variedad de cuerpos y tipos de formas.
A largo plazo, los replicantes podrían incluso alojarse en cuerpos biológicos mejorados cibernéticamente, desarrollados a partir del ADN de la persona original (en el supuesto de que pueda localizarse).
Y cuando la nanotecnología posibilite la ingeniería a escala molecular, seremos capaces de crear cuerpos artificiales mucho más avanzados de lo que la biología nos permite.
Llegados a ese punto, es probable que las personas reanimadas trasciendan el valle inquietante [la hipótesis que defiende el rechazo de los seres humanos cuando los robots tienen una apariencia y un comportamiento excesivamente humanos], al menos para muchos de los humanos que interactuarán con ellas».
Esta idea no es nueva y Kurzweil, en su libro, se centra más en las implicaciones éticas (problemas de conciencia, dilema del libre albedrío, la nave de Teseo) que en explicar de qué modo funcionaría esta tecnología ‘after life’.
El informático y arquitecto, fundador del laboratorio de diseño y nuevos medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT Media Lab), Nicholas Negroponte, también lleva planteando desde hace una década la posibilidad de que nanobots inyectados en el torrente sanguíneo puedan interactuar con el cerebro.
Según Negroponte, la mejor manera de interactuar con el cerebro es desde el interior, a través del torrente sanguíneo: al inyectar robots diminutos en el torrente sanguíneo, estos pueden acercarse mucho a todas las células, nervios y otras estructuras del cerebro.
Esta cercanía permitiría introducir información o leer información del cerebro directamente a través de estos nanobots.
Negroponte extiende esta idea sugiriendo que, en teoría, se podría cargar información como obras de teatro de Shakespeare o libros de texto para aprender francés en el torrente sanguíneo.
Kurzweil va más allá a la hora de plantear que se carguen recuerdos a partir de un legado escrito y visual. En ambos casos, a medida que los nanobots llegaran a diferentes partes del cerebro, depositarían pequeñas porciones de esta información, permitiendo así ingerir conocimiento.
Negroponte es menos tajante en sus predicciones que Kurzweil y reconoce desde hace años que no espera ver esta predicción hecha realidad.
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