News Press Service
Banco Mundial
Imaginen huir de su hogar, no por elección sino por necesidad, impulsados por miedo a la persecución o por las duras realidades de sobrevivir en medio del conflicto, la inseguridad o graves abusos de derechos humanos.
El viaje no termina al cruzar una frontera, sólo entra en una nueva fase de espera e incertidumbre. Al buscar seguridad, las personas entran en un laberinto burocrático para acceder al derecho de quedarse, trabajar y proveer para su familia, que puede extenderse no sólo por meses sino por años, y a veces décadas.
Esta es la historia de más de 14,2 millones de personas en América Latina y el Caribe: más de 7,7 millones de personas con necesidades de protección internacional, 5 millones de solicitantes asilo, cerca de 1 millón de refugiados y más de 90.000 personas en riesgo de apatridia.
Según los últimos datos de ACNUR, a mediados de 2023, 42% de las nuevas solicitudes de asilo en el mundo fueron realizadas por nacionales de países de América Latina y el Caribe y éstas representan siete de los diez principales países de origen de nuevas solicitudes de asilo a nivel mundial.
La mayoría provienen de países vecinos y permanecen en la región, lo que demuestra la ejemplar generosidad y solidaridad de los gobiernos en los países de acogida. Detrás de cada estadística, hay una persona, una familia, una historia de resiliencia y esperanza.
Los sistemas de asilo y refugio deben ser protegidos, pero también fortalecidos y apoyados. Estos sistemas, construidos para volúmenes relativamente pequeños de solicitantes, deben ser reforzados de acuerdo con los desafíos actuales, considerando la dimensión y magnitud del desplazamiento en la región. Miles de solicitudes de asilo en rápido aumento han abrumado los sistemas nacionales y requieren enfoques diferentes.
Los solicitantes de asilo y las autoridades gubernamentales enfrentan retrasos considerables, lo que deja a muchas familias esperando en la incertidumbre. Si bien todos los países de la región enfrentan volúmenes abrumadores de solicitudes, algunos experimentan un mayor número que otros.
Existen herramientas para abordar esto. La descentralización, la digitalización y la simplificación de los procedimientos pueden mejorar los tiempos de trámite de las solicitudes de asilo y acelerar la toma de decisiones.
El registro, la gestión diferencial de casos, las plataformas de intercambio de información sobre el país de origen, la asistencia legal y otras iniciativas reducen el retraso en el procesamiento.
Los países deberían otorgar permisos de trabajo automáticos a los solicitantes de asilo para evitar que permanezcan desempleados o trabajando informalmente. Poder trabajar no es sólo una cuestión de supervivencia económica: es un asunto de dignidad, integración y contribución a la sociedad de acogida.
Además, las decisiones de inversión que toman las familias al pensar en vivienda, educación o abrir un negocio, son radicalmente distintas según exista o no certeza legal y permanente para quedarse.
Reconociendo estos desafíos y oportunidades, muchos países de la región están tomando medidas para agilizar el proceso, con el apoyo del Banco Mundial y ACNUR.
Por ejemplo, adaptar los marcos institucionales y regulatorios para los solicitantes de asilo, refugiados y migrantes ha sido un foco de atención para países como Uruguay, Perú y Brasil, particularmente en respuesta a la llegada de refugiados y migrantes venezolanos.
México ha logrado avances notables en esta área al aumentar la capacidad de sus programas de asistencia a refugiados, lo que les permite integrarse más rápidamente en el mercado laboral.
A pesar de ofrecer permisos de trabajo temporales y renovables a los solicitantes de asilo, muchos empleadores en Perú desconocen estos permisos, lo que obliga a los solicitantes a aceptar empleos informales con mayor riesgo de explotación y abuso.
Colombia, Costa Rica, Perú y Uruguay han tomado recientemente medidas positivas para reducir la acumulación de solicitudes de asilo y fortalecer su sistema de asilo.
Apoyando la integración de los refugiados en América Latina
Pero no se trata sólo de mejorar los sistemas para procesar solicitudes de asilo. Es fundamental también invertir en las comunidades que acogen a los refugiados.
El Informe Sobre el Desarrollo Mundial 2023 del Banco Mundial destaca cómo el desplazamiento puede exacerbar las desigualdades y sobrecargar los servicios locales.
Las respuestas eficaces implican invertir en infraestructura y servicios compartidos que beneficien tanto a los refugiados como a las comunidades de acogida, fomentando la cohesión social y aliviando las presiones sobre recursos ya limitados.
Abordar la crisis de refugiados en América Latina y el Caribe es una agenda humanitaria y de desarrollo. Es el mandato global del ACNUR y un indicador de resultados del nuevo Sistema de Indicadores del Banco Mundial.
Esto requiere un esfuerzo concertado de todas las partes involucradas. Desde la digitalización de registros nacionales hasta el aumento de la disponibilidad de personal capacitado y el mejoramiento de instalaciones, cada paso que se tome puede ayudar a reducir los retrasos y, más importante aún, reducir el costo humano del desplazamiento forzado.
Al mismo tiempo, se podrían fortalecer y agilizar procesos de regularización para grandes grupos de población, como niñas y niños solicitantes de asilo.
Por ejemplo, países como Costa Rica, Perú, Uruguay y Chile podrían hacer mayor uso de las categorías migratorias especiales existentes para agilizar el procesamiento de solicitudes de grupos vulnerables, como niñas y niños y sus familias, a través de procedimientos acelerados.
Al agilizar los procesos y garantizar que los refugiados puedan trabajar e integrarse en sus nuevas comunidades, no sólo los ayudamos a reconstruir sus vidas, sino que también enriquecemos nuestras sociedades con sus habilidades, culturas y perspectivas.
Teniendo en cuenta el camino por delante, resulta claro que la vía para ser reconocido como refugiado es más que una cuestión de procedimiento: es un salvavidas fundamental para quienes buscan seguridad y un futuro. Sigamos abogando por y apoyando medidas que respeten la dignidad de cada individuo, esforzándonos por lograr soluciones que protejan los derechos humanos y promuevan el crecimiento inclusivo.
Después de todo, frente a tanta adversidad, nuestra humanidad es nuestro aliado más poderoso.