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Por Elías Prieto Rojas
Desde el nacimiento hemos escuchado la misma perorata: la juventud debe cambiar la historia por su vehemencia, la fuerza del carácter, sus nobles ideales y otra serie de virtudes de quienes ofician como los robles, sólo que, y acá entre nos, al no asumirse entre todos los compromisos de erradicar la pobreza y la injusticia sobre la tierra, pues cualquiera, siendo joven o viejo, a la final como decimos acá en Colombia: “No vamos a ningún Pereira”.
Nos interesa hallar tranquilidad, descubrir la alegría a través de la satisfacción por el deber cumplido, y todo aquello que significa calidad de vida, o felicidad; sólo que para nadie es un secreto advertir que como dice la Biblia:
“La fe sin obras es letra muerta”.
Y los términos se cumplen a diario con aquellos aspirantes a santos, o filántropos; nos interesa y la idea central de este discurso reposa y se escribe con mayúscula:
GENEROSIDAD.
O en el caso mío prefiero llamarla:
Capacidad para ayudar, o vocación de servicio.
Pero existen hombres adinerados u opulentos (hay honrosas excepciones), que no se desprenden de sus riquezas y que ni ayudan ni le sirven con desprendimiento a sus semejantes.
Y como se dice en el argot popular:
“Ni rajan ni prestan el hacha”.
Pero, es claro que mientras no ayudemos (todos) a calmar el hambre y la sed de justicia que deambula cerca de nuestras casas, pues y como mínimo, la vida nos sabrá desabrida, sin sal ni azúcar; y privados de lo anímico y sin vitaminas será difícil, entre nosotros, fortalecer a esos millones de enclenques que son errabundos y que sobreviven sin fuerza alguna.
Se deduce que es necesario despertar. Y otra vez se anota:
La vida sin una misión de servicio será insípida y también (perdón por la palabra): estúpida, si con ello destacamos ausencia de propósitos, porque cualquiera existe, pero servir, es el desafío.
“Yo no he venido a ser servido, he venido a servir”.
El gran maestro de Galilea nos señaló el camino, nos iluminó con su ejemplo.
Sólo, qué reina en la actualidad: egocentrismo, apatía, insolidaridad y para coronar de aridez los escasos árboles, un pensador de otro planeta, sentenció:
“Lo mío es mío y lo suyo es de los dos”.
No se trata de dar pescado, pero sí de enseñar a pescar. El conocimiento, si lo tiene, espárzalo; el dinero si lo posee, inviértalo para que genere riqueza ofreciendo empleo; el talento a través del sarcasmo, o la ironía, si con ello se ayuda a producir bienestar (risas o reflexión), ofrézcalo y defiéndalo sin tapujos; cualesquiera que sean sus dones póngalos en beneficio del prójimo…
Es ahora, con responsabilidad. Brindándole compañía al solitario, o haciendo presencia y visitando al enfermo, o siendo sincero y reconociendo errores: pidiendo perdón y corrigiendo… con humildad.
Dar consejo ante el fracaso, o callar en medio de la ofensa; no señalar ni herir en público al imprudente; después de todo las palabras sagradas nos enseñan:
“Reír con el que ríe y llorar con el que llora”.
En ocasiones alguien destaca que sus hijos vuelan por todo el mundo y lo dicen con jactancia delante de un enjambre de parientes pobres… o quien se ensoberbece con el conocimiento y mira por encima del hombro al ignorante… o quien saca un manojo de billetes al cancelar la cuenta del restaurante para “chicanear”, se recita así en Colombia.
En síntesis, y como lo certifican las palabras sagradas:
“Si das con la derecha que no sepa tu mano izquierda”.
Y también allí se consigna:
“Si eres generoso con alguien, hágalo, pero no esperes recompensa alguna”.
Mejor: procure alegría y bienestar ayudando a mejorar la calidad de vida de nuestro prójimo.
Sólo así seremos felices…
Octubre 2 de 2023.