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ENRIQUE RAMÍREZ YÁÑEZ
Todos sabemos que la ley obliga a las empresas a contratar aprendices del SENA, como una manera de fomentar el empleo y formar colombianos en profesiones y oficios diferentes a las profesiones universitarias tradicionales.
Así, por ejemplo, A.P. (antes de Petro, quien, como Cristo, partirá en dos la historia de la humanidad), el SENA formaba excelentes cocineros, mecánicos, electricistas, plomeros, etc. Y ahora, D.P. (después de Petro), la institución ha ampliado la lista de oficios que las empresas deberán tener en cuenta, como un aporte más de los muchos que el “gobierno del cambio” hace al desarrollo nacional.
La lista completa de los nuevos oficios que fomentará el SENA la publicó la senadora María Fernanda Cabal, y la han repicado algunos medios de comunicación. En ella figuran profesiones que A.P. eran injustamente discriminadas, como las prostitutas, los prostitutos y les prostitutes, los gigolós, las pitonisas, los vendedores de agua embotellada en los semáforos (¿los de marihuana y bareto también, o solo los de agua? ), los conjuradores y los faquires, entre otras respetables maneras de ganarse la vida, con el sudor de la frente o de otros órganos, es lo de menos.
Bien por el SENA. No sé cómo se llama su director. Ni siquiera sé si tiene director, pero lo felicito. Aunque la lista quedó incompleta. Me hubiera gustado ver en ella, elevados a la categoría sublime de aprendices del SENA, oficios tan tradicionales e indispensables como los de chiflamicas, lambeculos, lagartos, ratas y sapos, que pululan en la clase política.
Lavadores de vidrios, campaneros del hampa, cuidadores de carros, “chupacobres” (así les decían en Sardinata, en las tardes de “toros”, a los esforzados miembros de la banda municipal que tenían la misión de animar las corridas, bajo la dirección científica del inolvidable “Ambrosito Puerto”, porque estos queridos amigos era más lo que “chupaban” que lo que tocaban); faltaron también los “chulos”, complemento indispensable de las prostitutas, y otros muchos, que se me escapan.
Sin embargo, presiento que la lista traerá algunos problemas prácticos. ¿Dónde, por ejemplo, podrá aprender su profesión una esforzada jovencita que desee dedicarse al noble ejercicio de la prostitución? ¿Será válido que entre a la unidad de trabajo legislativo de algún congresista conservador, de esos que suelen vender su voto, para que vaya aprendiendo? ¿O tendrá, como los médicos colombianos que deben emigrar porque aquí los cupos para especializarse los monopoliza una rosca impenetrable, que irse a aprender la profesión a Europa o los Estados Unidos?