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FMI
Por Paola Aliperti, Julian Chow, Marina Rousset y Alejandro Santos
En plena pandemia mundial, se está hablando mucho de divergencias. Las economías avanzadas se están recuperando más rápidamente que muchos países en desarrollo, pero, ¿qué hay de la tendencia que todos queremos ver, la convergencia?
La convergencia se produce cuando la diferencia en los ingresos de las economías más ricas y más pobres se reduce. Analizamos aquí la experiencia de América Latina y, en particular, de Panamá en materia de convergencia.
El mapa de espectro cromático
Para medir la convergencia, utilizamos la relación entre el PIB per cápita de los países de América Latina y el de Estados Unidos. El coeficiente de convergencia medio de América Latina se situaba en 2019 (antes de la pandemia) en torno al 25% (del PIB per cápita en dólares de EE.UU.), un nivel similar al de Brasil o Colombia. El coeficiente de convergencia de Panamá era el más alto de América Latina y doblaba el promedio regional.
Representamos aquí los coeficientes de 2019 y los comparamos con su variación en el tiempo (“velocidad de convergencia”). Usamos el espectro lumínico para ilustrar cuán rápido evolucionaban los distintos países hacia la convergencia (desplazamiento hacia el azul) o se alejaban de ella (desplazamiento hacia el rojo). Es decir, los países latinoamericanos que se acercan al nivel de vida de Estados Unidos registran un desplazamiento hacia el azul, mientras que los que se alejan de este experimentan un desplazamiento hacia el rojo.
¿Significa esto que América Latina va en la dirección correcta? El gráfico que figura a continuación nos indica que algunos países sí, pero que la mayoría no.
Gran parte de los países de América Latina se sitúan cerca de la zona verde (en torno al eje de ordenadas), señal de que la convergencia o bien no ha mejorado, o bien lo ha hecho de forma limitada. De hecho, la velocidad de convergencia media de América Latina es de escasos 0,5 puntos porcentuales por década, nivel similar al de El Salvador. A esa velocidad, los países de América Latina tardarán siglos en alcanzar el nivel de vida de Estados Unidos.
Es más, aproximadamente la mitad de los países de la región registraron una velocidad de convergencia negativa; de ellos, Venezuela fue el país con mayor desplazamiento hacia el rojo.
En el otro extremo del espectro, Panamá, Chile y la República Dominicana y, en menor medida, Uruguay, Costa Rica y Perú se han desplazado hacia el azul. Panamá registró la mayor velocidad de convergencia: unos 8½ puntos porcentuales por década durante el último cuarto de siglo, nada menos que 17 veces más rápida que el promedio regional. Pero, ¿qué hace que el caso de Panamá sea tan distinto?
Un análisis más detenido de Panamá, que avanza rápidamente
Panamá debe el extraordinario ritmo de crecimiento de las últimas tres décadas a un aumento de la inversión, que provocó una rápida acumulación de capital. El prolongado auge de la inversión se ha visto respaldado por la ubicación geográfica del país, la apertura comercial (la Zona Libre de Colón es la segunda en importancia mundial, por detrás de la RAE de Hong Kong), los puertos y aeropuerto de primera categoría, las operaciones de logística y la profundidad del sistema financiero de Panamá, todos los cuales se han beneficiado de la globalización. Para ampliar y diversificar su capacidad productiva, Panamá ha construido una de las minas de cobre más grandes del mundo y ha doblado la capacidad del canal de Panamá, con el objetivo de permitir el paso de los buques portacontenedores Neopanamax, mucho más anchos. El FMI respaldó la solidez de las políticas y los resultados macroeconómicos de Panamá a lo largo de una década mediante acuerdos financieros ininterrumpidos.
¿Podría continuar esta tendencia? Todo indica que la convergencia seguirá progresando en Panamá. El personal técnico del FMI pronostica un crecimiento anual del 5% cuando la pandemia remita, nivel que triplica la tasa de crecimiento de Estados Unidos. A este ritmo, Panamá podría atrapar a Estados Unidos en 2056.
El crecimiento potencial del 5% proviene de un ejercicio estándar de contabilidad de crecimiento, el cual revela que la contribución del capital físico seguirá siendo el principal factor impulsor del crecimiento, aunque probablemente perderá peso (véase el cuadro siguiente). Las contribuciones de otros factores de producción, como la mano de obra y el capital humano (mano de obra especializada), probablemente se mantendrán sin variación en el futuro, mientras que la correspondiente a la innovación tecnológica (lo que suele llamarse “productividad total de los factores”, o PTF) previsiblemente se tornará menos negativa. La contribución negativa del crecimiento de la PTF en el período 2010–19 vino motivada por la larga gestación de proyectos como la ampliación del canal de Panamá y la mina de cobre, que obligaron a invertir grandes cantidades de dinero (el costo de cada proyecto ascendió aproximadamente al 10% del PIB) pero no generaron producto durante la fase de construcción.
De hecho, el crecimiento podría ser incluso superior al 5% proyectado si se adoptan medidas estructurales para mejorar la productividad que se traduzcan en una contribución positiva del crecimiento de la PTF (como ocurrió en épocas anteriores). Entre las políticas estructurales que Panamá podría adoptar para impulsar la productividad y asegurar una convergencia robusta destacan: i) elevar la calidad de la educación con el fin de mejorar la eficacia de la fuerza laboral; ii) mejorar el clima empresarial para seguir atrayendo un gran volumen de inversiones; iii) facilitar la absorción de talento extranjero para ampliar el capital humano; iv) fomentar la innovación para adoptar tecnologías mejores, y v) reducir las vulnerabilidades institucionales para mejorar el funcionamiento general de la economía.
El camino que tienen por delante
La convergencia no está garantizada, y Panamá y el resto de América Latina todavía tienen por delante un largo camino. Para ver más desplazamientos hacia el azul, es indispensable que Panamá y los demás países de la región incrementen la productividad y diversifiquen la economía a largo plazo, mitigando a la vez los efectos de la pandemia en el corto plazo. Conseguirlo es posible si se recurre a políticas favorables a la innovación y se respalda un aumento del gasto en educación, salud e infraestructura.