News Press Service
Por Manuel Alejandro Ardila Forero
El inicio de esta semana nos trae otro triunfo de la Selección Colombia Femenina Sub-17, esta vez, un contundente 4-0 contra Ecuador; a esto se añade la primera clasificación del equipo femenino al mundial de rugby y, como si fuera poco, también llega con el día de la mujer. Podremos celebrar sus triunfos y logros, dar palabras de aliento o admiración, pero detrás de eso ¿Qué hay?
Probablemente el fútbol puede ser más machista que la misma sociedad y, aun así, sigue siendo un reflejo de la misma. Fue en el año 1894 que el mundo vio por primera vez un equipo femenino de fútbol, en Inglaterra. Sin embargo, es en 1971 el año que la FIFA avala la modalidad femenina pero no fue hasta 1990 que los países europeos estructuraron sus bases para crear un sistema de competición. Estados Unidos hasta este punto, les lleva a todos años luz; pues su sistema académico y deportivo premian de igual forma a mujeres y hombres, quienes reciben becas y apoyo en su formación, hasta la selección femenina de fútbol recibirá el mismo sueldo de la masculina. Ahora, la incógnita es ¿de qué sirve brindar un campo igualitario sin respeto? El modelo americano caracteriza por la igualdad de oportunidades, pero también por los múltiples casos de violación y violencia a las mujeres.
Pero, ¿Y Colombia? Luego de múltiples intentos y discusiones, el primer torneo de fútbol femenino se disputó en el 2017 con 18 equipos. En el 2018 llegaron a ser 23 equipos, pero la cantidad de participantes fue bajando, tanto así, que el año pasado tuvo sólo 11 equipos…algo que deja mucho que desear. Para este año, el torneo cuenta con 17 equipos, pero hay problemas más profundos. A las jugadoras les hacen un contrato básico de tres meses que comprende pretemporada y torneo, dado el caso que llegue la posibilidad de jugar Copa Libertadores (equipo campeón y subcampeón) se sumará mes y medio de contrato.
¿Qué deja esto? Que nuestro torneo femenino es corto y no permite una buena formación y estructura de equipo, que las futbolistas pueden durar siete meses y medio del año sin un ingreso estable, lo que ocasiona que muchas abandonen el deporte o se mantengan con lapsos prolongados sin competencia. Lo anterior, sin mencionar que la inversión de los dirigentes si no es nula, es muy limitada, porque el dinero destinado lo usan para sus intereses o pagar multas de reventa.
Dignificar a la mujer no es celebrarle un triunfo, un título o una hazaña y menos si es por interés o imagen. También implica acompañamiento, apoyo, tiempo, inversión e igualdad de condiciones. A las deportistas no se les da ni garantías, ni infraestructura, ni buenas instalaciones y se le deja a la deriva para que logre triunfar. Pablo Aimar, exfutbolista argentino, en su faceta como técnico resalta la importancia de disfrutarse el proceso de formación y crecimiento en el deporte, pero en Colombia la mujer no disfruta su proceso de crecimiento y formación dentro del deporte ni fuera de él, justamente por la falta de oportunidades y de igualdad.
.