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Lamentos, tumbas abiertas en fila … la escena se repite en numerosas aldeas del este de Afganistán sacudidas el miércoles por el peor terremoto que ha sufrido el país en veinte años.
Más de mil muertos y más de mil quinientos heridos.
La zona es remota y de muy difícil acceso, pero esa no es la principal preocupación de las escasas ONG en un país bajo el control de los talibanes y donde millones de personas pasan hambre, de lo que es testigo Rebecca Roby, del Consejo Noruego para los Refugiados:«Podemos proporcionarles desde ayuda humanitaria de emergencia hasta apoyo para salvar vidas lo que les ayudará a corto plazo. Lo que no queremos es ver dentro de 20 años a estos desplazados viviendo en, ya saben, campamentos o asentamientos provisionales.»
En la región abundan las construcciones de ladrillo y adobe. El terremoto de magnitud 5,9 sepultó a familias enteras mientras dormían y dejó a miles de personas sin casa.
Zulfana, víctima del terremoto se duele «Tengo cuatro mártires en mi familia. Los he enterrado hoy y doce personas de la familia están heridas. Estoy muy desamparada, no tengo ni un céntimo».
La inmensa mayoría de las labores de rescate se hacen sin herramientas, a mano. Algunos pueblos han quedado aislados y sólo se puede llegar a ellos en helicóptero. La catástrofe supone un enorme desafío logístico para el gobierno talibán, aislado de gran parte del mundo tras imponer un gobierno islamista radical.
Un desafío logístico que supera la capácidad del gobierno taliban.