

News Press Service
CUERPOMENTE
¿La vida es complicada o eres tú quien complica las cosas? La mente tiende a complicarlo todo sin esfuerzo, por lo que es importante controlarla para no perder la perspectiva y no acabar complicándonos la vida.
Vivimos rodeados de estímulos, tareas, decisiones y exigencias que, muchas veces, nos abruman más de lo que nos ayudan. Lo que podría resolverse de forma clara y directa, a menudo se enreda en explicaciones, excusas o vueltas innecesarias.
Es fácil añadir adornos a cualquier cosa. Lo difícil, como apuntó Nietzsche, es despojarla de lo superfluo para quedarnos con su esencia.
“Es sencillo hacer que las cosas sean complicadas”, aseguraba el filósofo, “pero difícil lograr que sean sencillas”. Y es que la verdadera maestría consiste en hacer que las cosas sean fáciles, y este es un mensaje que podemos aplicar a prácticamente cualquier contexto de la vida. Aunque parezcan más impresionantes, las hazañas complicadas no son las que debemos admirar.
Lo mejor de ver a alguien que es muy bueno en lo suyo es esa sensación de sencillez. Una cantante alcanza la nota más compleja sin pestañear, un deportista lanza un pase sencillo de recibir, un artesano talla y sus manos se mueven con tal precisión, que parece fácil. La sencillez es la seña de auténtica maestría, y esto puede aplicarse a cualquier cosa en la vida.
Pero ¿por qué parece que estas personas realizan tareas tan complicadas con tanta sencillez? En buena medida por la práctica, pero también porque han tomado la decisión consciente de hacerse la vida fácil.
El artesano usa herramientas que facilitan su tarea, optimiza cada movimiento para no forzar sus manos más allá de lo necesario. El deportista no intenta lucirse con un movimiento imposible, sino que hace el pase más sencillo, el más directo y cómodo de recibir. La cantante se coloca en su tesitura, conoce su voz, y la lleva hasta donde es cómodo estar, sin forzar. El entrenamiento es, al fin y al cabo, un camino lento que nos lleva a conseguir que las grandes cosas parezcan sencillas.

La trampa de la complejidad
Como decía el experto en crecimiento personal Alex Rovira, en realidad vivir debería ser muy sencillo. Pero no lo es. Es nuestra mente la que tiende a complicarlo todo.
Buscamos la perfección, nos sobrecargamos de planes y opciones, dudamos y volvemos a dudar. En la cultura actual, además, la complejidad se ha convertido casi en un signo de estatus: quien tiene una agenda más llena, más obligaciones o más complicaciones, parece más importante. Pero en realidad, esa acumulación es solo una fuente de estrés y desconexión, no una muestra de poder.
Piénsalo, ¿cuántas veces te has sentido atrapado en una maraña de cosas pendientes, cuando lo que de verdad necesitabas era detenerte a hacer lo esencial? ¿O cuántas veces te has exigido a ti mismo resultados por encima de tus posibilidades, complicándote la vida en un instante? La maestría, una vez más, está en lo sencillo.
La sencillez como forma de inteligencia
Lo creas o no, la sencillez exige coraje. Implica renunciar, priorizar, discernir qué vale la pena y qué no. Es comprender cuáles son nuestras limitaciones, aceptarlas, comprender que lo complejo se compone de mil pasos sencillos, y que al final del día, siempre podemos decidir que nuestra vida sea fácil si estamos dispuestos a decir adiós al perfeccionismo.
Y no, simplificar, como hemos visto, no significa empobrecer, sino depurar. Hablar claro, tener relaciones honestas, mantener una rutina ligera… Todo ello, requiere de un trabajo interior de limpieza y autenticidad. La paradoja es, como señala Nietzsche, que complicarte la vida es muy fácil, pero simplificarla, es una auténtica hazaña. Pero por suerte, merece la pena.
Vivir con serenidad
La psicología positiva ha demostrado que reducir la complejidad nos ayuda a vivir con más serenidad. Cuando limitamos opciones, tomamos decisiones con menos ansiedad y más seguridad. Cuando simplificamos nuestras rutinas, liberamos energía mental para lo que realmente importa.
Y lo mejor, es porque podemos empezar, como no, desde lo más sencillo. En lugar de llenar tu agenda de actividades, esta semana elige solo dos o tres que de verdad disfrutes o que realmente vayan a ser útiles. Todo lo demás, elimínalo de la lista. Descubrirás como, con un simple cambio en la agenda, gran parte del estrés se disipa y puedes empezar a disfrutar de lo sencillo.