
Bogotá. News Press Service. El paro en Colombia, organizado por las centrales obreras demostró que la insatisfacción de la gente con sus dirigentes no ha cambiado mucho desde noviembre del 2019, cuando el país vivió las jornadas más intensas de protestas en varias décadas.
A pesar de la pandemia, el presidente Iván Duque no se reinventó, y el Gobierno ha quedado ahora en una posición de debilidad política a la que se encontraba hace más de un año. Pero con un panorama mucho más difícil por delante: el coronavirus, la vacunación, la reforma tributaria, una coalición en el Congreso fracturada, la violencia rural y la campaña. Y solo quedan 15 meses de mandato.
EL PRESIDENTE NO COMUNICA
El Gobierno no supo comunicar y explicar su apuesta ambiciosa con la reforma tributaria. A pesar de tener un programa diario de televisión emitido en los principales canales del país.
La reforma tributaria del Gobierno era un proyecto que, por un lado, le pedía solidaridad a las clases medias y altas para atacar la pobreza generada por la peor recesión registrada en el país. Y por el otro, nacía de la urgencia de generar un gran recaudo para balancear un déficit fiscal peligroso que amenaza la capacidad futura de endeudamiento del país.

Ambos propósitos terminaron condensados en la reforma tributaria más grande de este siglo, que presentó el impopular ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla.
El mensaje de solidaridad no caló. Ante el paquete enorme de gasto social, que buscaba otorgar una transferencia monetaria permanente a alrededor del 40% de la población más pobre, se prendió el paro en la calle. “No deja de ser paradójico, pero lo que la gente percibe no es un juicio aislado sobre la tributaria, sino una desconfianza hacia el Gobierno. Hay un rechazo político a la reforma más allá de su contenido”, dice Carlos Manrique, investigador de movimientos sociales en la Universidad de los Andes.
En esa línea piensan muchos de los que marcharon. Daniela Céspedes, una abogada recién graduada que salió a protestar dijo que creía que esos subsidios eran “una farsa, una manera de engañar al pueblo”.
Por eso, aún en medio del pico más mortal de contagios, la manifestación fue masiva y nacional. Ni el Covid 19, ni la lluvia, ni los toques de queda en varias ciudades, lograron quitarle la intensidad, la alegría, o los brotes focalizados de vandalismo a la protesta.

Lo de hoy es una señal de que ganó el mensaje del Comité Nacional del Paro, la sombrilla de organizaciones estudiantiles y sindicales que coordina el movimiento. “El Gobierno de Duque presenta la más codiciosa y mezquina reforma tributaria que pretende arrebatarles a las clases medias, trabajadores, pensionados y sectores populares cerca de 27 billones”, dice en la invitación a marchar que fue masivamente escuchada.
Al discurso del Comité se sumaron los opositores políticos del presidente. Gustavo Petro, de la Colombia Humana, llamó a marchar (aunque él no salió al paro) argumentando que “no se le pueden aumentar los impuestos a la comida cuando hay hambre, y no se le pueden subir los impuestos a la gente que trabaja cuando crece el desempleo”.
El presidente Iván Duque también perdió el apoyo de empresarios y de su propio partido a la reforma. “Duele que cosas que hemos dicho con tanta buena fe y con el ánimo de ayudar no se escucharan”, ha dicho el expresidente Álvaro Uribe. Además, abrió una disputa agria en su coalición, donde se ganó la oposición de Cambio Radical, liderado por Germán Vargas, ex candidato presidencial.
El Gobierno ya dio como un hecho que la reforma tributaria, a la que le gastó tres meses de trabajo de socialización en la opinión pública, no será aprobada en el Congreso. “El primer consenso es que la reforma que presentamos no se va a aprobar”, dijo Juan Alberto Londoño, el viceministro de Hacienda que ha tomado la vocería de una reforma que enfrenta obstáculos enormes para avanzar en el Congreso. No había empezado la protesta, y el Gobierno ya estaba dispuesto a negociarlo todo, excepto retirar el proyecto.
La derrota es doble. El Gobierno no tendrá el proyecto que soñó, y la reforma que no será, sirvió de combustible para reactivar al movimiento de protesta que lo tuvo en jaque hace más de un año.
El paro no para en la tributaria
En Santa Bárbara, un pueblo a una hora de Medellín, un hombre salió a marchar vestido de traje y corbata y una máscara de cerdo hecha con una cabeza de cerdo real. Cuando le preguntan por qué salió a marchar, responde que “nosotros tenemos que ser más que los que se están robando el país”.

Durante las protestas en Cali un grupo de indígenas derribó una estatua de Sebastián de Belalcázar, el conquistador español. En Neiva manifestantes tumbaron una estatua del ex presidente conservador Misael Pastrana.
Esta búsqueda de simbolismo en el paro, en ocasiones extrema, señala insatisfacciones más profundas que la reforma tributaria. Varias de ellas —como el desempleo, la caída en los ingresos, la percepción de corrupción y la rabia frente a la desigualdad— vuelven a aflorar tras un año de lidiar con la crisis de salud pública.
Según el investigador Manrique hay “una disputa sobre las narrativas de la nación”. “Incluso si los pobres salieran mejor con la reforma, aquí hay un pueblo que no es solo un objeto de la acción del estado, al que le dan subsidios, es también sujeto que reclama ser reconocido”, dice.
Esa narrativa de nación la perdió el Gobierno, y el paro, sugiere que podría ser de manera irreversible. En su programa, después de la jornada de protesta, el presidente enfocó los comentarios hacia las manifestaciones en los episodios violentos: “Lo que hemos visto hoy en muchos lugares es vandalismo criminal”, dijo desde Casa de Nariño. Una postura similar había asumido luego de las protestas masivas de noviembre del 2019, que se extendieron hasta que llegó la pandemia y el Gobierno ganó liderazgo en medio de la crisis.
Pero la pandemia tampoco reinventó a Colombia, y los problemas que ya habían agitado al país resurgen con fuerza en el peor pico de contagios y muertes. A pesar de los llamados del Gobierno, y de figuras influyentes como Claudia López, el paro fue exitoso el mismo día en el que 490 personas murieron por el virus, un nuevo record diario. Esto indica que se rompió el manto con el que la pandemia había contenido esas insatisfacciones crecientes. Un mensaje que le llegó no solo al presidente, sino al resto de mandatarios locales.
En este escenario, Iván Duque tendrá el trabajo doble de seguir al frente de la crisis de salud y atender los problemas previos que se han empeorado. El reto de seguir con la vacunación y tramitar la reforma tributaria. Pero los 15 meses que le restan para dejar una impronta estarán marcados por la campaña presidencial, en la que la voz de la calle que se escuchó, es una voz en contra de su mandato y de su visión del país.