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La emperatriz era la mujer con mayor rango del imperio, después de la madre del emperador. Era una figura venerada, considerada “la madre del mundo”. Se trataba de la “esposa” oficial del emperador aunque no necesariamente era su favorita. Su selección estaba basada en conveniencias políticas y no en las preferencias personales, ni mucho menos en consideraciones amorosas. La belleza de la emperatriz no era relevante. Era mucho más importante que fuera capaz y virtuosa. Ella era la jefa del harén.
La apariencia física sí era importante para el resto de las mujeres del imperio, especialmente las más pobres, que se aseguraban una vida sin hambre si logran entrar en el harén.
Allí debían despedirse del mundo que habían conocido. Nunca más veían a sus familiares y amigos. Todas las mujeres que servían al emperador permanecían secuestradas en los aposentos imperiales, que estaba ubicados en la parte más alejada del palacio. La única tarea de las concubinas eran dar placer sexual al emperador con el fin de engendrar el mayor número de hijos varones.
Las concubinas que lograban parir un varón eran ascendidas a consortes imperiales.
Las mujeres del emperador
Ningún hogar del imperio estaba exento del proceso de selección de las jóvenes, que incluía a todas las chicas solteras. Sólo las niñas casadas, con discapacidades físicas o deformidades eran excluidas.
La selección ocurría dentro de la Ciudad Prohibida cada tres años. Los candidatas adolescentes entre 14 y 16 años eran acicaladas y acompañadas por sus sirvientes o por sus padres al palacio. Allí las sometían a una serie de pruebas para demostrar sus virtudes, comportamiento, carácter, apariencia y condición corporal.
El estatus social no era impedimento para formar parte del harén. La emperatriz era la única que era elegida entre las hijas de los funcionarios de alto rango.
Las 100 chicas más hermosas permanecían varias noches con mujeres especializadas en entrenar a las vírgenes. Las inspeccionaban minuciosamente para detectar enfermedades, infecciones, vello y olores corporales.
Las que pasaban la prueba, eran entrenadas para desenvolverse en la corte imperial. El protocolo imponía maneras específicas de hablar gesticular, caminar y comportarse. También aprendían a pintar, leer, escribir, jugar al ajedrez y a bailar.
La última prueba era servir durante varios días como sirvientas de la madre del emperador. Las hacían dormir a su lado, para descartar a las que roncaban, a las sonámbulas o a las que emitían flatulencias durante el sueño.
La organización del harén era estricta, aunque variaba de acuerdo a las preferencias de cada emperador. Allí mandaba la emperatriz, seguida por las consortes, que eran las madres de herederos varones. Y por último, las concubinas. A ese grupo iban llegando las chicas más jóvenes, y permanecían las mujeres que no quedaban embarazadas o las que parían niñas.
Emasculados para servir
Pero el harén no estaba formado sólo por mujeres. También había eunucos, que eran hombres castrados que mantenían la seguridad y el orden dentro del harén. La amputación del pene y los testículos era un requisito para entrar en los aposentos de las concubinas, porque era la única manera de asegurar que todos los niños de las mujeres del harén eran hijos del emperador.
Desde los tiempos mas remotos, y especialmente después de la llegada del confucianismo, los hombres chinos exigían una estricta pureza moral en sus mujeres. Y dentro del palacio se necesitaban hordas de hombres sexualmente impotentes para proteger la castidad de las damas imperiales.
La presencia de numerosos eunucos garantizaba que cada niño nacido allí fuera engendrado por el monarca. A los hombres que no eran eunucos, incluso a los parientes del gobernante o de sus consortes, se les prohibía acercarse a los aposentos de las mujeres bajo pena de muerte.
Los eunucos llegaban a la corte por diferentes vías. Una octava parte eran niños pequeños que fueron entregados por sus padres para recibir la recompensa en efectivo, y con la esperanza de que sus hijos tuvieran una vida sin carencias. Algunos eran adultos pobres que elegía la emasculación para evitar una vida de delincuencia y mendicidad. Otros eran delincuentes condenados a muerte, cuyas sentencias fueron conmutadas por la castración. Y la minoría eran hombres que elegían ser eunucos, atraídos por el estilo de vida aparentemente tranquilo que vivían en el palacio.
La presencia de eunucos en la Ciudad Prohibida tenía otra motivación aún más insólita. La corte imperial evitaba a toda costa que los súbditos observaran fallas humanas de los emperadores. Así que solo los eunucos eran considerados lo suficientemente cobardes como para mirar en silencio los defectos y manías de los gobernantes.
Los registros históricos muestran que los eunucos fueron subestimados y que la amputación de sus genitales sólo les impedía tener hijos pero no siempre los despojaba de la codicia y las ambiciones de poder.
Algunos eunucos llegaron a tener mucha influencia sobre los emperadores, al punto de controlar algunos asuntos de estado. Otros provocaron las caídas de algunas dinastías. Ese poder se mantuvo por los intereses económicos y políticos de las familias consortes y por el estricto estilo de vida que exigía el papel del emperador.
El sistema de eunucos perduró hasta el siglo X. Fue abolido el 5 de noviembre de 1924 tras la expulsión del último emperador Puyi de la Ciudad Prohibida.
Fuentes: South China Morning Post, Ancient Origins, Urological Science Research