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Jefes de Estado de todo el planeta se han presentado ante el resto del mundo desde hace tres cuartos de siglo en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ayer, en el famoso recinto ubicado en Nueva York, fue el turno del presidente de Colombia, Gustavo Petro. El quinto jefe de Estado en hablar, alrededor de las 11:00 de la mañana hora local, pronunció un discurso con el que dejó claro lo que piensa y representa, pero, sobre todo, a lo que aspira: liderar desde América Latina un cambio de paradigma en la lucha antidrogas y promover acciones importantes frente a la crisis climática.
A pesar de que la atención de las potencias mundiales está centrada en la guerra de Ucrania, con últimos anuncios recientes desde el Kremlin y la OTAN que auguran que el final de ese conflicto no está cerca, en la jornada del martes de la Asamblea General tuvo un protagonismo claro de América Latina: se dirigieron a ella también los líderes de Brasil, Chile, Paraguay, Honduras, Bolivia, Perú, Guatemala, Argentina y El Salvador. En ese contexto, el presidente Petro destacó al hablarle de frente al poder, con críticas al intervencionismo histórico de Estados Unidos, la dependencia global al petróleo y los efectos -económicos, sociales y medioambientales- del capitalismo especulador.
El presidente Petro no solo habló en nombre de Colombia, sino que lo hizo como vocero de toda América Latina. Eso rompe con la tradicional política exterior colombiana, que no se ha caracterizado por mostrarse como líder regional en el escenario internacional. Petro mostró que busca ser una de las caras visibles de la región, pues la defendió en su conjunto como principal víctima de la lucha contra las drogas y una de las zonas cero del cambio climático, ejemplificada especialmente por la destrucción de la selva amazónica, que comparten ocho países.
Petro desde el principio ha tenido una proyección internacional. Para él es muy útil el apoyo de la comunidad internacional para llevar a cabo las profundas transformaciones que tiene en mente. Por un lado, argumenta, la política antidrogas es, por definición, un problema tanto de los países consumidores como de los productores, bajo la lógica de la corresponsabilidad; Colombia, como el lugar de origen de cocaína por excelencia, dice, debería ser uno de los líderes en el diseño de esa política internacional. En el plano medioambiental, asegura, la cuenca amazónica, “el pulmón del mundo” que abarca tantos países en el continente, debe ser protegido, ahora sí, a capa y espada; y eso requiere coordinación regional e incluso mundial para ser efectiva.
No son objetivos menores los que planteó en su presentación frente al resto de los líderes mundiales. Mucho más dependerá en cómo se desenvuelva en el cara a cara –en este viaje se codea con líderes de la Unión Europea y, crucialmente, por primera vez con Joe Biden– y cómo aterriza un mensaje tan hostil hacia las potencias con las cuáles quiere contar.
El Pais