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CNN
Moscú y Beijing estuvieron entre los primeros en reconocer el triunfo del oficialismo en las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, aún cuando la oposición mostraba otros números y publicaba las presuntas actas con los resultados desglosados, que el Consejo Nacional Electoral aún no muestra.
Felicitaron a Maduro a pesar de que los veedores internacionales declaraban no poder ratificar el proceso y los países de la región se debatían entre rechazarlo todo, entre ellos Argentina, Costa Rica y Uruguay, y reconocer al opositor Edmundo González, o plantear la necesidad de al menos mostrar el desglose de los resultados oficiales, como Brasil, México y Colombia.
Las cuestionadas elecciones presidenciales han devenido en una crisis política para Venezuela, que continúa en la incertidumbre a medida que crecen la detenciones de opositores.
Pero hay un grupo de países, liderados por Rusia y China, que han apoyado sin condiciones al gobierno de Maduro.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, felicitó a Maduro por su victoria un día después de las elecciones, según informó el Kremlin en Telegram. «Estoy seguro de que sus actividades al frente del Estado seguirán contribuyendo a su desarrollo progresivo en todas las direcciones», dijo Putin.
Ese mismo lunes el Ministerio de Exteriores de China también congratuló a Maduro por su «exitosa reelección». «China felicita a Venezuela por el éxito de las elecciones presidenciales», agregó el portavoz Lin Jian.
No son los únicos países en haber celebrado el éxito de Maduro: también los gobiernos de Cuba, Irán, Bolivia, Honduras y Nicaragua, entre otros, lo hicieron. Pero son dos de las grandes potencias militares y económicas, en el caso de China, del mundo, y están en medio de una creciente rivalidad con Estados Unidos.
¿Qué intereses tienen Rusia y China en esta crisis y por qué apoyan la continuidad del chavismo en el poder?
Rusia, el eterno aliado
En su mensaje de felicitaciones, Putin resaltó que las relaciones entre Rusia y Venezuela «tienen el carácter de una asociación estratégica». «Quisiera confirmar nuestra disposición a proseguir nuestro constructivo trabajo conjunto», desarrolló.
Las relaciones estrechas con Rusia ha sido una constante del chavismo desde su llegada al poder en 1999, y ambos países son centrales para los intereses del otro.
El vínculo se inició en el plano militar, cuando Venezuela comenzó a comprar armamento a Rusia luego de que en 2006 Estados Unidos, su usual proveedor, frenara sus exportaciones de armas al país, al que acusaba de no cooperar en la lucha contra el terrorismo promovida por Washington. Especialmente entre 2007 y 2013, las compras de armas se multiplicaron.
Venezuela opera actualmente una gran cantidad de equipo militar ruso, que coexiste con material de origen estadounidense y europeo comprado en anteriores gobiernos. De acuerdo con el balance militar 2024 del International Institute for Strategic Studies (IISS), entre los sistemas operados figuran los tanques T-72B1 y los transportes blindados de tropas BMP-3 y BTR-80a; los lanzacohetes BM-21 Grad y 9A52 Smerch; los helicópteros de ataque Mi-35M2 Hind; y los cazabombarderos Su-30MKV.
Luego crecieron los acuerdos de cooperación y los numerosos encuentros entres sus líderes. Chávez visitó Moscú por primera vez en 2001, y siguió viajando regurlarmente durante su presidencia. Así también lo hizo luego Maduro, que además en 2019 mudó la oficina europea de PDVSA de Lisboa a Moscú (mientras crecía la colaboración con la petrolera estatal rusa Rosneft).
Por otro lado en septiembre 2008 una flota de la marina de Rusia visitó Venezuela y realizó ejercicios navales en el Caribe, estratégicamente cerca de Estados Unidos, por primera vez desde la Guerra Fría.
Fue la primera de muchas visitas de la Armada Rusa a lo largo de casi dos décadas: precisamente este 6 de agosto el buque escuela Smolny arribó al puerto de La Guaira, en Venezuela, tras pasar por Cuba, según la agencia estatal TASS. Un mes antes, fue el turno de la fragata Gorshkov.
Los intercambios de apoyo diplomático han sido, también, recurrentes en estos años: en febrero de 2019 Rusia –junto a China– vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que declaraba a las elecciones presidenciales de 2018 como injustas y pedía la realización de nuevos comicios.
Mientras que en marzo de 2022 Maduro, poco después de la invasión rusa de Ucrania, mostró su «apoyo a las acciones decisivas de Rusia» y al mismo tiempo «condenó la actividad desestabilizadora de Estados Unidos y la OTAN».
Precisamente, la guerra en Ucrania, que ha llevado a Estados Unidos y Europa a establecer nuevas sanciones contra Moscú y ha generado un enorme costo económico para el estado ruso, es el contexto en el cual Rusia está midiendo ahora su relación con Venezuela y los intereses en juego.
¿Cómo ven esta relación desde Moscú y desde Occidente?
«Rusia y Venezuela están en el mismo lado de las barricadas en materia de política global», resumió el analista Oleg Barabanov, del influyente centro de pensamiento ruso Valdai Discussion Club, en un encuentro sobre geopolítica de Venezuela.
Barabanov ha dicho que «gracias a la cooperación con Venezuela, Rusia puede reforzar seriamente su presencia política y económica en América Latina».
Dmitry Razumovsky, también analista del centro Valdai, ha escrito que la «soberanía política» de Venezuela «es un factor crucial que le permite sumarse a la construcción de un verdadero mundo multipolar o, para ser más precisos, de un orden mundial policéntrico», lo cual está en el «centro de la cooperación estratégica de Rusia».
«Para nosotros, Estados Unidos está asociado principalmente a la política de sanciones; para nosotros, la presencia en América Latina está siempre relacionada con la superación de esta barrera de las sanciones», señaló, por su parte, Nikolai Sophinskiy, experto en América Latina de la Academia de Ciencias de Rusia.
Del otro lado de aquella barricada, en un reciente artículo publicado tras las elecciones en Venezuela, Christopher Sabatini, investigador del centro de pensamiento británico Chatham House, señaló que Venezuela es un «aliado simbólico» de Rusia en su oposición a Estados Unidos, y eso habría quedado demostrado con el envío de buques de guerra rusos a puertos venezolanos antes y después de las elecciones.
En forma similar, John E. Herbst y Jason Marczak, del Atlantic Council, han destacado que la relación estrecha con Venezuela cumple un eje central de la política de Rusia en el Hemisferio Occidental: servir de distracción para Estados Unidos en su zona de influencia y de vehículo para restaurar el rol de Moscú como árbitro de la seguridad internacional.
China y el eje económico
«China y Venezuela son buenos amigos y socios que se apoyan mutuamente. China concede gran importancia al desarrollo de las relaciones China-Venezuela y está dispuesta a trabajar con Venezuela para enriquecer continuamente la connotación de la asociación estratégica China-Venezuela», dijo el portavoz Lin Jian en su mensaje de felicitaciones a Maduro.
Se trata de la otra gran amistad que mantiene el Gobierno de Maduro pero, a diferencia de Rusia, sus bases son económicas y no militares
China es el socio comercial más importante de Venezuela. Según datos del 2022 del Observatorio de Complejidad Económica, China es el principal destino de las exportaciones venezolanadas (16,4%) y el principal origen de sus importaciones (31,4%).
Venezuela vendió en 2022 a China principalmente derivados del petróleo y minerales por un valor de US$ 703 millones. Mientras que importó productos manufacturados de todo tipo por un valor de US$ 3.000 millones.
Los números no tienen comparación con el intercambio con Rusia: en 2019 Venezuela exportó a Rusia bienes y servicio por US$ 1,57 millones; e importó por un valor de US$ 92,5 millones, de acuerdo con la misma fuente.
Pero no se trata solo de intercambios comerciales.
Venezuela ha recibido más préstamos de parte de China que ningún otro país de América Latina. Según el Inter-American Dialogue, la cifra asciende a US$ 59.200 millones distribuida en 17 préstamos.
Por otro lado las inversiones de empresas chinas en Venezuela entre 2005 y 2024 ascienden a US$ 4.570 millones, casi todas en el sector energético, según el American Enterprise Institute, un instituto de investigación basado en Washington.
En medio del colapso económico en la última década, la capacidad de Venezuela de pagar estas deudas ha estado en discusión y no está claro cuánto aún debe. Según estimaciones independientes citadas por Reuters, aún restan pagar unos US$ 10.000 millones y China ha negociado varios períodos de gracia.
«Venezuela es un aliado conveniente en la competencia de Beijing con Washington. El país está estratégicamente situado en una región que suele definirse como la esfera de influencia de Estados Unidos, cuenta con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo y está gobernado por un presidente que desafía repetidamente el poder de Estados Unidos», escribe Sabatini.
Desde hace tiempo, y como Cuba en el pasado, Venezuela ha estado en el centro de la disputa geopolítica entre Estados Unidos y Rusia. China se ha sumado. Y todo estos intereses están, también, en juego en cada crisis política venezolana.