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FMI
Norman Loaiza
En el informe Perspectivas económicas mundiales se pronostica que se producirá la tasa de crecimiento más baja en tres décadas en 2023, con la excepción de 2009 (la crisis financiera mundial) y 2020 (la pandemia de COVID-19).
Además, en el documento Falling Long-Term Growth Prospects ,Caída de las perspectivas de crecimiento a largo plazo, publicado recientemente, se advierte que la disminución de la tasa de crecimiento a largo plazo de la economía mundial podría traducirse en una “década perdida”, y limitar la capacidad de los países para combatir la pobreza y abordar el cambio climático.
Las proyecciones mesuradas del Grupo Banco Mundial son coherentes con las opiniones de líderes empresariales de todo el mundo, entre los que ha aumentado el pesimismo en los últimos meses .
Las numerosas quiebras bancarias en las últimas semanas han causado turbulencias en el sector bancario y han reavivado los temores de una crisis financiera.
Quizás no se concreten las grandes esperanzas, compartidas por muchos, de una sólida recuperación económica tras la pandemia. Las malas noticias sobre el crecimiento son siempre alarmantes: el bajo crecimiento implica pobreza y vulnerabilidad; esto, a su vez, puede conducir a disturbios sociales, crisis políticas, delitos y violencia.
Frente a la caída del crecimiento y la posibilidad de una recesión, la respuesta macro económica tradicional consiste en políticas fiscales y de expansión monetaria.
Para muchos países, sin embargo, puede que no sea factible en el contexto actual. Las crisis de la deuda pública que afectan a muchos países en desarrollo y avanzados limitan gravemente las políticas fiscales expansivas.
Ya sea debido a la baja actividad económica y, por lo tanto, a los bajos ingresos públicos o al mayor gasto público para apoyar a los hogares y las empresas afectados, la pandemia de COVID-19 aumentó la deuda pública en todo el mundo.
Una deuda elevada implica que una gran parte de los recursos públicos se destina al pago de intereses, lo que reduce la capacidad de obtener financiamiento adicional en forma de deuda, que también puede ser demasiado caro. En estas circunstancias, es posible que simplemente no exista el “margen fiscal” para que los Gobiernos diseñen una respuesta fiscal.
Una política monetaria expansiva contrarrestaría los esfuerzos para reducir la inflación en los países en desarrollo y avanzados. Ya sea debido a factores de la oferta, por ejemplo, interrupciones en las cadenas de suministro mundiales o factores de la demanda, por ejemplo, liquidez excesiva, la inflación ha aumentado considerablemente, y es una preocupación importante tanto para las personas como para los responsables de formular políticas.
De nuevo, el “espacio monetario” para que los Gobiernos generen una respuesta a la desaceleración del crecimiento quizás no sea factible.
En la mayoría de los países —si no todos—, el sector privado es el motor del crecimiento económico.
Un componente fundamental de la actividad del sector privado es la inversión privada; es uno de los principales mecanismos mediante el cual los empresarios pueden aportar a la innovación, la creación de empleo y los nexos con el resto de la economía.
Si bien la inversión pública es importante, la inversión privada representa, en promedio, tres cuartas partes de la inversión total en los países en desarrollo.
La inversión privada se ve impulsada por las expectativas de riesgos y rendimientos en las economías, los sectores y las empresas y, en gran medida, estas expectativas son determinadas por cuán propicio es el entorno empresarial.
La inversión privada como porcentaje del PIB disminuyó en la mayoría de las regiones después de la crisis financiera mundial de 2009, y esto es preocupante. ¿Se puede revertir esta tendencia?