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Por Gerney Ríos González
Las ocho naciones de mayor influencia del Amazonas se comprometieron a llevar a la práctica un plan de desarrollo sostenible. En tal sentido con el apoyo del IICA, crearon el Programa Cooperativo de Investigación y Transferencia Tecnológica para los trópicos suramericanos (procitrópicos) “Todo el territorio de los bosques tropicales, sabanas y pie de monte puede ser salvado”, diagnosticó el director general del IICA al referirse a la capacidad de las ocho naciones de aprovechar recursos de tecnología, avances de la biología, telecomunicaciones, física e informática para fomentar métodos de uso productivo de la tierra y preservación de la naturaleza y sus especies.
Existen conocimientos para conjugar el desarrollo económico en función de agricultura y agroindustria con la defensa de la naturaleza.
De la preservación de la zona, calculada en mil millones de hectáreas, depende el futuro económico de las ocho naciones, ya que las pérdidas de suelos o desertificación supondrían grave riesgo para su supervivencia. El 33 por ciento del territorio boliviano pertenece a la región, lo mismo que el 84.5 del brasileño, el 56 del colombiano, el 38.2 del ecuatoriano, el 91.3 del guayanés, el 58 del peruano, el 78 del surinamés y el 70 del venezolano. Estadísticas del IICA indican que 80 millones de hectáreas, un sector tan grande como Bolivia o Colombia, se perdieron para la ganadería y la agricultura o están en proceso de desperdiciarse.
La gravedad del menoscabo de las tierras cultivables en los ocho Estados aumenta en la medida en que crece su población, que para el año 2006 se estimaba en 286 millones de habitantes. A la descontrolada colonización y uso indiscriminado de los suelos deforestados se suman el desaprovechamiento de las variedades de productos carbohidratados que ofrece la región y preferencia de industrialización sobre una política forestal.
Otro rompecabezas derivado de la destrucción de las selvas suramericanas es el riesgo en los próximos 40 años, de la desaparición entre 100.000 y 350.000 especies vegetales. La pérdida de la protección natural de los bosques ya se traduce en problemas concretos, como la amenaza de la palma africana aceitera, las pestes y enfermedades de la fruta, el peligro para la producción del cacao, café (roya del cafetero) y el caucho.
Reseñar lo que el tratado mismo informa: “la colonización espontánea o mal planificada, con el fin de producir cultivos de ciclo corto y desarrollar ganadería extensiva, condujo al acelerado deterioro de algunas áreas de la región, especialmente La Ceja de la selva de Perú; Rondonia y Acre en Brasil, el nordeste ecuatoriano y el Ariari, Caquetá y Putumayo en Colombia”.
La deforestación hasta 1985, con la tesis económica demo-liberal manchesteriana del dejar hacer, fielmente practicada por gobiernos neoliberales y dictaduras militaresera estimada en 79.6 millones de hectáreas (12,6% del área forestal). Durante la década de los años 80 se perdieron en la región unos 5.7 millones de hectáreas anuales.
De los territorios deforestados por los flujos de colonización descontrolada, el 1.5 por ciento sufrió la desertización de los suelos, principalmente el pie de monte y las sabanas, caracterizadas por las llanuras secas y la vegetación baja.
Culpables la economía subterránea, ganadería, siembras extensivas de arroz y palma africana. La minería legal o no, la explotación petrolera ávida de ganancias en aras del progreso y la civilización de la aldea global, serán responsables directos de la emergencia soportada por Colombia en el siglo XXI.