El escritor norteamericano, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1962, nació el 27 de febrero de 1902
News Press Service
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La de John Steinbeck es una de las obras más importantes de la literatura norteamericana en los últimos cien años. Dueño de una prosa magistral y capaz de saltar con virtuosismo de un género al otro, supo cosechar grandes títulos y retratar como pocos la sociedad de la época.
Steinbeck escribió y publicó alrededor de una treintena de obras, entre novela, cuento, crónica y guiones para cine, de los cuales algunos estuvieron nominados a los Premios Óscar en las décadas del 40 y el 50.
Por el conjunto de su obra y su “escritura realista e imaginativa, combinando el humor simpático y la aguda percepción social”, recibió en 1962, un año después de que lo hiciera el autor de “Un puente sobre el Drina”, Ivo Andrić, el Premio Nobel de Literatura.
Para aquella época, Steinbeck era ya un autor conocido y celebrado, especialmente, por su novela “Las uvas de la ira”, la cual le había merecido el Premio Pulitzer en 1940. Sin embargo, la decisión de la Academia Sueca de otorgarle el máximo galardón de las letras al nacido en California fue ampliamente discutida.
Muchos críticos del momento publicaron fuertes misivas en contra de quien, para ellos, era un autor de talento limitado. The New York Times calificó el premio como “uno de los mayores errores de la Academia” y envió una carta para exigir una revisión al respecto, señalando que “surgen preguntas sobre la mecánica de la selección y cuán cerca está el comité del Nobel de las principales corrientes de la escritura estadounidense (…) [Nos] parece interesante que el laurel no fue otorgado a un escritor cuya importancia, influencia y cuerpo de trabajo ya habían causado una impresión más profunda en la literatura de nuestra época”.
Duramente criticado por haber aceptado el premio, el propio Steinbeck reconoció un día que consideraba que había otro buen número de autores que lo merecían un poco más que él.
Su biógrafo, Jackson Benson, escribió que “su honor fue uno de los pocos en el mundo que no se podía comprar ni ganar por medio de una maniobra política. Fue precisamente porque el comité emitió su juicio (…) según sus propios criterios, en lugar de conectarse con “las principales corrientes de la escritura estadounidense” (…)”.
Cuando se cumplieron 50 años de la entrega del Nobel a Steinbeck, en 2012, la Academia reveló que el galardón al norteamericano fue “una opción de compromiso” en medio de un listado de autores británicos, franceses y daneses (Robert Graves, Lawrence Durrell, Jean Anouilh, Karen Blixen). Y recalcó que, luego de unos años en que su obra pasó a un plano menor, ha recuperado con el tiempo su grandeza, al lado de autores cuya tradición es cercana, como Ernest Hemingway o Sinclair Lewis.
Seis años después del galardón, Steinbeck falleció en Nueva York a causa de una insuficiencia cardiaca. Escribió tres libros más en ese periodo, todos de no ficción, y dos aparecieron de manera póstuma, en 1976 y 1989.
Aunque discutido, el norteamericano es considerado hoy una de las grandes plumas de la literatura universal durante el siglo XX. Han pasado 120 años desde su llegada a este mundo y su obra sigue dando de qué hablar. Películas, documentales, libros sobre su vida y obra, estudios, adaptaciones. Una buena variedad de formatos, lecturas y reinterpretaciones han surgido, y siguen surgiendo a partir de su trabajo.
A propósito de la efeméride, recordamos aquí tres de sus títulos más notables, a la espera de que, si hay algún lector por ahí que no lo haya leído aún a Steinbeck, se inicie a partir de aquí:
De ratones y hombres (1937)
Lennie tiene una desventaja mental, es tan bruto como tierno, recorre los caminos junto al pícaro e ingenioso George. Son dos figuras errantes en el paisaje rural de la Gran Depresión que asoló Norteamérica, en busca siempre de cualquier trabajo que les permita sobrevivir. En esta novela, que fue llevada a la pantalla en 1992, Steinbeck narra la relación entre Lennie y George. La amistad entre estos dos seres marginados y su enfrentamiento al convencional y civilizado mundo de los poderosos es producto de un costado humano que sigue hoy tan vigente como cuando se escribió esta novela, hace más de sesenta añoFuente: Lecturalia.
“Unas millas al sur de Soledad, el río Salinas se ahonda junto al margen de la ladera y fluye profundo y verde. Es tibia el agua, porque se ha deslizado chispeante sobre la arena amarilla y al calor del sol antes de llegar a la angosta laguna. A un lado del río, la dorada falda de la ladera se curva hacia arriba trepando hasta las montañas Gabilán, fuertes y rocosas, pero del lado del valle los árboles bordean la orilla: sauces frescos y verdes cada primavera, que en las junturas más bajas de sus hojas muestran las consecuencias de la crecida invernal; y sicomoros de troncos veteados, blancos, recostados, y ramas que se arquean sobre el estanque. En la arenosa orilla, bajo los árboles, yacen espesas las hojas, y tan quebradizas que las lagartijas hacen un ruido semejante al de un gran chisporroteo si corren entre ellas. Los conejos salen del matorral para sentarse en la arena al atardecer, y los terrenos bajos, siempre húmedos, están cubiertos por las huellas nocturnas de los coatíes, y por los manchones donde se han revolcado los perros de los ranchos, y por las marcas en forma de cuña partida dejadas por los ciervos que llegan para abrevar en la oscuridad. Hay un sendero a través de los sauces y entre los sicomoros; un sendero de tierra endurecida por el paso de los niños que vienen de los ranchos a nadar en la profunda laguna, y por el de los vagabundos que, por la noche, llegan cansados desde la carretera para acampar cerca del agua. Frente al bajo tronco horizontal de un sicomoro gigante se alza un montón de cenizas, resto de muchos fuegos; el tronco está pulido por los hombres que se han sentado en él” – (Fragmento).
Las uvas de la ira (1939)
Distinguida con el Premio Pulitzer en 1940, “Las uvas de la ira” describe el drama de la emigración de los componentes de la familia Joad, que, obligados por el polvo y la sequía, se ven obligados a abandonar sus tierras, junto con otros miles de personas de Oklahoma y Texas, rumbo a la “tierra prometida” de California. Allí, sin embargo, las expectativas de este ejército de desposeídos no se verán cumplidas. Entre las versiones cinematográficas que se le han hecho, destaca la memorable protagonizada por Henry Fonda y dirigida por John Ford.
Fuente: Alianza Editorial.
“La gente viene con redes para pescar en el río y los vigilantes se lo impiden; vienen en coches destartalados para coger las naranjas arrojadas, pero han sido rociadas con queroseno. Y se quedan inmóviles y ven las patatas pasar flotando, escuchan chillar a los cerdos cuando los meten en una zanja y los cubren con cal viva, miran las montañas de naranjas escurrirse hasta rezumar podredumbre; y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listos para la vendimia” – (Fragmento).
Al este del edén (1952)
Epopeya de resonancias bíblicas que inspiró la célebre película homónima dirigida por Elia Kazan y que contó con James Dean en el papel del mítico Cal Trask, narra las vicisitudes de dos familias a lo largo de tres generaciones, desde la guerra de Secesión hasta la segunda guerra mundial, en el lejano valle Salinas, en la California septentrional. Tras acompañar a la familia Hamilton a su épico asentamiento en la región, el lector penetra en el sofocante mundo de los Trask, en el que el severo Adam —tras ser abandonado por su mujer, a quien nadie de la familia osa nombrar— intenta educar en el recto camino a sus hijos Cal y Aron, nuevos Caín y Abel, que entablan una pugna soterrada por el reconocimiento de su padre. Cuando Cal se siente extrañamente atraído por la misteriosa Cathy Adams, que regenta el burdel más célebre de la región, la maldición caerá sobre el joven, en adelante condenado a permanecer al este de un elusivo Edén.
Fuente: Planeta de Libros.
“Creo que es la historia más conocida del mundo, porque es la historia de todos. Creo también que esta historia simboliza el alma humana. Lo explicaré a mi manera y les ruego que no me interrumpan si no soy lo suficientemente claro. El mayor terror que puede padecer un niño es no sentirse amado, y el rechazo constituye para él un verdadero infierno. Creo que todo el mundo, en mayor o en menor grado, ha experimentado esta sensación. Y con ella viene la ira, y tras la ira, el crimen, sea cual sea, como venganza por el abandono, y tras el crimen, la culpa; esta es la historia de la Humanidad. Yo creo que si esa sensación de abandono pudiese ser amputada, los hombres no sería lo que son. Puede que hubiera muchos menos locos, y seguro que no habría tantas cárceles. Eso es el comienzo de todo. Un niño, al sentirse rechazado por aquel que ama, da puntapiés al gato, y oculta su culpa secreta; y otro roba para que el dinero le devuelva el amor negado; y un tercero conquista el mundo…, pero siempre encontraremos la culpa, la venganza, y más culpa. El hombre es el único animal culpable. Si embargo, pienso que esta vieja y terrible historia es importante, porque constituye un mapa del alma, del alma secreta, rechazada y culpable” – (Fragmento).