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Por Gerney Ríos González
El lenguaje practicado en las nuevas tierras descubiertas por serendipia por los europeos antes de 1492 y años siguientes, tenía el ingrediente de las palabras aportadas por los árabes durante su permanencia en suelo ibérico que son de uso frecuente en transacciones comerciales, en la oferta y la demanda, en las conversaciones familiares, en conferencias y simposios.
Con la tecnología de punta en pleno desarrollo, los idiomas castellano e inglés marcan el derrotero del progreso. Pero no se debe pasar de largo que el territorio de América antes del Descubrimiento, en la Conquista, en la invasión humana europea que ocupó las tierras del norte, centro y sur del inmenso Continente, estaba poblado por habitantes endémicos, raizales, agrupados en las comunidades indígenas del pasado que casos -Colombia, Bolivia, Perú, Ecuador, México, Guatemala-, aún subsisten en resguardos organizados por los Estados, conservando sus costumbres, visión cosmogónica del universo, la tierra y sus satélites, la adoración al sol y la luna, sus ritos religiosos y funerarios, sus “autoridades” al interior de sus conglomerados, la alimentación, la caza, la pesca y la agricultura artesanal similar a la ejecutada en el comienzo de la organización del campo y el respeto por la selva tropical.
El hecho central en la vida de los indígenas lo constituye el ramillete de los dialectos en los países con comunidades raizales, que aún subsisten, pese a la insistencia del idioma castellano de penetrar en sus saberes y comprensión del mundo que las rodea.
Hace años en peregrinación hacia el sur de Colombia, visitamos el Instituto Lingüístico de Verano en el departamento del Meta, una construcción ciudad-rural, obra de norteamericanos interesados en conocer y traducir al inglés y castellano los dialectos indígenas, que varían de una a otra comunidad.
Los españoles que llegaron a las playas de América fueron sorprendidos, creyendo estar en Indias Orientales, pues hallaron nativos desnudos, animales, armas, utensilios de caza y pesca, y costumbres no conocidas. A algunas pusieron nombres castellanos y grabaron en sus cerebros denominaciones indígenas para designar propiamente los objetos. En San Salvador; Isla Española; en Juana, hoy Cuba; en San Juan Bautista, actual Puerto Rico, los invasores primigenios escucharon las palabras de los primeros dialectos.
El trato de originarios y españoles los familiarizó de tal manera que los primeros aprendieron “la fabla” española, el vernáculo castellano de esos siglos. Las mujeres nativas fueron eslabón humano de primer orden en la interpretación de lo que hablaban los forasteros y las respuestas de esos pobladores ignorados por el mundo descubierto.
Saberes
América, la Nueva España, fue escenario de aprendizaje de dialectos y en contraste, la enseñanza del castellano y la religión católica, una gigantesca hazaña de evangelización que llevaron a efecto sacerdotes, frailes, misioneros, llegados a estos predios universales acompañando a Colón en sus cuatro viajes por la mar-océano. La mujer autóctona fue compañera sentimental de no pocos invasores: doña Marina, la Malinche, amante de Hernán Cortés, parido en Medellín-Extremadura; doña María, asistente del padre de Las Casas en su misión evangelizadora de los originarios de Cumaná, para citar unas pocas. Existen centenares de anécdotas relativas al trato entre descubridores, conquistadores e indígenas.
Gran número de frailes, diseminados en los nuevos feudos para la religión de Roma, aprendieron dialectos nativos. Dominaron el náhuatl, mixteco, zapoteco, huasteco, chontal, otomí, totonaco, tarasco, todo en México donde sobresalían diez lenguas. Roma ordenaba su estudio. Pío X (Giuseppe Melchiorre Sarto), estimuló a los frailes dominicos y a los sacerdotes Misioneros de la Consolata, destacando su presencia evangelizadora en el eje Turin-Armero-Tolima-Caquetá. Fray Andrés de Olmos, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Toribio de Benavente se distinguieron en México allá por 1539 cuando llegó la imprenta. Fray Jerónimo Ramón Pané descolló con su erudición y la obra “Relación acerca de la antigüedad de los indios” en el año 1498, considerada el cimiento de la antropología en América.
Lingüista, que lo fue, Pané manejó varios dialectos y lenguas nativas, entre las cuales voces taínas: Se llevó a las mujeres de su cacique. Y ésta otra: Guanahona dijo a su cuñado en la canoa, “mira qué hermoso cobo hay en el agua. Cobo es el caracol de mar”.
Lenguas Vernáculas Enriquecen el Castellano
Los aportes indígenas en palabras al idioma castellano son invaluables para la historia del buen decir y la identificación de objetos, animales, parajes, tierras, elementos del diario vivir y hablar, asuntos meticulosamente sabios que enriquecen día a día las investigaciones lexicográficas que año tras año adelanta la Real Academia Española de la Lengua.
Ese organismo “científico” en la selección del magnánimo hablar y escribir ha recogido en sus estudios expresiones, y voquibles utilizadas en las lenguas, cientos de ellas que aun sirven a los milenarios. Las más influyentes en el español, a juicio de especialistas gramáticos son las palabras, caribes, náhuatl, quechua, araucano y tupi- guaraní. Voces calificadas en el diccionario monumental de la RAL como “indigenismos”, unas veces empleadas en las regiones de origen o intercaladas al idioma de Castilla.
Oriundos mansos
Cristóbal Colón, el navegante esclarecido en los siglos de la historia, hizo contacto con los primeros indígenas americanos en la isla de San Salvador, actual Haití. De este encuentro dio cuenta a los Reyes Católicos patrocinadores de su aventura, diciendo de ellos, en su pensamiento bipolar, que eran “gente de amor y sin pudicia… en el mundo creo que no hay gente ni mejor tierra; ellos aman a sus prójimos como así mismos y tienen un habla, la más dulce del mundo y mansa y siempre con risa”. Algunos datos que se pierden en la noche de los siglos indican que antes de la llegada de Colón, los nativos tainos fueron desterrados de las pequeñas Antillas por los pueblos caribes, donde imperaban dos lenguas: caribe y arahuaca en Santo Domingo y Cuba.
Las palabras acogidas y reconocidas por el idioma castellano aportados por lenguas y dialectos, son innumerables. Algunos ejemplos es menester señalarlos para conocer la importancia de los grupos raizales que desarrollaron sus propias expresiones lingüísticas para riqueza de países y generaciones humanas.
Fray Ramón Pané habla y escribe de conuco: “dicen, pues, (año 1496) que un día habiendo ido Yaya a sus conucos que quiere decir posesiones de su herencia”. Aun se utiliza en el Caribe para referir “sementeras”. Fernández de Quevedo cita enagua que son unas mantas cortas de algodón con las que nativas andan cubiertas desde la cintura hasta las rodillas”. Guayaba es referenciada por Pané. “Dicen que durante el día están recluidos los muertos y que por las noches salen a pasearse y que comen de cierto fruto que se llama guayaba, que tiene sabor de membrillo”. De hamaca explica el padre de Las Casas, “y en ellas duermen los indios, como redes colgadas”.
Gonzalo Fernández de Oviedo, trae la palabra huracán, ya en boga en el siglo XVI, “en lengua de La Española, quiere decir propiamente tormenta o tempestad muy excesiva”. Igualmente, de Las Casas apunta Jejen quien hablaba de Xexen. Y Bernal Díaz del Castillo autor de crónicas sobre la conquista de México por Hernán Cortés, a quien acompañó, afirma “… había siempre muchos mosquitos así de los zancudos como de los charcos, que llaman xexenes que son peores que los grandes”. Es voz náhuatl. “Tabaco viene del taíno y era usado en ceremonias de los pueblos americanos”, hoja de planta que crían con mucha diligencia para el efecto de estos tabacos…” escribe Fernández de Oviedo.
Yuca o mandioca, es voz guaraní, lo mismo que tapioca que es su fécula. “La he comido muchas veces y es muy buena fruta”, asegura este historiador cronista.
En el imperio azteca el idioma era náhuatl, según Diego Muñoz Camargo del siglo XVI, historiador mestizo. Cacao descrito por Fray Bernardino de Sahagún: “el fruto es como una mazorca de maíz”. Otras voces aparte de las culturas indígenas de América entre cientos más al diccionario castellano son: Coyote, tiza, tomate, chacra o chácara, coca, batata, vicuña, papa, voz quechua según Agustín de Zárate del siglo XVI, que escribiendo del Perú anotó: “los indios comen unas raíces que llaman papas, que son de hechura y aun casi con sabor de turmas de tierra”.
Dialectos Originarios al Idioma de Castilla
La reconquista de los territorios de España ocupados por árabes y musulmanes, aportaron durante su estancia, verdaderos tesoros idiomáticos, con el propósito de enriquecer el castellano. Pero no se había dado la unidad en esas rondas que comprendía la Península Ibérica, exceptuando Portugal y Navarra.
Por esas tierras se cruzaban las lenguas en vastas proporciones, además del vasco y el latín con sus desviaciones léxicas. En territorios norteños de España, hablaban, el gallego-portugués, leonés, castellano, navarroaragonés y catalán que tenían propia literatura; al sur era mozárabe, dialecto que utilizaban los cristianos en tierras ocupadas por los moros. El desarrollo del idioma castellano ocurre desde el siglo X, prolongado en los siglos XI, XII, XIII y perfeccionado día a día hasta las calendas actuales, catalogado junto el inglés, los idiomas del modernismo, el comercio y los negocios del mundo -la aldea global-, gracias al avance de las comunicaciones y la informática.
Estudiosos del fenómeno lingüístico, teólogos, humanistas, historiadores, cronistas y las obras conocidas entre las cuales, La Celestina de Fernando Rojas, el romancero y novelas sentimentales, nutrieron el acervo castellano, lengua oficial del imperio español. En pocos años, tras el descubrimiento, el idioma imperó desde California, Texas y Florida, llegando hasta la Tierra del Fuego. España fue en su momento estelar la nación más poderosa del mundo.
El castellano recibió abundantes palabras del inglés, francés, portugués e italiano. Con el idioma surgieron pintorescas posiciones humanas en las dos etapas conocidas como Descubrimiento y Conquista. Dice el filólogo Ángel Rosenblat de origen venezolano: “El hecho de la Conquista hizo que todos se sintiesen señores, con derecho a títulos, y adaptasen como modelo superior los usos y entre ellos, los usos lingüísticos de las capas superiores. Quedó en el ambiente el reflejo del habla vulgar de artesanos y campesinos, un tanto superada en el presente”.
Llegaron a América tras la entrada del Capitán Colón, gentes de bajo nivel cultural, entre los cuales gallegos, vizcaínos y catalanes que comenzaron a utilizar la base lingüística nacida en el siglo XVI.
Se trató de crecientes grupos de hidalgos pobres, bastardos, segundones, sin herencia y gentes de bajo nivel social, de oficios ínfimos, marineros, soldados, ex presidiarios, vagabundos. Pero también, hidalgos reconocidos en tierras españolas, bachilleres, licenciados y clérigos, gentes con cultura. La proporción de los viajeros fue superior en número de mujeres, doncellas de familias pudientes y nobles que a la postre casaron con encomenderos y propietarios de grandes territorios americanos.
La epopeya de América es también la epopeya del castellano; idiomas enriquecidos, con centenares de miles de palabras de otros lenguajes vigentes en el mundo hasta entonces descubierto y poblado: Europa.
De análoga manera, no debe olvidarse el aporte de palabras indígenas de uso corriente en el presente que, desprendidas de lenguas y dialectos nativos, entraron a formar parte del idioma de Castilla. La gran riqueza entregada por las comunidades raizales, las verdaderas dueñas de las tierras del excelente Continente Americano.
La influencia española se vio fortalecida por Italia. Modas, costumbres, ceremonias, fiestas religiosas de la que se vino a llamar la madre patria, fueron comunes en las cortes tanas-bachichas del Renacimiento o finales del siglo XV. Llegó también a Francia a principios del siglo XVI y el reinado de Luis XIII. Nació una época brillante en el desarrollo de la cultura europea. Aparecieron obras maestras en la literatura a medida que el castellano avanzaba en su perfección con nuevas voces. Vale mencionar Amadis de Gaula, La Celestina, El Lazarillo de Tormes, La Cárcel del amor, que se tradujeron a otros idiomas.
Los nombres de Miguel de Cervantes Saavedra, Garcilaso de la Vega, Fray Luis de Granada, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, fueron esclarecidos y reverenciados en la Europa culta; significó la época de mayor esplendor de la lengua castellana hasta el grado que miles de hispanismos, tomados en préstamo por otros idiomas, francés e italiano especialmente, destacándose la reciprocidad en esos lingüísticos intercambios, también inglés y portugués.
Cronistas de Indias, Escriben la Historia
El conquistador y explorador español, Pedro Cieza de León, periodista e historiador de la Comunidad Andina de Naciones, llamado “el príncipe de los cronistas hispanos”, perteneció al género de hombres que vinieron a Colombia, Perú y Ecuador, como soldados y a los que el Nuevo Mundo convirtió en visionarios analistas o geógrafos. Con tan sólo 15 años embarcó hacia Cartagena de Indias en el año 1535. Escribió sobre el quechua, la lengua general del imperio incaico. Autor de la Crónica del Perú (1553) que sirvió para conocer la idiosincrasia de la población indígena suramericana.
Cieza de León de paso por Armero-Tolima (1545), fue testigo insular de una erupción del volcán Nevado del Ruíz que describió con lujo de detalles en su vernáculo castellano, al cual, con el transcurso de los años, (1595-1845-1985) no se le puso la debida atención para evitar desgracias de los moradores circunvecinos, las tribus indígenas panches, pijaos, pantágoras, tolaimas, mariquitanes, gualíes, bocanemes, guarinoes, hondas, hondamas, bledos y coloyes. La historia se repitió, la NOCHE FINAL, llegó, el año 1985, un fatídico 13 de noviembre, 32 mil muertos, 15 mil sobrevivientes, la mayor tragedia en Colombia. Catástrofe anunciada, Belisario Betancur Cuartas, presidente de Colombia, hizo caso omiso de mis artículos periodísticos, estaba dedicado a negociar con los narcotraficantes y ratear a Colombia. Mi madre, mi abuela y 70 familiares directos desaparecidos. El Estado no respondió por nada, Se robaron absolutamente todo. La huella está en mi rancho, ubicado en la carrera 14 N. 13 – 45, de mi amada Armero.
Lenguaje Inca
El quechua, idioma general en las heredades de los Incas. Su imperio era la selva con clima templado. La lengua raizal se extendió en toda la parte sur de América, la Nueva España como se llamó en los primeros siglos. Pedro Cieza de León escribió al respecto: “…la cual, lengua del Cuzco, es muy buena, breve, y de gran comprensión y abastada de muchos vocablos, y tan clara que en pocos días yo la traté supe lo que le bastaba para preguntar muchas cosas por donde quiera que andaba”.
El cronista también incursionó en la etimología de las palabras de la lengua quechua y de chacra o chácara, dice lo que sigue: “…no dejaban de tener sus chácaras, (donde se cultivaban cereales, y se criaban cerdos y aves de corral) que es nombre de heredades, donde cogían sus maíces y otros mantenimientos con que sustentaban a las mujeres con toda su demás familia…”.
El destacado literato español del Renacimiento, militar y poeta, Garcilaso de la Vega, refiere en sus escritos a la coca “yerba que los indios comen, la cual no era tan común como ahora (en poder de mafias de narcotraficantes en el más fabuloso y millonario negocio mundial, incontrolable por los gobiernos de la Tierra). Porque no la comían sino el Inca y sus parientes y algunos curacas, (gobernantes y hechiceros) a quien el rey por mucho favor y merced, enviaba algunos cestos de ellas por año…”. Garcilaso junto al poeta Juan Boscán, introdujeron al castellano el uso del verso endecasílabo.
La magnificencia inca fue posibilitada por el pensamiento geologístico que sirvió de conector del territorio. Las rutas integradoras permitieron que las políticas de Estado llegaran de Cusco, su capital, hasta los puntos más recónditos, verbigracia, del afluente Ancasmayo en Colombia y el tributario Maule en Chile donde en una semana la orden inca era ejecutada inmediatamente. Los vasos comunicantes contaban con una infraestructura que enlazaban a Cusco con el occidente (Kuntisuyu), al oriente (Antisuyu), al norte (Chinchasuyu) y al sur (Kollassuyu), empalmando todo un imperio, con códigos claros, precisos y concisos.
El “tupi-guaraní pertenece a la familia lingüística que va de Paraguay y Paraná difundida hacia el sur de América poco antes que Colón llegara con sus expedicionarios; el tupi es una lengua muerta, en tanto que el pueblo paraguayo habla el guaraní y castellano. En el siglo XVI dos jesuitas evangelizadores, Antonio Ruiz de Montoya (1583-1652) y José de Anchieta “el apóstol del Brasil” escribieron el primero, La gramática y su tesoro de la lengua guaraní y el segundo Arte degramática da lingua mais usada na costa do Brasil. Los religiosos aprendieron para ganar el favor de los milenarios y llevarlos a la fe católica, el guaraní, que les sirvió en su tarea evangelizadora.
Los libros impresos en 1639 y 1640 por Ruiz de Montoya en Madrid, son el Arte, el Vocabulario, el Tesoro y el Catecismo de la lengua guaraní. El Arte, una gramática general endémica, que tiene las ocho partes de la oración, abstracción aplicada a un gran número de idiomas, hechos de hablares particulares, de milenarios que estuvieron en una comunidad y en una geografía. Montoya aprendió guaraní en Asunción, que comunicó con los vivientes de las serranías de Mabaracayú, practicada por años en el Guairá y que conversó con los indígenas en el Paraná, en las costas de Uruguay y en el Itatín, región poblada por las tribus guaraníes conocidas como itatines, de quienes se considera que los actuales paí tavyterá son sus descendientes.
Sin consultar a los verdaderos propietarios milenarios de la tierra, considerados salvajes, en 1750, el Tratado de Madrid de límites entre España y Portugal, al abolir la línea del Tratado de Tordesillas, afectó a Paraguay con la perdida de la provincia de Itatín que fue cedida al Brasil portugués, según el Artículo VI: Desde la boca del Igurey continuará, aguas arriba, hasta encontrar su origen principal, y desde él buscará en la línea recta por lo más alto del terreno, la cabecera principal del rio más vecino que desagua en el Paraguay por su ribera oriental, que tal vez será el que llaman Corrientes… hasta encontrar los pantanos que forman este rio llamados la Laguna de los Xarayes, hasta la boca del rio Jaurú.
En el lenguaje de los aborígenes, guaraní significa guerra. Y este nombre fue aplicado por los españoles a los naturales agricultores que entre ellos se llamaban “ñe engatu o aba´ñe e´” traducidos por habla del hombre y habla hermosa. En guaraní la piña o ananás es abacachí; el maíz, abati; jacaranda, árbol, que en Venezuela es pusana; y bucanero de origen guaraní; además, cahuín- mentira en Chile; carioca en Río de Janeiro, acutí y pécari, roedor y jabalí, indistintamente.
Los siglos han llevado a los estudiosos a intercalar en la lexicografía castellana cientos de voces nativas que utilizaban los indígenas americanos antes de la hazaña del Descubrimiento. Muchas otras palabras siguen siendo de utilidad en los dialectos o lenguas naturales, sin que merezcan la autoridad académica. Son americanismos o vulgarismos, los cuales utilizan segmentos de población que ruedan de boca en boca y que, familiarizados con el ambiente y la rutina, son de general aceptación.
En Colombia, destaca la labor pedagógica y didáctica del desaparecido Instituto Lingüístico de Verano que por contrato con el Ministerio de Gobierno, imprimió cartillas, libros, dibujos del paisaje selvático, rostros de indígenas; tradujo al castellano e inglés dialectos y lenguas, inició a muchas comunidades nativas en la tecnología de cultivos y penetró la civilización conocida a esos grupos humanos que en la propia historia, siempre han sido los convidados de piedra en las oportunidades de vida digna y progreso material.
Eñe incorporada al castellano
En el año 711 de nuestra era, España perdió su unidad política por la invasión de los moros; en 1492 año del Descubrimiento de América, la guerra de reconquista de los territorios ocupados durante 800 años por los árabes, tocaba a su fin, con los esfuerzos de los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.
Cristóbal Colón el navegante que le dio gloria a España y al mundo conocido, trajo consigo el idioma castellano, que, por entonces estaba repleto de arcaísmos. Fue labor de varios siglos la emprendida por ejércitos de lexicógrafos empeñados en purificar la lengua de Castella, localidad que pasó a ser Castilla. Al reino fundado en 1474 pertenecían Asturias, Galicia, Extremadura, León, Murcia y Andalucía, provincias vascongadas. Fernando dominaba los antiguos reinos de Aragón, Cataluña, Valencia e Islas Baleares; Sicilia y Cerdeña que hoy son territorios de Italia.
Fray, apócope de fraile, usado precediendo el nombre de los religiosos, quienes asimilaron palabras propias de los descendientes de sociedades originarias, verbi y gracia, la escasa ñ de iñdoamérica, decimoséptima letra y decimocuarta consonante del abecedario castellano, llamada eñe, signo exclusivo del idioma que pronunciamos, socializada por los escribanos del español, diferenciándose de los demás caracteres que fueron adoptados del latín, lengua raíz del habla Hispanoamericana.
En el siglo XII, los cronistas-frailes la aplicaban “coñstañtemeñte” y se trazaba con dos enes (nn) o con sombrero modificada posteriormente por la virgulilla vigente. Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, cambia en 1255, las palabras anno, cannon, donna por una ene rayada, año, cañón, doña, instituida como norma ortográfica y puesta en práctica en los apólogos, Cálila e dimna, y el Septenario.
Los indígenas argentinos, querandíes, guaycurúes, Yámanas, onas, chulupíes, chorotis y chiriguanos, utilizaron las palabras ñacanina, ñacundá, ñandutí, ñapindá, ñato, ñorbo, ñudo.
Chile, único país indoamericano cuya constitución no reconoce a los pueblos nativos, con los amerindios, aymara, atacameño, diaguita, aportaron los términos ñaco, ñaña, ñecla, ñiele, ñilbo, ñocha, ñublense y ñufla.
Panches, pijaos, muiscas o chibchas, y la familia caribe, originarios de Colombia contribuyeron con los vocablos, ñácaro, ñano, ñapa, ñapango, ñato, ñeque, ñiquiñaque, ñisca, ñoca, ñoclo, ñongarse, ñoñería, ñoñez, ñoño, ñuridito y ñutir.
En Venezuela las tribus, arawak, akawayo, amorúa, añu, baré, barí, e’ñepa, kari’ña, kuveo, kuiva, mako y makushi, las voces ñaure y ñongo son comunes en su comunicación.
Usual en los pueblos milenarios de Ecuador, natabuela, Otavalo, panzaleo, escuchar las expresiones ñañeria, ñaruso, ñequear, ñiño, ñiña, ñuto y ñuño.
Ña, ñame, ñandú, ñandubay, ñangado, ñangar, ñango, ñaque, ñiquiñaque, son vocablos autóctonos utilizados por las sociedades originarias, generación tras generación en especial por quechuas, aimaras, guaraníes, mixtecas, otomíes, zapotecas y taínos.
La eñe se usa en los idiomas, italiano, asturiano, bretón, bubi, chamorro, euskera, filipino, gallego, entre otros. La pasta de tallarines, dispuesta en masitas irregulares y diversamente aderezada, los tanos, bachichas e ítalos la llaman ñoqui, ñoque o gnocchi.
Los significados para los indígenas de las palabras con Ñ, incorporadas a la Real Academia de la Lengua, fundada en 1713 por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zuñiga, Marqués de Villena, con su lema, limpia, fija y da esplendor, se determinan a continuación:
Ña: Tratamiento dado a las mujeres indígenas y de cierta edad.
Ñacanina: víbora grande y venenosa.
Ñácaro: Descascarado, desmedrado.
Ñaco: Gachas de maíz tostado con azúcar o miel.
Ñacundá: Ave nocturna de color pardo.
Ñacurutú: Búho, lechuza, cucurucu. Ave nocturna que lleva en la cabeza dos penachos de plumas alzadas. Indígena poco sociable.
Ñandú: Avestruz de América del sur, tiene una altura de 1.65 m. Los ñandúes son aves no voladoras, natural de la Patagonia extra-andina; habitan en la Argentina desde la provincia de Río Negro hasta Corrientes, Formosa y Salto. En vía de extinción.
Ñandubay: Especie de mimosa de América, cuya madera, rojiza y dura se emplea en obras hidráulicas y traviesas de ferrocarril. Cuando los nativos le hablaban, las hojas se contraían.
Ñandutí: Tejido fino, muy ligero y labrado de origen guaraní.
Ñango: Panches, pijaos, nasas, gualies, bledos y los indígenas caribes la relacionaban con personas de baja estatura y patojos. Los aztecas la aplicaban en los canijos y flacos. El tucumano en la Argentina la asocia con desairado, menospreciado, engañado, desaliñado y desdeñado.
Ñaña: Niñera, hermana mayor, excremento humano.
Ñañería: Intimidad, confianza.
Ñaño, ña: En los nativos colombianos indica, consentido, mimado; en los incas, amigo entrañable e íntimo. En Argentina, hermano mayor y los amerindios de Chile, ñoño, tonto.
Ñapa: Propina, adehala, lo que se entrega de gracia sobre un precio o sueldo.
Ñapango: Mestizo, mulato.
Ñapindá: Cierta especie de acacia, árbol de la familia de las mimosáceas. La goma arábiga se extrae de una de su género.
Ñaque: Conjunto de asuntos inútiles. Fárrago; colectivo de notas prolijas e inconexas.
Ñaruso, sa: Persona picada de viruelas.
Ñato: Chato. Feo, mal hecho.
Ñaure: Leño, nudoso, sirve para confeccionar el bastón de mando entregado por los indígenas.
Ñecla: Cometa pequeña. Individuo raquítico. Bagatela, cosa de poca sustancia, valor y frívola.
Ñeque: Fuerza, vigor, hábil, vigoroso. Reque-ñeque en los panches significa hombre de pelo en pecho.
Ñequear: Demostrar energía.
Ñiele: No, nada.
Ñilbo: Jirón de cosa vieja, parte pequeña de un todo. Andrajo, pedazo roto, cosa despreciable, harapo.
Ñiño, ña: Calificativo de respeto que suelen dar los criados, mozos, sirvientes, camareros, asistentes, a sus señores, dueños de una tierra o feudo.
Ñiquiñaque: Persona o cosa despreciable.
Ñisca: Excremento. Pizca, pedacito.
Ñoca: Rajadura en el piso o el enlosado.
Ñoclo: Especie de melindre o bizcocho.
Ñongarse: Agacharse y torcerse.
Ñongo-Ñonga: En mal estado.
Ñoñeria y Ñonez. Necedad, sandez, despropósito, tontería.
Ñoño, ña: Apocado, de corto ingenio, beato. Soso, de poca substancia.
Ñorbo: Flor pequeña y fragante. Voz para alabar la hermosura de los ojos de una mujer, comparándolos con la flor nacional de la Argentina: tus ojos son dos ñorbos.
Ñudo: Nudo. Al ñudo, al cohete.
Ñufla: Cosa sin valor.
Ñuño: Nodriza.
Ñuridito: Raquítico, enclenque.
Ñutir: Refunfuñar, rezongar, gruñir.
Ñuto: Molido, convertido en polvo.
Mal hablar
La ocupación árabe en España dejó hondas huellas en el comportamiento humano y social. Aportaron los invasores al idioma por lo menos cuatro mil palabras, entre las cuales, almojábana, almohada, aduana, aldea, azote, noria, tamarindo, zaguán, baladí, aceite, aceituna, cacahuate, alambique, alarde, alarife, albricias, albañil y alcahuete.
Los “arcaísmos” venían con el hablar de los tripulantes de las tres naves exploradoras de las costas de América, dirigidas por el navegante genovés. Decían rompido por roto, truje del verbo traer, diz por diez, denantes por antes, lición por lección, vide de ver, muy mucho, determiné de irme, prometí de llevarlo; me quise morir por estuve a punto de morir, día lunes, un su hermano, deseando no llevar. Quevedo y Villegas Francisco, el celebrado humorista escribía entonces “no matar, por guardar, esto no comía por ser matar el hambre de comer”. “Desde luego me retrato (por retracto) de lo que no fuere ajustado a la verdad católica u ofendiere a las buenas costumbres y erratas que contiene”.
Introducidos los arcaísmos con dificultad a las hablas indígenas y con el transcurrir del tiempo un elemento lingüístico en desuso, utilizado marginalmente en contextos específicos y especializados, aplicado habitualmente en una época anterior, verbigracia, atracar, puñetero, tapujos, pararse, anteojos, platicar, esculcar, recibirse, alberca, antier y fierro.
Lo que se sabe, todos los idiomas en la tierra evolucionan con nuevas formas gramaticales. Existe una distancia abismal entre la lengua vernácula de “Castella” de donde surge o nace el castellano, herencia que nos legó la “madre España”. No quiere decir que la modernización del idioma, segundo o primero en el mundo, prive a los cultos actuales de ignorar los arcaísmos que en algunas regiones colombianas comienzan a desaparecer años atrás. Recordar que Colombia ha tenido lingüistas y lexicógrafos de prestigio universal: Rufino José Cuervo Urisarri, filólogo, humanista y erudito; Miguel Antonio José Cayetano Andrés Avelino de las Mercedes Caro Tobar, conocido como Miguel Antonio Caro, humanista, periodista, escritor y filólogo; Félix Restrepo Mejía, jesuita, escritor, pedagogo, erudito clásico y humanista; Baldomero Sanín Cano, escritor, ensayista, periodista y diplomático; José Eustasio Rivera Salas, escritor, maestro y abogado; Tomás Carrasquilla Naranjo, escritor, novelista, cronista y ensayista; Antonio José Restrepo Trujillo, llamado ñito Restrepo, un escritor, jurisconsulto y economista.
Los historiadores afines sostienen que el idioma castellano vio su nacimiento en sierras cantábricas y se diferenció del “asturleonés, tierra llena de castillos”. Allí se ubicaron los condes independientes y viajó el habla hasta el Mediterráneo sometiendo a otros lenguajes. Esto ocurrió en los siglos XI y XII, opacando a las romances, palabra procedente del latín romanice, es decir a “la forma romana”, verbigracia, el castellano/español, el portugués, el italiano, el francés, el rumano, el catalán/valenciano/balear, sardo, romanche, occitano/provenzal, ladino, gallego, friulano y, criollos, una mezcla de lenguas romances y africanas.
En el siglo X ya se conocían obras escritas en el naciente idioma que utilizamos como el más importante medio de comunicación. Alfonso X el Sabio, escribió “las siete partidas” y en ese tiempo la obra de Berceo es de inusitada importancia en el devenir progresivo del Castellano. En el siglo XIV aparecen libros del Arcipreste de Hita, Pedro López de Ayala, Infante don Juan Manuel; y las obras de caballería del Márquez de Santillana, Juan de Mena y Jorge Manrique, autor de las coplas a la muerte de su padre. Cuando el castellano, con sus arcaísmos penetró en América descubierta, era lengua oficial en la España en evolución.
En el siglo XV apareció “La Celestina” de Fernando Rojas, obra de carácter dramático, donde se refleja la crisis de los valores medievales y el materialismo característico del prerrenacimiento, una historia de amor y muerte, con hechicera a bordo. Además, la invención de la imprenta por Juan Gutemberg, aliada primordial, entró a España por Valencia; en Barcelona y Zaragoza existe evidencia que allí operaba en 1475. Extremeños, andaluces y castellanos fueron quienes trajeron la “nueva fabla”, el idioma castellano que tanto une a las comunidades en el mundo y al cual se le adeuda la civilización creciente de la humanidad.