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FMI
Por Mari Elka Pangesto
El mundo enfrenta hoy múltiples crisis de inmensas proporciones: la COVID-19, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad se encuentran entre las más serias. Al centrarnos en los esfuerzos de recuperación, no podemos soslayar la interconexión entre las personas, el planeta y la economía.
La pérdida de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos es un problema de desarrollo que suele afectar en mayor medida a los países más pobres. La naturaleza no nos necesita, pero nosotros la necesitamos a ella y, sin embargo, en muchos casos estos servicios están infravalorados y no se toman en cuenta en la planificación del desarrollo.
Detengámonos en lo que está en juego: más de la mitad del PIB mundial se genera en sectores que son alta o moderadamente dependientes de los servicios que brindan los ecosistemas , como la polinización, la filtración de agua y las materias primas.
- La ingesta de proteínas y los medios de subsistencia de más de 3000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera, pero el 90 % de las poblaciones de peces marinos del mundo están explotadas al máximo o sometidas a pesca excesiva.
- Más del 75 % de los cultivos alimentarios dependen de la polinización animal, pero más del 40 % de las especies conocidas de insectos han disminuido en las últimas décadas.
De hecho, 14 de las 18 categorías de servicios ecosistémicos evaluadas por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas se han reducido desde 1970.
Los riesgos vinculados con el retroceso mundial de la naturaleza pueden perjudicar las economías, en particular las de los países de ingreso bajo y mediano. Según investigaciones recientes del Banco Mundial (i), se estima que incluso un colapso parcial de los servicios de los ecosistemas costaría 2,3 % del PIB mundial en 2030, mientras que África al sur del Sahara y Asia meridional podrían perder el 9,7 % y el 6,5 % de su PIB real, respectivamente, si los servicios ecosistémicos clave colapsaran. En el informe Dasgupta (i) se señala que las existencias de capital natural han mermado en un 40 % per cápita en el período de 1992 a 2014.
No actuar ya no es una opción. Ahora que los países tienen la mirada puesta en la recuperación económica tras la pandemia, es necesario que la salud humana y la salud planetaria sigan el mismo rumbo. Para que los países se encaminen hacia un desarrollo verde, resiliente e inclusivo, en la recuperación se debe tomar en cuenta la naturaleza con inteligencia. El valor de la naturaleza debe tener cabida en todas las decisiones sobre el desarrollo que se adopten en todos los sectores.
El Grupo Banco Mundial apoya activamente la transición de los países hacia una economía más verde y más resiliente por medio de inversiones en conservación y en innovación financiera, y de respaldo a la integración de prácticas inteligentes respecto de la naturaleza en sectores como el transporte, la agricultura, la silvicultura, la pesca y la gestión de las zonas costeras. Desde la estabilización de taludes en caminos de India hasta la construcción de terrazas y el aumento de la vegetación para prevenir la erosión, reducir la escorrentía y mejorar la productividad de la tierra en Burundi, el año pasado nuestra cartera de soluciones basadas en la naturaleza comprendía 70 proyectos en 46 países. También estamos explorando formas de ampliar las opciones de financiamiento público y privado para invertir en la naturaleza, con el propósito de apoyar a los países cuyas finanzas se contraen al enfrentar crisis cada vez más graves.
No podemos actuar en relación con la biodiversidad sin considerar también los peligros que el cambio climático entraña para la naturaleza y los medios de subsistencia de las personas, ya que la pérdida de bienes naturales y el cambio climático son dos caras de la misma moneda. Conforme a nuestro nuevo Plan de Acción sobre el Cambio Climático, que se anunció en junio y tiene carácter quinquenal, el Grupo Banco Mundial armonizará con los objetivos del Acuerdo de París la totalidad del financiamiento que otorga, política que estamos respaldando con más recursos financieros. En los próximos cinco años, el 35 % de todo nuestro financiamiento, en promedio, se destinará a medidas relacionadas con el clima para apoyar, por ejemplo, soluciones basadas en la naturaleza en zonas terrestres, costeras y marinas. Ello implica más fondos para que los países reduzcan las emisiones descarbonizando sus sistemas de energía y transporte; recuperen y protejan los bosques y otros paisajes; transformen sus sistemas alimentarios; fomenten la resiliencia de las comunidades a los impactos climáticos, y encuentren empleos y medios de vida más ecológicos para su población.
Para responder a la crisis que afecta a la naturaleza y constituye una amenaza sistémica, se necesita una estrategia que abarque la economía en su conjunto y transforme la actividad económica, las políticas y las decisiones de inversión que impulsan la pérdida de naturaleza. Cualquier daño económico provocado por cambios de políticas orientados a evitar la pérdida de naturaleza puede ser compensado casi en su totalidad por beneficios económicos derivados de una mejor prestación de servicios ecosistémicos, según un análisis del Banco Mundial.
En un reciente documento expositivo del Grupo Banco Mundial (i) sobre la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas se describen brevemente seis ámbitos en los que se pueden brindar respuestas globales para fijar a las economías rumbos más sostenibles. Exhortamos a ustedes a examinarlos durante los importantes debates que tendrán lugar este año en Marsella durante el Congreso Mundial de la Naturaleza de la UICN. Esas respuestas son las siguientes:
- Trabajar con los encargados de adoptar decisiones económicas y financieras para que participen en la protección de la naturaleza.
- Integrar la naturaleza y las soluciones basadas en ella en las inversiones de todos los sectores, en especial de aquellos que más presión ejercen sobre la naturaleza.
- Fortalecer los beneficios de la conservación de la naturaleza y compartirlos equitativamente con las comunidades locales.
- Movilizar financiamiento para la naturaleza de fuentes públicas y privadas.
- Elaborar instrumentos de medición y de apoyo que proporcionen información para la toma de decisiones sobre planificación, políticas y finanzas.
- Movilizar alianzas para promover consensos y gestionar los bienes públicos de manera sostenible.
Las políticas inteligentes respecto de la naturaleza son beneficiosas para todos. La inversión en la naturaleza puede respaldar los esfuerzos de recuperación creando empleo, atendiendo a las comunidades más pobres y forjando resiliencia a largo plazo. Los ecosistemas saludables contribuyen a mitigar el cambio climático y aumentan la resiliencia de las comunidades más vulnerables de todo el mundo. Nuestras estimaciones indican que algunas metas ambiciosas, como la referente a la protección del 30 % de la tierra y los océanos para 2030 (la meta del “30×30”), son alcanzables, pero su consecución depende de la acción global entre los distintos sectores y dentro de cada uno de ellos.
Tenemos la responsabilidad colectiva —desde las empresas privadas hasta el sector financiero, las autoridades públicas encargadas de formular las políticas y la sociedad civil— de comprometernos a tomar medidas decisivas para revertir la pérdida de naturaleza mediante la conservación, el uso sostenible y la distribución equitativa de los beneficios de la biodiversidad. Necesitamos de la naturaleza para desarrollarnos.