Por Gerney Ríos González
La falta de capital y de tecnología obligó a depender del exterior para construir las primeras líneas férreas. Pero si el país no disponía de los recursos que demandaron las carrileras iniciales, sus conductores no estuvieron preparados para contratar y administrar los convenios. Como en otros países, los gobiernos colombianos apelaron al sistema de concesiones en busca de técnica y recursos financieros, debido a la pobre gestión dirigencial, más comprometidos con las vicisitudes políticas, militares, filosóficas, gramaticales y religiosas, que con el progreso de una república en permanente crisis.
Concesionarios extranjeros, en lugar de aportar los recursos, especularon con los documentos oficiales de garantía o subsidio y abusaron de la posibilidad de hipotecar los bienes ferroviarios con respaldo del Estado, resultando en enriquecimiento propio, fuga de recursos del lánguido erario público, tardanza injustificada en las obras y paupérrimas especificaciones de las carrileras.
Algunos constructores nacionales y foráneos, fueron la honrosa excepción y aportaron conocimientos y apoyo financiero de manera adecuada. Otros, más numerosos, esquilmaron el presupuesto, recargaron los costos, entorpecieron las obras, entablaron pleitos que llenaron sus bolsillos y sembraron corrupción entre propios y extraños, todo a costa del progreso.
La orgía de contratos modificados, pleitos y rescisiones, causaron gran pérdida de recursos y de tiempo, hasta cuando la ingeniería y la administración pública nacionales, bien entrado el siglo XX, encontraron los caminos para emprender obras sin la maléfica dependencia de especuladores internacionales. El despertar fue tardío para el transporte sobre rieles.
Las primeras líneas férreas colombianas no obedecieron a un plan articulado de desarrollo, sino que se iniciaron atendiendo a intereses regionales, políticos o particulares, que resultaron en una serie de pequeños tramos incomunicados y con especificaciones incompatibles. Esa improvisación condujo además a seleccionar rutas inadecuadas que ocasionaron costos múltiples al transporte, durante décadas.
Los primeros arreglos entre gobierno y constructores fueron en extremo flexibles; se firmaban de manera amplia, aparentemente favorable al interés de la nación, y se modificaban progresivamente de acuerdo a los requerimientos de los empresarios. Cantidad de convenios adjudicados a influyentes personajes que no tenían la capacidad técnica ni económica para montar las carrileras, pero que aprovecharon su posición para enriquecerse, demorando y encareciendo las obras.
Con el valor de los subsidios nacionales entregados generosamente a algunos contratistas, se hubieran construido más kilómetros de carrileras que los dejados por los habilidosos concesionarios, al llegar la fiebre de la nacionalización, a precios exorbitantes, inflados por la avaricia de los intermediarios.
Desenvolver el propósito de este recorrido, cual es el de desentrañar errores y aciertos encontrados durante el dilatado proceso de dotar a Colombia de sus primeros trenes. Relacionar los factores que entorpecieron el avance racional de la infraestructura férrea:
- Desgano oficial en algunos períodos presidenciales por las obras, unido al afán de concentrar el poder en pocas manos.
b) Intereses personales, políticos o regionales, por encima de los nacionales.
c) Pasión política, impulsora de grandes decisiones que dejan a un lado la razón.
d) Falta de espíritu y gestión empresarial de la clase dirigente.
e) Incapacidad de los representantes de Colombia en el exterior para informarse de la realidad de los proponentes, y la llegada de contratistas inescrupulosos.
f) Juego de influencias políticas aplicado a la asignación de contratos por encima de las necesidades públicas.
g) Lentitud en la formación interna de capitales, añadida a la desconfianza para invertir en obras benéficas para el país.
h) Falta de visión en los objetivos de desarrollo.
i) Desprecio por la prudente palabra de la tecnología.
j) Afán burocrático de entrabar la ejecución de los contratos, especialmente de aquellos en manos de especuladores colombianos.
k) Corrupción, tendida como un velo sobre las oportunidades de progreso.