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HUELLAS
Por Gerney Ríos González
Apartes de la historia colombiana indican que el fundador de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada, secundado por los conquistadores Nicolás de Federmán y Sebastián de Belalcázar, utilizaron indígenas de Guatavita en la construcción de las doce chozas y la iglesita primitiva que dieron nacimiento a la gran ciudad el 18 de marzo de 1593.
Cuenta la leyenda que hace 500 años en la laguna de Guatavita, departamento de Cundinamarca, los indígenas celebraban ceremonias en la que entregaban a sus dioses oro y esmeralda, liosas, piedras preciosas y metales. Igualmente, cada vez que escogían a un nuevo cacique, los muiscas hacían una lujosa ceremonia con la presencia de un “gentidón de gente”.
Los muiscas fueron dueños y señores del altiplano cundiboyacense y aplicaron sus conocimientos ancestrales por generaciones enteras en el fomento de la agricultura, vías expeditas de su existencia. Hasta que la raza nativa fue exterminada por los invasores españoles y las enfermedades parasitarias y digestivas, “ayudaron” a su desaparición.
La mayoría de datos han sido colectados a través de la arqueología, ciencia a la que se unen la antropología y paleontología para desentrañar los misterios de la vida a expensas de los restos humanos, fósiles y monumentos de edades inalcanzables que nos acercan a los orígenes globales del universo- mundo.
A la par, arqueólogos han reconocido que gran parte de los habitantes colombianos tienen la herencia varonil hispana, con características específicas regionales. De análoga manera, impera la herencia de la mujer autóctona, dada por el trabajo de criadas y sirvientes de las indígenas en predios y fincas de los colonizadores que propició el cruce de razas. La ciencia que estudia las artes y monumentos de la antigüedad, la arqueología, examina y explora lo que el fin y la destrucción deja a la vera del camino.
Colombia ha sido rica en estos elementos de estudio para desentrañar los orígenes culturales de pasadas civilizaciones. Especialmente en la periferia de la ciudad- Bacatá antigua-los cementerios indígenas descubiertos nos acercan a la historia de cómo vivían, cultivaban la tierra, morían y cuales las ceremonias funerarias para llevar a la “otra vida” a los seres que traspasaban los umbrales de la muerte. De esta forma, el hilo del pasado se entreteje con los hallazgos de tumbas repletas de utensilios domésticos necesarios al diario vivir de nuestras comunidades aborígenes.
Varios años atrás en la plaza de Fontibón, cuando se reconstruía la calle aledaña a la iglesia, fueron hallados restos humanos, que posteriormente fueron identificados como pertenecientes a indígenas enterrados en especies de territorios sepulcrales y que arrojaron luces arqueológicas sobre las culturas del pasado en estos parajes de la Sabana de Bogotá, que el conquistador Jiménez de Quesada comparó con el “Valle de los Alcaceres” en España.
PASADO CERCA
Los más recientes hallazgos de restos primitivos de la cultura muisca, mayoritaria en el altiplano cundiboyacense, se dio con las obras que se adelantan en la Avenida Caracas, antiguo camino que llevaba del centro de la recién fundada heredad a la capital de Venezuela. “No quedan muchas cosas, pero dejaron las cerámicas que son importantes para entender esta cultura” según dijo el turco Alí Ocal, profesor del departamento de antropología de la Universidad Nacional quien estuvo al frente de los hallazgos, tumbas, momias y cerámicas rescatadas de la obra en construcción en terrenos de Usme, la zona agrícola de Bogotá al sur oriente de su nomenclatura.
El hallazgo de estos vestigios aborígenes muiscas se dio por los trabajos del IDU en el tramo I de “la Caracas”, sector de la Ladrillera. El tesoro consta de unos 26 esqueletos de indígenas ataviados aun con ajuares funerarios, vasijas completas, cerámicas de creación muisca, aparatos líticos, collares de cuentas, y huellas de poste tan afines a esta cultura.
Los muiscas, aparecieron 800 años a.C. y más tarde 1.200 años en su período tardío, según dicen los eruditos, en su presencia terrenal. Hallazgos similares también ocurrieron en Tunja, Sogamoso, Villa de Leyva, Boyacá. Ana María Groot docente de la U. Nacional opina que “los vestigios arqueológicos de los muiscas han podido documentarse en varias partes de este territorio, pero, desafortunadamente con el crecimiento urbano de Bogotá, la presencia de ellos ha sido difícil de recuperar; este tipo de hallazgos son importantes porque dan cuenta de estas comunidades”. El descubrimiento de este cementerio indígena ya está a buen recaudo para acercarnos aún más a los orígenes de nuestros ancestros raizales.