Bogotá. News Press Service. En un contexto generalizado de crisis de la humanidad, cuyas consecuencias más visibles han sido la pandemia del Covid-19 y el cambio climático, como sociedad no hemos logrado dimensionar la complejidad y la profundidad de la problemática planetaria de la actualidad: la crisis ecológica, derivada su vez de una crisis más amplia: la del modelo civilizatorio moderno, que se caracteriza por ser capitalista (neoliberal y desarrollista), patriarcal y colonial.
Esto genera un cuestionamiento paradigmático a las alternativas planteadas “desde arriba”, como el desarrollo sostenible, la mitigación de los efectos del cambio climático y el reverdecimiento en clave de paisajismo que responden a la “Agenda 2030”, que es una retórica que le apuesta al desarrollo económico, unidireccional, tecnocrático y financiero, que son formas de ocupación de los territorios, particularmente los rurales, con actividades de extractivistas (minería, hidrocarburos), de agroindustria (monocultivos, transgénicos, y agrotóxicos). Encubre una lógica de productividad a partir de la destrucción de la naturaleza, el acaparamiento de tierras y el desplazamiento de las comunidades. El Buen Vivir – Vivir Bien emerge precisamente como una alternativa no “desde” el desarrollo, sino “al” desarrollo.
Un modelo de ciudad tal no es una respuesta de fondo a la crisis global actual. Una ciudad metropolitana como Bogotá y muchas ciudades de nuestro país necesitan de manera urgente un cambio paradigmático hacia alternativas civilizatorias como el Buen Vivir – Vivir Bien, que tiene origen en los pueblos y comunidades ancestrales que milenariamente han convivido en complementariedad, armonía y equilibrio con la naturaleza. Desde esta perspectiva, Buen Vivir – Vivir Bien es un horizonte civilizatorio y cultural alternativo, cuya realización práctica vincula todas las dimensiones de la vida humana y de las otras formas de vida en la tierra. Es así que supera el paradigma ambiental, que queda supeditado a una concepción antropocentrista de la vida y del mundo; de allí que la prioridad del hábitat humano y su relacionamiento con los otros seres sea precisamente en torno al ser humano, todo lo demás cobra relevancia en cuanto afecte o beneficie las necesidades, intereses o el bienestar del ser humano. Desde el Buen Vivir – Vivir Bien, en cambio, la naturaleza tiene un valor como sujeto y como sistema viviente, en el que todos los seres cuentan con ciclos vitales, estructuras, funciones y procesos evolutivos y tienen derecho a su existencia, mantenimiento, restauración y regeneración. De esta manera, el Buen Vivir – Vivir Bien está más relacionado con paradigmas como el biocentrismo o el ecocentrismo.
En Colombia, se han reconocido derechos al río Atrato desde la perspectiva de los derechos bioculturales, en virtud de los cuales la supervivencia de las comunidades humanas está indudablemente ligada a la integridad del ambiente, en una relación de profunda unidad entre naturaleza y especie humana y de interdependencia entre la diversidad biológica y cultural.
El calentamiento global y todas sus consecuencias han conllevado a comprometer la integridad ecológica de la naturaleza y sus servicios ecosistémicos, lo que ha motivado a algunos Estados y entidades territoriales en el mundo a tomar medidas serias en defensa de los derechos de la Madre Tierra; es así como alrededor de Suramérica han sido promulgadas leyes y políticas que reconocen a la naturaleza o la Madre Tierra como sujeto de derechos.
De allí que sea urgente en la Ciudad priorizar una alternativa civilizatoria que impacte en los modos de vida y de relacionamiento de las comunidades humanas y de los demás seres vivos en todas las dimensiones. En este sentido, una perspectiva que ha emergido desde los paradigmas ecocentrista o biocentrista es el concepto de bioculturalidad, según el cual, la supervivencia de las comunidades humanas está indudablemente ligada a la integridad de su medio ambiente, en una relación de profunda unidad entre naturaleza y especie humana y de interdependencia entre la diversidad biológica y cultural.
Desde las diferentes experiencias comunitarias, territoriales y académicas que se vienen tejiendo en las regiones de Colombia y del Abya Yala, Ati Quigua, concejala de Bogotá y vocera por el Movimiento Alternativo Indígena y Social -MAIS, abre un espacio virtual para las reflexiones y propuestas para la construcción conjunta de una agenda de los Derechos de la Naturaleza y el Buen Vivir para Bogotá y para Colombia, ante la urgencia de hacer un tránsito hacia otros modelos alternativos de civilización, lo cual, adquiere una mayor relevancia ante el momento histórico por el que estamos atravesando en nuestro país, en el que la renovación de la política debe estar unida a la definición de un horizonte vital y común.