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Por Elías Prieto Rojas
Alguna vez hablaba con un hombre adinerado y éste tuvo la gentileza de invitarme a su nueva casa; cuando llegué, quedé asombrado al observar la calidad de su mobiliario: cortinas, muebles, cocina, pisos, baños, tapetes, y demás elementos que conformaban su lujosa residencia… miraba en detalle cada uno de sus componentes, extasiado… y pensaba para mí de la enorme satisfacción que podría sentir el magnate al disfrutar de su bien ganada mansión. De su empeño y dedicación para el trabajo. Y de su inteligencia y astucia al decantar y liderar los negocios más lucrativos para destacarse en el exigente y decisivo mundo del capital. Apenas descendió el personaje de sus aposentos, alabé su buen gusto y lo felicité: “Qué hermosa casa, mi estimado, acogedora, novísima, elegante; espaciosa, linda su residencia… “ah bueno, me alegra que le haya gustado, pero la próxima que compre será mejor” … quedé como entre tonto y bobo: un palacio para estrenar y me respondía con un dejo de insatisfacción, porque entendí que su inminente deseo era centrarse en “la próxima”; aunque me despachaba en elogios por su perfomance considerando que lo mínimo sería ponerse cómodo y relajarse… pero no, parecía que no disfrutaba del momento, ni que valorara su costosa conquista. Urgido de estrenarla, -pensé-, sólo que en este mismo momento la rechazaba, no deseaba ocuparla… creí apenas que el millonario iba a ser agradecido, que se la dedicaría a la providencia, o a sus dioses, pero entonces quería adquirir una nueva casa, sin darse el gusto de disfrutar la que acaba de comprar: (con su respuesta sentí como si me hubiera dado un golpe en la cabeza) … advertía que no se encontraba tranquilo; por el contrario, deseaba más, iba por más, quería más, ansiaba más, ambicionaba más, mejor dicho: más y más y más y más; no se concentraba ni disfrutaba del ahora, ni del aquí, ni del presente; se proyectaba “más bien”,
hacia el futuro, con la obsesión de poseer más, sin percatarse de la importancia de lo que había obtenido; antes yo creía que me iba a “sermonear” con aquellas clásicas palabras de “ha sido un esfuerzo gigantesco, horas de sol y de tenacidad… disfrutaré de mi piscina y de la tranquilidad de saber que estoy alejado de la estridencia de las calles y de las avenidas; quiero descansar, me siento a gusto acá, con mis perros, mi señora… entonces recordé alguna lectura reciente donde se precisa que nuestro cerebro procesa una molécula –dopamina- cuyo mayor poder es impulsarnos hacia el futuro, donde cada uno de nosotros prefiere vivir en el mundo de los deseos y de las ambiciones haciendo incontrolable nuestro comportamiento; (si se le deja actuar a la dopamina sin percatarnos de su presencia, esta sustancia fuerza a los humanos a conquistar países, a crear guerras, e intentar en aras del poder y de la gloria someter a cuanto individuo, nación o imperio se atraviese); es querer vivir en un mundo fantasma donde nada es real porque se actúa en el terreno de la incertidumbre y de esas posibilidades que pueden, o no cumplirse … un insigne psiquiatra e investigador Daniel Z. Lieberman, profesor de la Universidad George Washington es autor de ese libro: “Dopamina”, el cual destaca la influencia de esta molécula en las actividades que marcan la diferencia entre las emociones y los deseos. Concluyendo: cuando nos dejamos seducir por la dopamina, todos los humanos vivimos insatisfechos y es por causa de esta molécula; por lo tanto, es necesario advertirla cuando viaja por nuestro cerebro porque se hace necesario poderla detener, pues y si no la paramos, nunca disfrutaremos de emociones sencillas, como estar al lado de la familia escuchándola, o destacando sus aciertos, o simplemente estando ahí; si no advertimos la realidad, no podremos decantarla, ni reflexionar sobre ella y lo peor, nos alejamos de esa misma realidad despreciándola y actuando como “carros locos”, siempre cayendo en el abismo de querer consumir y poseer de todo como obsesivos zombies viviendo solo para no estar satisfechos. Es por eso que debemos vivir el presente, lo que se llama el mundo real. Ejemplo: si está en el comedor con su familia disfrute del momento. Huela, deguste con calma el alimento, sienta su textura, beba, tranquilo, permanezca calmado, converse con sus hijos, escuche a su señora con atención; pruebe los sabores, todo su ser debe concentrarse en eso que se llama disfrutar. porque las emociones indican sentir alegría, abrazar, jugar, caminar, expresarnos en términos de vivir, asombrados para sentir la belleza que se expresa en la música, en las flores, en el aire que respiramos, en el agua que cae por nuestro cuerpo cuando nos duchamos. Disfrutar de la realidad, eso es; pero todo lo que signifique ansias, afán, deseos inmensos de poseer o de someter, imaginar lo que ha suceder mañana, ese es el mundo fantasma al que debemos controlar porque es incierto, como arriba ya se dijo. Buena la meditación y el deporte para sentirnos relajados. (Si desea profundizar más sobre el tema les recomendamos un artículo del diario El Tiempo: “Dopamina, la molécula que nos lleva a consumir siempre más y más”, domingo 27 de marzo, 2022, sección “A Fondo”, página 2.6, y si quiere, mejor, lea el libro: “Dopamina”, cuyos autores son Daniel Z Lieberman y Michael E. Long).
Hasta luego.
Lunes, abril 4 de 2022.