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Por Elías Prieto Rojas
Conocí a Chile por Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Dos premios Nobel de cabeza grande y notable calado. Uno escribía sobre el amor hacia una mujer; la dama hablaba de otra ternura incondicional y profunda: los niños y su deseo inocente de construir un mejor universo.
Luego vino Pinochet y la dictadura chilena mató a Salvador Allende.
Casi al final de esa tormentosa y cruel etapa aparece un legendario arquero, Roberto Rojas, cancerbero austral a quien la historia lo conoce como El Cóndor.
Y todo porque le gustaba volar de palo a palo. Ha sido, según la crítica, el mejor guardameta de Chile, conjuntamente con Sergio Livingstone.
Pero un día, Roberto Rojas, en pleno partido de fútbol se hizo una herida con un bisturí y botando sangre como un prócer lo retiraron del terreno de juego.
Jugaban con Brasil la eliminatoria para el mundial 90. Último partido de la contienda, domingo 4 de septiembre, 1989. A la samba, con el empate le bastaba; la tierra del cobre necesitaba ganar para clasificar entre las mejores selecciones que representarían a Suramérica. Pero, cayó una bengala cerca del arquero y el hombre en medio de la confusión y del humo se difuminó en la niebla, y luego como un ser de las tinieblas, apareció con una herida en su rostro.
El partido fue suspendido…
Y los chilenos se retiraron a los vestuarios.
Y entonces la fotografía de la bengala y los comentarios que se escucharon en el camerino, donde ese día entró todo el mundo, delataron, más adelante, a quien se creyó el más vivo.
Él sólo se infringió el corte, y a él sólo y abandonado lo dejaron sus amigos en el campo; también la dirigencia del fútbol chileno, los periodistas, los hinchas, las mujeres, los mineros, y hasta el perro de la casa, a quien le cortaron la cola para que no la sacudiera ante la presencia de su amo, Roberto Rojas.
Le castigaron su osadía. Y fue sancionado de toda contienda futbolera a nivel internacional; sólo le dieron el chance de jugar fútbol, pero a nivel casero, luego de tres años de ostracismo y desprecio.
Según el criterio de la FIFA ha sido el mayor intento de engaño en toda la historia del fútbol.
No sobra decir que por esa infausta noche fue eliminada Chile, dos veces de la cita orbital; no pudo asistir al campo de juego, durante cinco años, allí donde dirimen sus pleitos deportivos los superiores equipos del mundo futbolero.
Y Roberto Rojas, triste y desvalido erró como Caín por su patria, y sin encontrar apoyo alguno, y con graves penurias económicas regresó a la tierra de Pelé, y allí un hombre se apiadó de su dolor: Tele Santana, uno de los sabios directores técnicos que ha producido la “verde amarela”; éste le dio trabajo, y entonces el hombre desterrado por su país y el mundo entero tuvo una segunda oportunidad sobre la tierra…
Entrenador de arqueros.
Y logró el perdón absoluto, el día cuando su nación le hizo la despedida a su paisano Iván Zamorano, un artillero de élite del fútbol mundial. Ante un estadio abarrotado de hinchas de La Roja todas las tribunas se pusieron de pie, primero para agradecerle al ídolo, y luego para redimir a su arquero; y lo aclamaron, ya no por lo que él hizo, sino porque su pueblo entendió que más allá del dolor, la contrición y humildad del hombre, al reconocer su culpa, debía ser valorada…
Pero no podemos alborotar sólo las pasiones, ni ensañarnos sobre los acontecimientos que perjudican el deporte; el castigo que le impuso la sociedad, ya Roberto Rojas lo soportó con dignidad, lavó su culpa, olvidó su pena…
Aunque, y también para ser objetivos, a cada uno de ustedes, amigos lectores, les diremos que en Chile se juega un fútbol vistoso, bueno, honesto, brillante; me acuerdo de Álvaro Recoba, Carlos Caszely, Salas, Arturo Vidal, y muchos otros ejemplares deportistas que han puesto en alto los colores de esa nación hermana, y que como cierta canción nos aclara que es “al sur, al sur, al sur”, donde también vale la alegría –no la pena- regresar, porque en este punto cardinal sí que existe una bella y hermosa tierra…
Y no podemos tampoco dejar todo a medias, puesto que muchos desean entrar, meter baza por el hombre, pues y como se contempla en las sagradas escrituras: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra” …
Por lo anterior, y con respeto profundo, aunque él mismo deja en claro que las relaciones públicas no forman parte de sus mayores habilidades, una famosa criatura del imaginario colectivo quiere ayudar a la reivindicación de un ser humano.
Y porque vive lejos de apariencias y no tiene interés alguno ni desea cazar peleas con nadie, Condorito, que no sabe ni entiende de protocolos, -sino pregúntenle a Yayita-, desea jugar, por estos días, un partido en su natal Pelotillehue, y quiere que Roberto Rojas, su compatriota, ataje.
Claro, -y eso lo agrego-, que el Cóndor tiene muchos años, pero todavía se le notan las ganas de tapar. Por ahora, y según medios extraoficiales, se coló la versión, según la cual, los mejores artilleros del conjunto de Pepón irán de inicialistas: Don Chuma, El Huevo, Comegato…
Y se destaca que el bando contrario –Buenas Peras- será liderado por un maquiavélico personaje al cual se le conoce como “Pepe Cortisona”.
Los fondos del singular cotejo tendrán como destino las arcas de la Unesco para que, de alguna manera se les ayude a los escritores de Suramérica, porque demasiados en este momento se están muriendo de hambre, puesto que ya nadie lee…
Y a estas horas, no hay una boleta para ingresar al estadio. Parece que los revendedores harán su diciembre.
Octubre 1 de 2021.
(Derechos reservados).