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Por Gerney Ríos González
Cálculos conservadores estiman en 40 mil millones de dólares las obras de edificación e infraestructura del canal de Nicaragua, iniciativa del Presidente Daniel Ortega aprobada por el Congreso de esa nación centroamericana. Construcción entregada a la compañía china HK Nicaragua Development Investment, -HKND- para erigir y gerenciar durante cinco décadas la arteria de 277 kilómetros de longitud, con 233 y 277 metros de ancho, además, dos puertos, un aeropuerto, dos esclusas, una zona de libre comercio y sistema de relaciones Geologísticas, integrador del océano Pacífico con el mar Caribe-océano Atlántico.
Trata de una construcción que franqueará el esfuerzo desarrollado por la ingeniería norteamericana en el Canal de Panamá, obra que pasará a planos inferiores frente a la magnitud del paso del Atlántico al Pacífico en territorio “nica”.
El neo-imperio chino alarga sus garras en América y ello tendrá a largo plazo implicaciones políticas, dadas las dimensiones económicas del gigante asiático, segunda potencia en el mundo globalizado del Siglo XXI.
El Canal en esa nación será una de las obras más ambiciosas de cualquier país centroamericano. Estará a cargo de la compañía dirigida por el magnate Wang Jing, la China Railroad Engineering Company y la HK Nicaragua Canal Development que tiene sede en Hong Kong e inscrita en las Islas Gran Caimán y un sólo dueño, el mismo Wang Jing.
El Canal Interoceánico nicaragüense, producirá un millón de empleos y el PIB de esa nación, escenario de revoluciones en el pasado, crecerá un 15 por ciento al año. El canal está diseñado para el curso de buques de gran calado, de última tecnología, quedando el de Panamá corto en la “aldea global” con el comercio del mundo asiático, Europa y América. De acuerdo a las especificaciones técnicas, comprenderá además un ferrocarril transoceánico, excelentes carreteras, oleoducto, puertos en ambas costas, zonas de libre comercio, aeropuertos, lo que aumentará el potencial económico de Nicaragua en el futuro con relación a los demás países hemisféricos, centro y sur de América. La población “nica” activa laboralmente, al año 2021, se calcula en dos millones de personas. Se sabe que el diseño del proyecto fue de la firma conducida por Wang Jing, quien ha puesto los ojos en otros canales de la región, factibles de construcción en los próximos lustros.
La gigantesca obra de ingeniería despertó toda suerte de comentarios y opiniones de expertos en el futuro económico, social y político del “Continente del tercer día de la Creación”. Desaparecerán las selvas, los ríos cambiarán de curso, secarán sus aguas, los lagos y el ambiente padecerán un deterioro macro. No hay duda sobre esto. Pero en aras del progreso, la región sufrirá impresionantes cambios en su fisonomía geográfica.
La ambición de canales va más allá de Nicaragua. Se sabe que Costa Rica proyecta el montaje de una supercarretera que unirá los océanos Atlántico y Pacífico. Colombia por su lado negocia con la China Railroad Engineering Company, la construcción de un canal seco, conector entre los proyectados Puerto de Tarena-Urabá en el Caribe y Tribugá-Chocó en el Mar del Sur. Trasciende que México tiene sus esperanzas de erigir un canal en el itsmo de Tehuantepec. La región sumará canales y canales para globalizar el comercio con el mundo en una época de grandes transformaciones sociales y políticas, con covid-19 a bordo. Falta concretar el sueño de Guatemala consistente en erigir un canal de 390 kilómetros, gasoducto y oleoducto, carretera de alta velocidad, paralela a una línea de tren con un costo de más de 10 mil millones de dólares. Honduras no se queda atrás y concibe un canal con una cuantía de 20 mil millones de dólares, con ferrocarril que alimentará plantas de fuerza mareomotriz. Todos estos sueños de ingeniería, en manos de expertos chinos, con los cuales se adelantan las negociaciones.
Algunos vaticinan un descalabro para esos países, con ruina incluida en el peor de los casos, habida cuenta de las características regionales, naciones pobres, con problemas sociales y económicos. Los tres canales anunciados tendrán valores superiores a los 70 mil millones de dólares, de no surgir otros imprevistos.
Para tener en cuenta, los proyectos canaleros conciben sistemas ferroviarios. Colombia no avizora en ningún proyecto este sistema de transporte esencial para enfrentar los retos, producto de los Tratados de Libre Comercio. Formamos parte del trío de países que no necesita del “caballo de hierro”, por asuntos de intereses particulares, “genialidad” del neoliberalismo liderado en 1990 por el mandatario Cesar Augusto Gaviria Trujillo.
Esa es Colombia, con reformas agrarias y sin revoluciones del sector financiero monopolístico, que entre 2001 y 2015 aumentó las utilidades en un 1.111 por ciento al pasar de 319 mil millones de pesos a 4 billones respectivamente, mientras que en el mismo periodo el Índice de Precios al Consumidor solo creció el 52,8 por ciento. En una década, los bancos tuvieron un engrandecimiento en sus activos del 294,7 por ciento, al pasar de 68,6 billones en el 2001 a 202,5 billones en el 2009. En el caso del patrimonio, esta misma relación fue del 377,1 por ciento, mientras que el capital social, lo aportado de sus bolsillos por los banqueros, tan sólo subió el 4,3 por ciento.