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Rastros I
Por: Gerney Ríos González
Antropólogos y científicos de diferentes escuelas europeas y de nuestro continente, coinciden en afirmar que en el siglo XVI la población indígena americana ascendía a un millón de naturales, originaria de las migraciones asiáticas y africanas que, en el pasado remoto, centurias atrás, cruzaban por el norte del Estrecho de Bering, la ruta más probable de quienes habitaron esta tierra desconocida y misteriosa.
El crecimiento demográfico se “disparó” a partir del siglo XVII hasta nuestros días. La ciencia médica apenas tiene sus avances hace unos 200 años. La gran cifra de población mundial de siete mil 500 millones de habitantes es posible por la prolongación de la vida humana, gracias al progreso de la farmacopea.
El exterminio de la raza indígena comienza casi al mismo tiempo del descubrimiento de América en diferentes latitudes. Así, conocida la hazaña del navegante genovés Cristóbal Colón, ingleses, holandeses, vikingos, franceses, portugueses, alemanes y españoles, se aventuraron a explorar, ocupar costas y territorios interiores y explotar las riquezas del suelo, propiedad ancestral de esos ignotos pobladores.
Chistophorus Columbus, considerado el descubridor de América, el hijo de Doménico Colombo y Susana Fontanarrossa, nació en el año de 1451 entre la costa de Savona en Italia y Mónaco en la Riviera Francesa, controladas por la entonces república genovesa, estado independiente entre los siglos XVI y siglo XVIII. Esposo de la aristócrata Felipa Moniz de la Casa de Braganza, que reinó en Portugal de 1640 a 1910.
En el caso grancolombiano, Los originarios de los Llanos del Meta, integrados por los achaguas, betoyes, giraras, guahibos, guayupes, saes, sálivas y tunebos, habitantes del piedemonte, fusionador de las regiones andina, orinoquia y amazonia con el Escudo Guayanés, mar Caribe-océano Atlántico, fueron penetrados por teutones-germanos e hispanos a mediados del siglo XVI, quienes venían en busca de El Dorado.
Con la aparición de las primeras expediciones europeas en Casanare, Meta y Vichada, conducidas por los alemanes, Jorge de Espira y Nicolás de Federman en 1530, George von Speyer en 1534, Nikolaus von Federman en 1536, comenzó un proceso de dinamización económica y dominio geocultural, producto de la socialización del concepto de la existencia de inconmensurables riquezas al este de la región andina, la cual motivó igualmente que los conquistadores españoles irrumpieran en los territorios tricolores, geoeconómicamente estratégicos. En desarrollo de las vocaciones Caribe-Atlántico y Pacífico, hay necesidad de partir del año 1492 para tomar alguna orientación en el sacrificio masivo de la raza autóctona.
En 1577 Francis Drake, corsario inglés, explorador, comerciante de esclavos, político y vicealmirante de la Marina Real Inglesa, ocupó California en el norte de América a nombre de su reina Isabel. En 1620 el barco Mayflower con 102 colonos europeos peregrinos, más 33 de tripulación, ocupó Cabo Cod, bahía de Massachusetts; ya los nativos eran dueños de la tierra miles de años antes y habían visto en muchas ocasiones a los “carapálidas”. El arribo de estos, propició la fundación de la primera colonia británica en lo que actualmente es Nueva Inglaterra y la celebración del primer día de Acción de Gracias.
Walter Raleigh, (Guantarral), corsario, escritor, cortesano y político inglés que popularizó el tabaco en Europa, instauró al norte de La Florida la colonia con el nombre de Virginia en honor a su reina. Acuñó la frase imperial, “Quien posee el mar, posee el mundo entero”. Siempre en el norte, en 1607, expedicionarios de la Compañía de Londres fundaron el Fuerte de Jamestown a la postre el primer asentamiento inglés en el actual territorio de Estados Unidos a orillas del río James. Su ubicación sobre una pequeña península y su forma triangular protegía a los invasores de la amenaza de los indígenas Powhatan y ataques de los barcos españoles.
El navegante y explorador londinense Henry Hudson que buscaba un camino hacia India, en 1609 descubrió el gran río en América del Norte. En el comienzo reinó la cordialidad entre indígenas y colonos. Los primeros enseñaron a pescar a los invasores, preparar alimentos, a cazar, el cultivo del maíz, a vivir en las estériles llanuras. Los inviernos las cubrían de nieve haciendo difícil la vida.
El genocidio de indígenas, cazados como animales salvajes pudo comenzar 18 años más adelante. Se cuenta del capitán John Mason quien con puritanos de Nueva Inglaterra fuertemente armados cayó sobre los Pequot en pleno sueño, los cercó en las empalizadas y prendió fuego a la comunidad. La masacre cobró la vida a 500 indefensos, “gracias a la divina Providencia,” según declaró Mason.
Los indígenas americanos, igualmente llamados indios, aborígenes americanos, nativos americanos y amerindios, tuvieron en los apaches, aztecas, cheroquis, nahuas, mayas, caribes, yanomamis, mayorunas, incas, guaraníes, quechuas, aymaras, chibchas y mapuches, sus referentes.
Entre los más destacados guerreros y pensadores indios sobresalen Tasunka –Witko (Caballo Loco), sioux oglala; Tatanka Yotanka (Toro Sentado), jefe de la tribu sioux Hunkpapa; Goyathlay (Gerónimo), apache chiricahua, engañado y traicionado por intereses de quienes ostentaban el poder económico-militar en Estados Unidos; Shikhashe (Cochise), ilustre jefe de los apaches chiricahua, quien proclamó “…Los blancos son muchos y los indios pocos… yo quiero vivir en estas montañas… firmaremos la paz y la guardaremos fielmente… pero nos dejarán libres, ir a donde queramos”. Mahpiua-Luta (Nube Roja), Dakota sioux; don-ha (Mangas Coloradas), apache mimbreño; Satanta (Oso Blanco), conductor kiowa; Tecumseh (Estrella Fugaz); guía shawne, conocido por su frase: “Ninguna tribu puede vender la tierra. La única salida es que los Pieles Rojas se unan para tener derecho común e igual en la tierra, como siempre ha sido, porque no se dividió nunca”.
Famoso el mensaje de Hinmahtoo- Yahlahket (Joseph) de la tribu nez perce: “el hombre blanco no tiene ningún derecho de venir sencillamente aquí y quitarnos nuestras tierras. Este territorio ha pertenecido siempre a nuestra tribu… Nosotros estamos contentos y felices con que se nos deje en paz”.
Nombres de aborígenes que dejaron profunda huella en suelo americano en los siglos XVIII, XIX, y XX fueron: Seattle (Suquamish), Obwendiyac (Pontiac), Makatae-Mishkiakiak (Halcón Negro) y el nativo Navajo Askkii Dighin (Manuelito), pensador silvestre, célebre por afirmar: “Queremos la paz y los blancos hablan de guerra… en tiempo de nuestros padres se oyó decir que llegaban los hombres blancos por el oeste, a través de un gran río… Oímos hablar de pistolas, pólvora y plomo: armas de yesca y pedernal primero, de fulminantes después. Ahora de rifles de repetición”. La historia se duplica una y otra vez en esta Indoamérica en ebullición. Los actores son los mismos. Los tambores se cambiaron por celulares.
El exterminio masivo de la población americana, primigenia se calcula en 40 millones de seres. El hombre blanco implantó su dominio con la sangre derramada de esos hermanos de la raza. La “hazaña” de Mason al quemar vivos a 500 indígenas parece ser el inicio de las matanzas. Los aborígenes sostuvieron por lo menos 111 guerras contra los blancos “carapálidas” y sobrevivieron hasta 1898, pero las perdieron casi todas frente a la ferocidad y armas de los contrarios; se proponían los invasores renovar y reorganizar el Nuevo Mundo, para lo cual se creían “privilegiados” de la Providencia.