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La Opinión
Por Mario Arias Gómez
Refiero al joven general (30 años) del ejército patriota, José María Córdova Muñoz, héroe al que la Academia de Historia que lleva su nombre, presidida por el célebre, aplicado historiador Gerney Ríos González, rinde homenaje a su memoria con motivo del bicentenario de la ‘batalla de Ayacucho’, exaltación a la que complacido me sumo.
Retomo el contenido en el acápite relacionado con uno de los caudillos con los que nuestro gran artífice -Córdova Muñoz- de la independencia del Perú, interactuó, José Antonio Páez Herrera (1790-1873, 82 años), General en Jefe, natural de Curpa, Capitanía General de Venezuela, miembro del Partido Conservador, fundador y presidente (tres veces lo fue de su patria chica) de la Cuarta República de Venezuela, apodado ‘El Centauro de los llanos’, ‘El Catire’, ‘El León de Payara’. Su gran desempeño en la batalla de Carabobo (1821 lo inmortalizó, afianzando -en forma definitiva- la independencia del ‘Bravo Pueblo’ como reza el himno.
Prohombre del ejército patriota venezolano, conformado por sus pares, fieros llaneros, quien pronto saldó las diferencias conceptuales con el Libertador, Simón Bolívar y reconoció su autoridad, gracias a los buenos oficios interpuestos por Ramón Ignacio Méndez de la Barta (1775-1839), primer arzobispo (1828) de Venezuela de la época republicana; Diputado por Guasdualito (1810); integrante por Barinas al Congreso de Angostura (1819); al de Cúcuta (1821). Senador entre 1823 y 1826 de la Gran Colombia.
Prelado, férreo defensor de los derechos de la Iglesia Católica frente al anticlericalismo colombiano y venezolano, incondicional amigo de Simón Bolívar, firmante del Acta de Independencia de Venezuela; acompañante de Páez Herrera en los Llanos. Adalid del proyecto de Senado hereditario propuesto por El Libertador en el discurso de Angostura (1819): “Si el Senado en lugar de ser efectivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Este Cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del gobierno y rechazaría las olas populares”
Jerarca religioso expulsado de Venezuela en 1830. Al año siguiente regresa para declararse en favor de la Revolución Integradora, siendo expulsado nuevamente en 1836 por razones políticas.
Muere exiliado en 1839 en Villeta -República de la Nueva Granada, sus restos trasladados en 1942 al Panteón Nacional de Venezuela. Contribuyó como ninguno al triunfo del movimiento emancipador liderado por Bolívar.
Para entonces, paralelamente una junta celebrada en Arauca el 16 de julio de 1816, proclamaba a Francisco de Paula Santander, líder en Casanare de las fuerzas patriotas. Ante la triunfante ofensiva realista, se vio obligado a recogerse en Apure, Venezuela, donde los neogranadinos habían constituido en Guasdualito un gobierno provisorio.
Páez con atuendo llanero
Su jefatura disgustó a un importante grupo de oficiales inconformes que, so pretexto de reclamar un comandante más experimentado, mirando -sin querer
queriendo- de soslayo a Páez, el 16 de septiembre se soliviantaron en Trinidad de Arichuna, cediendo en favor del popular cabecilla.
Su primer objetivo, fue asegurar Achaguas amenazada por el coronel Francisco López, realista que acampaba en el hato de El Yagual, allí la bizarra avanzada patriota comandada por Páez, lo combatió entre el 30 y 31 de mayo de 1816 y desalojó, auxiliado por Manuel Serviez, Francisco de Paula Santander y Rafael Urdaneta.
Páez Herrera y su ejército de pares llaneros, marchó tras la caballada de los ejércitos realistas, batalla que se dio en el Bajo Apure (Venezuela), en que Córdova Muñoz -nuestro gran estratega militar- lo acompañó, enfrentados igualmente en Calabozo, San Fernando, Misión de Abajo, Sombrero, El Negro, Ortiz y Cojedes.
Pablo Morillo y Morillo, acantonado en Cartagena, emprendió la reconquista de la Nueva Granada, Santafé, lo ocupaban los generales españoles, Miguel de la Torre y Sebastián de la Calzada, quedando como única zona que resistía la avalancha realista, el suroccidente del país (Popayán y Cali). El brigadier, Juan de Sámano (futuro virrey de la Nueva Granada), partió de Pasto -mayo de 1816- con 1400 hombres, tras la toma de Popayán, acampando en la Cuchilla del Tambo, infligiéndole el 29 de junio penosa derrota a los 700 combatientes patriotas que resistían, lo que puso fin a la reconquista española de la Nueva Granada.
Acompañado Córdoba Muñoz de un reducido número de milicianos encabezados por Serviez y Santander, se replegaron hacia los llanos Orientales colombianos (Casanare) donde a semejanza del gobierno provisorio de Guasdualito, lo constituyeron en la Nueva Granada, en el que fue nombrado presidente el teniente coronel, Fernando Serrano y como jefe del ejército designado el coronel, Francisco de Paula Santander.
En noviembre de 1816, Serviez fue asesinado en un bohío frente a la villa de Achaguas a instancias de Páez según algunos historiadores. Su íntimo amigo, el descorazonado José María Córdova Muñoz, que lo apreciaba profundamente y reconocía como su maestro de armas, intentó escapar del cuartel. Arrestado y acusado por un consejo de guerra del delito de deserción, fue condenado a muerte, a lo que un grupo de oficiales efectos, liderados por el caudillo casanareño, Juan Nepomuceno Moreno, intercedió exitosamente.