
Por cada niño que realiza trabajo infantil doméstico y de cuidado no remunerado hay casi tres niñas, cifra que se amplía a cinco niñas por cada niño en zonas rurales.
Las mujeres colombianas adultas dedican más del doble de tiempo que los hombres al trabajo doméstico no remunerado, especialmente entre los 19 y 59 años, como consecuencia de los roles de género.
La sobrecarga temprana de responsabilidades domésticas en las niñas puede comprometer su futura inserción laboral al convertirse en una carga adicional cuando sean madres.

Bogotá, mayo de 2025. News Press Service. Para mejorar esta situación se requieren políticas que protejan el derecho al estudio, fortalezcan economías familiares rurales, redistribuyan equitativamente las tareas domésticas y rompan los condicionamientos de género en el trabajo no remunerado.
No es sorpresa que las mujeres colombianas, relativo a los hombres, dedican menos tiempo al trabajo remunerado y que, además, dedican una buena parte de su tiempo a labores domésticas y de cuidado no remunerado para el hogar. Lo que sí debería generar perplejidad es que estos roles de género en la economía del cuidado se materializan desde la niñez, especialmente entre los cinco y diecisiete años.
Este comentario pretende caracterizar el trabajo infantil, en especial el dedicado a labores domésticas y de cuidado no remunerado por sexo, con el fin de fomentar las discusiones sobre la posibilidad de, por un lado, remunerar labores del hogar y mejorar su distribución y, por otro, promover políticas públicas que defiendan el derecho al estudio de los niños. Para comenzar, es importante definir un par de conceptos.
En el contexto del trabajo infantil, se consideran trabajo doméstico las actividades que realizan todos los niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años y por más de 15 horas semanales de:
“(1) cocinar, lavar los platos, poner la mesa
(2) lavar, colgar, planchar la ropa, reparar ropa

y (3) limpiar o arreglar la casa, tender las camas, barrer, trapear y sacar la basura”. Por su parte, el trabajo de cuidado involucra:
“(1) cuidar niñas o niños menores de 5 años que no estén enfermos ni en condición de discapacidad.
(2) cuidar personas enfermas, en condición de discapacidad o adultos mayores; y (3) ayudar a personas con tareas o trabajos escolares” (DANE, 2025).
Para el último trimestre de 2024, las actividades que más reportaron hacer los niños, niñas y adolescentes en este ámbito fueron, en orden: (1) limpiar o arreglar la casa, tender las camas, barrer trapear, sacar la basura; (2) cocinar, lavar los platos, poner la mesa; y
(3) lavar, colgar, planchar la ropa, reparar ropa. Sin embargo, la proporción de niñas que realiza este tipo de oficios es notoriamente superior a la de los niños, incluso a pesar de que más niños trabajen: en promedio, por cada niña que trabaja hay dos niños que lo hacen, y mencionan que les gusta trabajar para tener su propio dinero.
Por cada niño que realizaba trabajo infantil doméstico y de cuidado no remunerado (TIDCNR) en el cuarto trimestre de 2024, había casi tres niñas que se dedicaban a este oficio, al igual que para el trabajo infantil doméstico no remunerado (TIDNR),.
Más aún, en zonas rurales y para el cuarto trimestre de 2024, el TIDNR indicó que por cada niño en este oficio había más de tres niñas.
Al relacionar lo anterior con la economía del cuidado de las mujeres mayores de edad se percibe un patrón similar. Según la Cuenta Satélite de Economía del Cuidado (2020-2021), en promedio, las mujeres colombianas dedican más del doble del tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado del hogar y la comunidad, especialmente aquellas en edades entre 19 y 59 años.
Entonces, con una alta incidencia de las niñas en el TIDCNR, desde una temprana edad se moldean los roles de género respecto al cuidado del hogar, condicionando a las niñas y mujeres a ocupar estos roles.
En un futuro, estar a cargo de estos oficios representará una carga extra para las mujeres, especialmente las futuras madres, lo que puede comprometer su inserción laboral. En definitiva, es urgente proteger la infancia mediante políticas integrales que garanticen el derecho fundamental de los niños y niñas a vivir sin responsabilidades laborales prematuras.
El sector rural requiere atención prioritaria con programas que prevengan la deserción escolar y fortalezcan las economías familiares.
La redistribución equitativa de los oficios domésticos, especialmente para las niñas, demanda mayor presencia estatal, redes de apoyo comunitario y acceso al trabajo remunerado para los adultos, esto con el fin de evitar condicionar a las niñas a trabajos de cuidado del hogar, derivados de los roles de género.