New Press Service
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Por Elías Prieto Rojas
Estoy cansado de ver y de escuchar los desesperados pasos del hambre sobre la tierra mientras demasiados líderes del mundo se muestran paralizados y ciegos al no presionar a los países ricos para que donen alimentos y así beneficiar a todos los desafortunados del planeta. Estoy cansado de ver que estallan bombas letales sobre la geografía mundial mientras sordos políticos no escuchan los desgarradores gritos que produce la guerra, y si por el contrario, aprueban, con su inercia e indiferencia, y vagabundos se convierten en cómplices de las explosiones que asesinan a niños y mujeres; estoy cansado de escuchar a diario pregones de justicia mientras magistrados corruptos alimentan la desesperanza entre mis hermanos; togados enceguecidos por el desprecio y la ambición y cuyos viles propósitos someten hasta matar a quienes demuestran ser poco fuertes de mente y de conducta; estoy cansado de cantar himnos de alegría para millones de primates que dicen llamarse humanos y que prefieren composiciones de traición y muerte antes que de reconciliación y amor entre sus pares; estoy cansado de observar que la injusticia y la desigualdad campean sobre el planeta mientras se promueve entre países, y como excusa, la justicia y la fraternidad entre los pueblos; estoy cansado del trabajo inmisericorde de millones de empleados y cuyo salario no les alcanza para sus necesidades elementales mientras avaros empresarios planean viajes de placer a Marte y las estrellas; estoy cansado del Goliath, que aprovechándose de su tamaño sigue maltratando a los más débiles, pero también estoy cansado del David que proyecta poca inteligencia y astucia para la rebeldía, y por eso su protesta muere sin un eficaz trabajo político, y no convence con sus ideas, al sucumbir en medio del caos y la impotencia del «Si yo hubiera»; estoy cansado del trino de los pájaros que ansían volar sobre nubes limpias y del canto de las ballenas que buscan aguas cristalinas; estoy cansado de saber que abundan miles de individuos que se levantan en las mañanas sin un propósito serio y responsable para constru autoestima y alegría por la existencia… aunque también sé que existen centenares de valientes seres ubicados en todos los rincones del planeta y que siguen obsesivos con premisas, según las cuales, es inevitable la filantropía como esencia del humanismo y donde, como el ideal griego, el hombre sea centro y medida de todas las cosas; es por eso necesario emprender cruzadas desde nuestra misma casa siempre en la búsqueda de la verdad y la lucidez donde el buen ejemplo sea el motivo central de la existencia y que éste como el ámbar atraiga a cada uno de los mortales para que la dulzura, el buen genio y la ternura reinen por siempre en todas las aldeas de la sociedad mundial; que no haya espacio ni lugar ni tiempo ni dimensión donde no se hable de este tipo de acciones y que las conductas de cada uno de quienes así obren sean premiadas por la misma sociedad; inundemos las calles y avenidas de nuestro país de medallas, pero entonces acá de nuevo debo referirme a una bella poesía de Gonzalo Arango:
LA SALVAJE ESPERANZA
Éramos dioses y nos volvieron esclavos.
Éramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Éramos felices y nos civilizaron.
Quién refrescará la memoria de la tribu.
Quién revivirá nuestros dioses.
Que la salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma inamansable.
¿Adónde iremos? reza la frase del predicador, o del poeta, o del humanista, o del asesino, o de aquel que está cansado, o de quien no cree; de cualquier manera y en esta época, cada cual elige su camino…
Así que la pregunta es…
Ya, mi querido amigo, o amiga, cada uno debe saber a quién acudir…
¿Adónde iremos?