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Banco Mundial
Por Alina Florentina Burlacu
Especialista superior en transporte
Históricamente, en las carreteras se ha dado prioridad a la circulación de los automóviles y camiones, mientras que las instalaciones para los peatones y ciclistas han sido un elemento secundario. Este enfoque parcial y, en última instancia, erróneo condujo a que cada vez más personas prefieran movilizarse en vehículos personales en lugar de utilizar el transporte público, viajar en bicicleta o caminar. La frase “constrúyelo, y ya vendrán” resultó ser cierta.
El impacto ha sido devastador. Desde que se registró oficialmente la primera muerte en un vehículo motorizado, hace alrededor de 150 años, decenas de millones de personas han muerto en accidentes de tránsito. Esta crisis es enorme, sobre todo si se tienen en cuenta también los cientos de millones de personas que resultaron heridas de gravedad a lo largo del mismo período.
Los usuarios vulnerables de las vías, como los peatones y ciclistas, son los que corren mayor riesgo, y junto con los motoristas representan más de la mitad de las muertes en las redes viales del mundo cada año. Estos usuarios indefensos también son los que tienen menos probabilidades de dañar a otros en las rutas.
Como ingeniera vial, es penoso admitir que el transporte terrestre representa el 97 % de las muertes ocurridas en todos los modos de transporte, y es la principal causa de mortalidad entre los jóvenes en el mundo. Las muertes producidas en accidentes de tránsito equivalen a la caída de siete aviones grandes de pasajeros cada día. Si se produjese un número similar de decesos diarios en la industria aérea, ¿usted seguiría viajando en avión?
La seguridad vial también tiene consecuencias graves, si bien ocultas, para las economías en desarrollo: los choques en los caminos cuestan a los países de ingreso bajo y mediano una cantidad equivalente a aproximadamente el 6 % del PIB anual, en promedio, debido a la pérdida de actividad económica y los gastos cuantiosos en la salud pública.
La crisis no ha hecho más que empeorar en términos absolutos, pese a la aplicación del Decenio de Acción de las Naciones Unidas para la Seguridad Vial 2011-2020, cuyo objetivo era reducir a la mitad las muertes por accidentes de tránsito en el mundo a lo largo de 10 años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 1,35 millones de personas mueren en los caminos anualmente, esto es 100 000 más que el valor de referencia de 2011 de 1,25 millones. Debemos hacerlo mejor.
El segundo decenio de acción (i), anunciado en 2020, tiene como meta reducir a la mitad las muertes por accidentes de tránsito en el mundo en un lapso de 10 años —esta vez, el plazo es 2030— y alienta a los Gobiernos y las partes interesadas a actuar con audacia utilizando los conocimientos adquiridos en el decenio de acción anterior. La única forma de hacerlo es #RepensarLaMovilidad. De hecho, este es el tema de la Semana Mundial de las Naciones Unidas sobre la Seguridad Vial de este año (del 15 al 22 de mayo).
Básicamente, debemos cambiar nuestra forma de pensar: enfocarnos más en las personas que en los vehículos. Para ello, necesitamos una nueva jerarquía de la movilidad en que se priorice a las personas en lugar de los vehículos, y en que se valore la seguridad, la sostenibilidad y la inclusión por sobre todo lo demás . Y para poder reducir significativamente la tasa de mortalidad anual, tenemos que no solo dejar de lado la antigua mentalidad de “el automóvil, es primero”, sino que también debemos combinar este enfoque centrado en las personas con un gran aumento de la inversión.
Para ayudar a que en el segundo decenio de acción se logren mejores resultados que en el primero, es urgente que se mejore la seguridad de los peatones y ciclistas y se dé prioridad a la transitabilidad a pie en las zonas urbanas, especialmente porque las tasas de urbanización en los países de ingreso bajo y mediano siguen siendo altas. Será fundamental impulsar las inversiones en infraestructura de transporte seguro, inclusivo y sostenible con el fin de reducir el número de muertes en las rutas viales en todo el mundo. Ello generará también beneficios adicionales. Promover el uso de la bicicleta, los desplazamientos a pie y otras formas físicas de moverse es importante para mejorar la seguridad vial, y además contribuye a reducir las emisiones del transporte, mejorar la calidad del aire local, disminuir la congestión del tráfico y bajar las tasas de obesidad.
Asimismo, será crítico integrar el enfoque de los “sistemas de seguridad” (i) que se aplica a la seguridad vial, que se centra en prevenir accidentes fatales y en reducir la gravedad de las lesiones cuando se producen los choques. Al reconocer que los seres humanos son falibles e inevitablemente cometerán errores, el enfoque mencionado promueve un sistema de movilidad vial holístico, que tiene muchas redundancias incorporadas y que perdona los errores del conductor y reduce en gran medida el riesgo de lesiones graves o de muerte.
El Servicio Mundial para la Seguridad Vial (GRSF) del Banco Mundial (i) trabaja estrechamente con sus asociados para liderar soluciones de seguridad vial que se enfoquen en las personas y catalizar inversiones en seguridad vial en los países de ingreso bajo y mediano. Con motivo de la Séptima Semana Mundial de las Naciones Unidas sobre la Seguridad Vial, el GRSF ha creado una página de recursos relacionados con el tema #RepensarLaMovilidad, y en ella destaca su labor en Filipinas (i), Vietnam (i), Etiopía (i) y Bolivia (i) dirigida a promover la movilidad segura para todos los usuarios de los caminos. Juntos repensemos la movilidad para garantizar que los usuarios de las rutas viales en todo el mundo puedan llegar a su destino de manera segura.
Muchas gracias a Benjamin Holzman y Hanayo Taguchi por sus aportes.