News Press Service
Por Elías Prieto Rojas
Payaso quiero ser, cuando los demás protagonistas siguen empeñados en mostrarse demasiados serios frente a la vida; payaso quiero ser, porque es necesario sonreír en esos instantes de mayor tensión, cuando las puertas están cerradas, y del otro lado nadie sale a preguntar por el forastero. Payaso quiero ser, cuando siento que nada es eterno, y que siempre estaremos expuestos a morir, sin entender aún, cuál, es nuestra misión sobre la tierra. Payaso, quiero ser, una y mil veces, cuando el enojo nos asalta, y también en esas horas cuando deseamos renunciar a lo que más queremos. Payaso desea ser, y saltar, y hacer malabares en el centro de la pista, sólo por la motivación de saber que alguien sigue pendiente, y se esfuerza, al apropiarse de conductas sanas y plenas de alegría. Payaso, quiero ser; mover mis brazos, vestirme de colores y sonreír de nuevo, si con ello alguien se tranquiliza y evita pensamientos crueles, o de querer ser agresivo. Payasos debemos ser todos, y siempre opinar con sarcasmos, intentando que todos asistamos a las diversas comparsas, pero con la condición sana y expresa de buscar con nuestro discurso, la paz y sus aromas de fraternidad y de heroísmo por la existencia. Payasos nacemos y payasos habremos de morir, porque es corta la vida, pero trágica por la injusticia y la intolerancia… Y por los anteriores, y otros más pequeños detalles, invito a que cada de mis lectores pinten su cara y la embadurnen de acuarelas y de polvos, y de líneas rojas y azules, y que en su frente resplandezcan sus estrellas, y serpentinas multicolores, para que el tren siga su marcha, y los juguetes, olvidándose siquiera de ser pistolas de agua, fomenten su diversión, y tal vez hagan soñar y de amor, a quienes se muestran osados y poderosos al querer seguir jugando con la guerra. Payaso deseo, todavía ser, cuando los conquistadores invocando rutas nuevas, y con promesas y falsas medallas de lata nos engañan para seguir dominando al mundo con sus promesas llenas de artilugios, humillaciones y afrentas en contra de la justicia… esos verdugos, los amos del planeta, y además los dueños de las armas, de seguro que por estos días no encontrarán payasos a la vera del camino, ni debajo de la cama, ni en los circos, ni en los atrios, ni en las iglesias, ni siquiera entre la maleza, porque los payasos, de verdad, los buenos payasos, en este momento danzan por las nubes enarbolando banderas blancas, puesto que, y tal vez, ésta es la mejor manera para seguir burlándose de quienes se empecinan en propagar la muerte. Y que me perdonen aquellos que intentan detener la parafernalia y la ordalía de sucesos trágicos, y de armas nucleares, porque lo único que ahora tengo son mis carcajadas. Y por ellas, mis apreciadas sonrisas, seguiré consumiendo Colgate e iré a diario donde mi odontólogo para seguir exhibiendo mis trescientos dientes, en la calle, a pesar del covid y de los tapabocas… Y no me importa que mis opiniones sean las de un payaso, porque después de todo, y con mi edad, ya mi dentadura no resiste ni una crema de espinacas; y por eso seguiré llamando a Popeye, el marino, para que entre los dos y con Oliva le seguiremos demostrando al mundo que lo más valioso es saber que los niños quieren tomarse su sopa, en paz, incluso Mafalda, y que ellos ansían una vez más divertirse con sus mejores payasos … Jajajajajaja…
Febrero 11 de 2022.