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Por Elías Prieto Rojas
En la niñez y también en la adolescencia a los seres humanos se nos marca; es el sello indeleble de la vida; para bien o para mal. En mi caso, como a todos, fuimos influidos por demasiadas personas, pero los que más enseñanzas, nos dejaron, inevitable, fueron nuestros padres. Recuerdo ahora a mis viejos. Hicieron mucho por sus hijos. Desde esta humilde tribuna, tanto al varón como a mi madre, y a mis hermanas, seis en total, les agradezco lo que hicieron por mí. No tengo cómo pagarles. Alguna vez, el viejo, mi padre, compró una enciclopedia, a crédito. La única que tuve en mis años de formación académica. Con ella estudié. Y la consulté. Y la leí. Y una y muchas veces, la releí. Y si mal no recuerdo tenía doce años cuando accedí por primera vez a su conocimiento. Enorme sabiduría la que fui adquiriendo en sus páginas. Paso a paso, lectura, tras lectura. Y el tomo, o libro, que más me impactó fue (lo tengo aquí en este momento, a mi lado, hace cincuenta años que me acompaña. No lo vendo, ni lo regalo, es mío y para siempre, hasta que me muera. No tiene precio), se llama “Enciclopedia Autodidáctica Quillet”. No sé cuántos tomos eran, yo sólo conservo, el mejor. El número 1… lo abro con cuidado, es un tesoro; empieza con un título que descresta a cualquier desprevenido: “Para triunfar en la vida”. Y seguidamente comienzan sus párrafos –y por favor, pongan atención, porque quiero trasmitirles mi alegría-: “tengamos confianza en nosotros mismos; todos los elementos del éxito se encuentran en nosotros”. Y remata esa primera página con una frase que todavía me acompaña: “todo el que sepa cultivar sus facultades nativas debe forzosamente triunfar”. Gracias, señora enciclopedia. Y luego otro título que habla de la educación de la voluntad. Y en negrilla: “Tomemos conciencia de nuestras fuerzas”. Y más abajito: “No nos impongamos al principio más que tareas mínimas; cada esfuerzo logrado facilitará la obtención del inmediato”. Y sigue hablando la sabiduría. De miprimera enciclopedia. Orgulloso estoy de conservarla. “Procuremos, algunos ratos de aislamiento”. “Practiquemos la autosugestión”. Desde esa primera vez, trato de hacerlo, a diario. Y me repito y estas frases son de mi cosecha: “Yo puedo, soy capaz, lo haré, soy feliz”… Otras oraciones decisivas que encontré en la Enciclopedia Autodidáctica Quillet, en su primer tomo: “Guardemos una higiene de la alimentación”. Claro. Y esa si me cuesta a mí, pero lo seguiré intentando, porque en este caso el problema mío es la cuchara. Y luego: “Debemos saber descansar”, y en la otra página: “Tengamos la mirada firme”; “Hablemos en tono moderado”; “Cultivemos la memoria” y ya para finalizar remata su última página, con apartes del título con el cual se inicia esta nota.
Y triunfar pero ¿en qué?.
Y este párrafo, lo leí hace cincuenta años. Y es actual:
“Toda vida sin más estímulo que el de reunir dinero es bien triste ¿queremos triunfar de verdad? pero no en ser rico que nada significa sino feliz y útil. Para ser superior a los otros hombres es necesario que un ideal superior nos exalte. No persigamos quimeras, busquemos resultados sólidos pero inspirémonos en miras elevadas. Hagamos desde este punto y hora balance claro y sincero de nuestra vida, decidamos con vista del pasado lo que debe ser el porvenir, pero decidámonos a vivir de modo generoso, y todo el mundo ganará: nosotros y los demás”…
Hasta luego, señora enciclopedia Quillet. Cuánto bien me hiciste. Hoy te recuerdo con cariño.
23. X. 20.