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El Espectador
Las diferencias entre ambas guerrillas vienen desde sus orígenes, en corrientes ideológicas distintas, y esto repercute en la manera como el Eln entiende la paz. Será un reto para esta guerrilla negociar con un gobierno de izquierda.
“A nosotros no se nos van los ojos por pedir curules”, dijo en noviembre del año pasado a este diario Pablo Beltrán, segundo comandante del Ejército de Liberación Nacional y jefe de la delegación de diálogos que por entonces permanecía varada en La Habana, tras la suspensión de las conversaciones en 2019 por orden del entonces presidente Iván Duque: “Si hay algo que nosotros buscamos, es que sea la misma gente la que haga sus reclamos y plantee la construcción de los cambios”, concluyó.
Durante aquella entrevista con Colombia+20, entre otras cosas, Beltrán señaló la voluntad de la guerrilla de sentarse a una mesa de negociaciones con “cualquiera” que fuera el nuevo gobierno, lo que acaba de concretarse de manera formal este 4 de octubre en Caracas, tras el anuncio conjunto del Gobierno colombiano y la comandancia del Eln de que se reanudará el proceso de paz que empezó de manera formal en 2016, durante el gobierno de Juan Manuel Santos.
La afirmación de Pablo Beltrán sobre las curules no era gratuita, con ella señalaba las profundas diferencias que existen entre el Eln y las extintas Farc, guerrillas provenientes de corrientes ideológicas diferentes y de procesos históricos que implicaron una evolución por caminos separados.
Mientras las Farc estuvieron desde siempre alineadas con el viejo Partido Comunista y el marxismo soviético, el Eln se consolidó tras la agrupación de corrientes diversas y muy heterogéneas, algunos de sus primeros miembros provenían del liberalismo más radical, líderes campesinos o políticos que en un principio estuvieron adscritos al Movimiento Revolucionario Liberal, fundado por Alfonso López Michelsen.
En sus orígenes también hubo dirigentes estudiantiles que simpatizaban con la revolución cubana, como los hermanos Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón, y sectores de izquierda dentro de la Iglesia católica afines a la teología de la liberación, cuyos máximos exponentes en Colombia fueron el sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien precisamente murió en un combate con el Ejército cuando militaba en esa guerrilla, y luego el cura español Manuel Pérez, comandante del Eln hasta su fallecimiento por causas naturales en 1998.