News Press Service
Por Elías Prieto Rojas
Trasegando por la vida el guerrero se levanta a diario con la firme obsesión de hacer méritos para seguir viviendo, mientras el circo repleto y los vítores y la arena caliente queman sus pies… pero no importa, porque su dolor y su alegría son regalos que le ayudan a defender la vida, aunque también cualquiera necesita desafiar la muerte.
Y por eso no hay tiempo para distracciones.
El emperador en la tribuna disfruta pleno de admiración por el arrojo y la valentía de quien viene a ofrendar su existencia para que otros, su nobleza y su pueblo, disfruten de la exigencia y del espectáculo…
Luego del combate se halló un mensaje en la celda del condenado cuando los soldados fueron a buscar sus pertenencias para sepultarlas con el cuerpo del indómito.
He ahí sus palabras:
“En este día especial no tengo otro motivo sino agradecer a quien me permitió caminar sobre la tierra; a quien hizo posible que mi sacrificio trascendiera en beneficio de toda mi familia: he luchado, he dejado hasta la última gota de sangre en la arena; he aspirado el perfume de las flores; he bebido, he sentido la suave brisa que besa mi rostro y he insistido, una vez más, en saborear las mieles del triunfo, aunque la derrota también ha sido mi eterna compañera; ahora salgo a defender mi vida y la de todos aquellos que aún creen en un futuro superior; deseo de nuevo contemplar atardecer alguno; quiero cantar, bailar, ofrecer mis manos en un abrazo seguro para este crucial destino de ayudarnos unos a otros; y si muero… y si muero, qué habrá de importar»…
Y entonces el guerrero, allá en el ignoto terreno de quienes se fueron y que jamás volvieron pronunció solo cuatro palabras…
Alegría, o llanto.
Mente y corazón.
Concluyendo:
En este día especial las palomas seguirán volando, el turpial hará descansar con su canto, la música de las ballenas se escuchará en las profundidades, y todavía entre los árboles un carpintero buscará reposo; pero también en la selva, escúchenlo bien, el cordero y el lobo, hoy, se abrazarán de nuevo, aunque seguirán siendo enemigos irreconciliables…
Claro que eso dice la historia: uno de ellos al despedirse, y en medio de su profundo desconcierto le comunicará a su hermano:
Buenas noches, hermano prisionero” …
Yo todavía no sé qué decir…
¿Y usted qué le diría al lobo?
24. XII. 21.