Los bancos centrales deberían aprovechar la magia técnica de las criptomonedas para habilitar un rico ecosistema monetario
Agustín Carstens, Jon Frost y Hyun Song
News Press Service
FMI
Cuando las personas o empresas realizan un pago, están confiando en dos cosas: el dinero en sí y el sistema de pago que ejecuta la transacción. Si bien a menudo se dan por sentados, estos dos elementos son una base fundamental de cualquier economía. Todos los días, miles de millones de veces, los hogares y las empresas depositan su confianza en este sistema y en las instituciones que lo sustentan.
La innovación digital está revolucionando tanto el dinero como los pagos. Las criptomonedas y las finanzas descentralizadas (DeFi) se basan en la premisa de la descentralización, con el objetivo de reemplazar a los intermediarios financieros tradicionales (banqueros, corredores, custodios) con soluciones tecnológicas. El notable auge de las criptomonedas ha capturado la imaginación popular y ofrece un vistazo de nuevas capacidades técnicas. Estos incluyen la capacidad de programar pagos (programabilidad), combinar diferentes operaciones en una transacción (composibilidad) y generar una representación digital de dinero y activos (tokenización).
Sin embargo, los desarrollos recientes han subrayado el fracaso de las criptomonedas para cumplir con los requisitos de un sistema monetario que sirva plenamente a la sociedad. Sus deficiencias no son solo errores, sino fallas estructurales. Es por eso que argumentamos que el sistema monetario del futuro debería aprovechar las nuevas capacidades técnicas demostradas por las criptomonedas, pero basarse en la confianza que brindan los bancos centrales (BIS 2022).
En otras palabras, cualquier transacción legítima que se pueda realizar con criptografía se puede lograr mejor con dinero del banco central. Las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC) y otras infraestructuras públicas pueden sustentar un ecosistema monetario rico y diverso que apoye la innovación en el interés público.