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Novela Histórica
Viajamos al corazón de la Guerra de las Galias con el exitoso escritor para visitar los lugares que han inspirado ‘Maldita Roma’, la segunda entrega de su saga sobre el emperador que ahora publica
Son las 10 de la mañana y en el Mont Beuvray (Francia), teñido de los colores del otoño, solo se escucha el crujido de las hojas. El reto es sortear el barrizal; un ligero chapoteo bajo la neblina que interrumpe la voz de Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) narrando los distintos episodios de la guerra de las Galias, aquella que dio comienzo en Bibracte, en el corazón de la Borgoña.
Aunque parece imposible averiguar el emplazamiento exacto de la batalla, es en Bibracte donde comienza y finaliza Maldita Roma (Ediciones B), la segunda de las seis entregas donde el escritor ahonda en la figura de Julio César y que llega este martes a las librerías. «Cuento lo desconocido de lo ya conocido. Desde ahí construyo la ironía dramática que engancha al lector y le traslada mi interés por el tema. Toda la saga es una gran ironía dramática», dice. Un exitoso proyecto literario que arrancó con Roma soy yo, la novela histórica más vendida en España en 2022, superando los 300.000 ejemplares.
Paseamos entre los restos del oppidum de la antigua ciudad gala -aliada de los romanos en su pugna contra los helvecios antes de la traición de Vercingétorix- mientras Posteguillo va enlazando anécdotas sobre las legiones y las estrategias militares ideadas por César a 820 metros de altitud. También habla, cómo no, de su intensa vida personal: de sus tres esposas e innumerables amantes, de sus ataques de epilepsia en momentos de tensión y de su vínculo con Apolonio Molón, su mentor en el arte de la oratoria cuando fue condenado al exilio en Rodas. «César y Cicerón destacarían en oratoria con respecto a los políticos de hoy en día. De todos modos, prefiero no opinar más allá del año 476«, ríe.
En Maldita Roma encontramos ya a Julio César en la plenitud de su talento político y militar, dispuesto a vencer cualquier obstáculo en su imparable conquista del poder.
¿Le recuerda a algún líder político actual?
Pienso en si existe alguno a nivel internacional, porque de España ya ni hablamos. La verdad es que me cuesta últimamente reconocer a alguien con esa capacidad. Es verdad que hay algunos líderes que no tengo muy controlados, como el nuevo primer ministro británico, Rishi Sunak. No sé, todavía no tengo elementos suficientes para evaluar qué tipo de personaje histórico puede llegar a ser. Me muevo más en el desconocimiento de algunas nuevas figuras que han aparecido que en el conocimiento de figuras que yo pueda considerar de una gran relevancia. Y de las que conozco, te aseguro que una gran mayoría no está ni estará nunca al nivel de Julio César.
¿Cree que lo que hizo Julio César en las Galias puede calificarse de genocidio, ahora que se usa esta palabra tan recurrentemente?
Si evaluamos el pasado con los valores de nuestro momento actual, estamos realizando un presentismo inadecuado a la hora de interpretar los acontecimientos históricos. Esto no quiere decir que César pudiera tomar decisiones moralmente cuestionables en sus enfrentamientos bélicos, pero hemos de entender también que los galos no le habrían tratado mucho mejor si hubieran ganado la guerra. Era un contexto donde no había una ONU que intentase solucionar los problemas. No digo que la ONU de hoy en día sirva para algo, pero es verdad que al menos existe y los países occidentales, antes de tomar algún tipo de acción controvertida, se molestan en consultarle. A lo que voy es a que es erróneo calificar las acciones del César en los mismos términos que las calificaríamos hoy. Me gustaría ver a esas personas que juzgan el pasado con suficiencia envueltas en ese momento histórico, a ver cómo se apañaban con sus planteamientos políticamente correctos. ¿Me entiendes? Probablemente serían masacradas y aniquiladas de la faz de la tierra. El presentismo histórico es, a mi entender, o bien un error o bien una manipulación ideologizada.
Hablando de lo políticamente correcto… En la Antigua Roma también existía algo parecido a la cultura de la cancelación.
Sí, se llamaba damnatio memoriae: cuando un líder político o un emperador había caído en una forma de gobierno que se consideraba absolutamente inadecuada, había una maldición a su memoria. Se destruían sus estatuas, se borraban sus inscripciones, los esclavos arañaban las monedas para quitar el rostro del emperador en cuestión… Sería el equivalente a la cultura de la cancelación actual, solo que se daba a la muerte del personaje. En vida, lo que tenían es el exilio, que sufrieron Cicerón o Julio César. De todos modos, esta cancelación se daba por cuestiones políticas, no por cuestiones morales ni por opinar diferente. No existía una cultura de la cancelación tan exacerbada. Sí que, por ejemplo, si Catulo escribía unos poemas con un contenido sexual muy explícito, por supuesto que había gente que lo criticaba y lo consideraba más o menos inaceptable. Pero, en la actualidad, las redes sociales han llevado la cultura de la cancelación al extremo. Cualquiera puede ser cancelado por un vídeo suyo que se viralice y contenga unas declaraciones descontextualizadas. Eso sí que es un peligro muy grande.
Imagino que está al corriente de la tendencia que se ha viralizado en redes sociales, especialmente en TikTok, con mujeres preguntando a sus padres, amigos y parejas si piensan en el imperio romano a diario. ¿Usted piensa en él más allá de sus novelas?
Creo que la frecuencia con la que yo piense o deje de pensar en el Imperio romano no es estadísticamente representativa de lo que pueda ser la media de la ciudadanía (ríe). Obviamente yo pienso en el Imperio romano y en la civilización romana constantemente, pero es en gran medida mi profesión. Esta tendencia que hay en las redes me parece simpática, pero también me parece una forma muy poco profesional de realizar ningún tipo de estadística. ¿Por qué no haces la misma pregunta a distintos grupos de edad, a mujeres, a distintos estratos sociales? ¿Y por qué no preguntamos sobre otras civilizaciones o períodos históricos para saber si realmente una persona piensa más en una cosa que en otra? Yo lo veo como algo curioso, pero carente de todo rigor para ser evaluado de forma sociológica.
Santiago Posteguillo es un guía de excepción: de Bibracte nos conduce hasta el teatro romano de Autun, o lo que queda de él. Allí explica que César se salía del esquema habitual de populista: «le daba al pueblo lo que le demandaba, como espectáculos de gladiadores, pero también se esforzaba en ofrecerles otras actividades culturales, como funciones teatrales y exposiciones. Todo corría a su cargo, se endeudaba constantemente con tal de no recurrir al erario público».
Con Craso como acreedor, César presentó su ley de reforma agraria el primer día tras erigirse cónsul. «Es llamativo cómo se endeudó casi 600 millones de euros al cambio de hoy para hacer obras públicas, como reformar la Via Apia», relata. «Estamos demasiado acostumbrados a que los políticos no cumplan las promesas del programa electoral o esperen hasta el último año de legislatura para ponerse a ello».
El autor procura visitar cada rincón donde ambienta sus novelas. En estos lugares, afirma, «se carga de energía e ideas». Solo así, y no encerrado en la biblioteca, es capaz de construir una historia que abarca casi 900 páginas. Recorrió Borgoña en junio de 2022 en busca de inspiración y regresa a unos días de publicarse Maldita Roma. «Tengo una vida muy ajetreada, pero yo me sacrifico por los lectores», ironiza.
La primera parte de esta saga lleva por título Roma soy yo. Para mucha gente, sus libros suponen el mayor acercamiento a la Antigua Roma. ¿Es un título parcialmente autorreferencial, piensa que para los lectores Roma es usted?
Sí que soy consciente de que, cuando escribo una novela, la va a leer mucha gente que va a tomar la recreación que yo haga como algo totalmente verídico. Claro, hay que tener cuidado porque yo no quiero engañar a nadie; hago novela histórica, no estoy haciendo manuales de historia. Ahora bien, sí que es verdad que procuro seguir lo más fielmente posible los hechos históricos más importantes, pero también es cierto que hay una serie de vacíos históricos y una serie de diálogos que no están grabados y que yo tengo la necesidad de recrear. Por eso me he tomado como una responsabilidad el que haya siempre una nota histórica al final de cada novela donde se explicite hasta qué punto he seguido las fuentes históricas. Otro debate es si dichas fuentes históricas son rigurosas o no (ríe). Pero bueno, el que quiera leer hasta el final tendrá una noción clara de qué es un acontecimiento histórico indiscutido y qué otras cosas he podido añadir yo para completar el relato.
Me preguntaba si, como César, ha pensado alguna vez eso de Maldita Roma. ¿Se ha planteado escribir alguna historia que vaya por otros derroteros?
No, la verdad es que no estoy saturado de Roma. Los personajes con los que me cruzo me parecen tan fascinantes, tan alucinantes, que aún no he podido salir de esta época. Escipión me parecía increíble en su nobleza, en su inteligencia, en su defensa del mundo, de asimilar el mundo griego… Me pasó también con Trajano y el tema de la corrupción política, y con Julia y el tema del empoderamiento femenino. Encontrándome con personajes así es difícil que me canse de este período. Eso no quiere decir que no haya otros muchos periodos históricos que me interesen, ¿eh? Lo que pasa es que claro, como me meto en estos jardines de 10 y 12 años, no sé si me dará la vida para novelar otras épocas, aunque me encantaría.
Hay una inclinación desde la sociedad occidental a idealizar al pueblo romano, valorando su legado cultural y su contribución a la democracia. ¿Es correcto quedarnos solo con lo bueno de esa civilización, que a todas luces fue esclavista y xenófoba?
No, no es correcto, porque ciertamente los romanos fueron capaces de lo mejor y lo peor, y esto lo intento reflejar en mis novelas. Admiro mucho el nivel de oratoria de los debates en el Senado romano comparados con el nivel actual en el Congreso, pero no me resulta admirable el que acabaran con bandas de sicarios asesinándose unos a otros en las calles. Esos episodios son atroces y también los menciono en los libros, se nota que no los aplaudo. Lord Byron tiene unos poemas de cuando él visita Roma y puede pasear por el Coliseo a la luz de la luna, algo que solo se podía hacer en el siglo XIX, imagínate (ríe). Tiene un poema en concreto donde refleja claramente este conflicto: por un lado, se admira de la maravillosa arquitectura del Coliseo, que es brutal, pero al mismo tiempo piensa que ese edificio tan arquitectónicamente perfecto se utilizaba para auténticos horrores. Ese poema de Byron resume lo mejor y lo peor de la sociedad romana.
¿Fue la rebelión de Espartaco realmente una revolución antiesclavista, la primera vez que existió lo que hoy llamamos ‘conciencia de clase’?
La de Espartaco fue la tercera guerra servil, es decir, la tercera rebelión de esclavos. Antes hubo otras dos muy importantes, no era la primera vez que pasaba algo así a gran escala. Sí que fue la ocasión en la que más cerca estuvo de tener éxito una rebelión de este tipo. No obstante, yo no creo que Espartaco la iniciara con esa idea. Creo que era una cuestión particular: había un grupo de personas que intentaba encontrar una solución al problema que ellos tenían, que era ser esclavos. Por las circunstancias que se narran en la novela, se acaba transformando en algo que desborda tanto las expectativas del propio Espartaco y sus aliados iniciales como las expectativas de los romanos. Pero yo creo que eso fue algo sobrevenido, o sea, no creo que Espartaco se levantara un día en rebelión pensando: «Voy a liberar a las decenas de miles de esclavos de Italia».
¿El modelo de liderazgo de Julio César es el que realmente inspiró a los emperadores posteriores, o lo fue más el de Augusto? ¿Cree que los romanos de verdad le consideraron una figura trascendente en su día?
Sí, lo que pasa es que Augusto es el que crea las bases legales del sistema imperial. Les dio las herramientas a los emperadores siguientes para controlar el imperio romano, eliminando o retrayendo al Senado y a las asambleas del pueblo de una capacidad decisiva real, y dejándoles a ellos todo el poder legislativo. Pero sí que pienso que la figura a la que se admiraba más era César porque la audacia militar y política que tenía él no la tenía Augusto, que no hizo nada destacado ni sorprendente. Fue un tipo bastante cruel y no demasiado buen estratega. Realmente, las victorias militares más importantes las conseguían comandantes o generales a su control, como Agripa. Costaba admirarle, lo que pasa es que nadie podía decir nada. En cambio, Julio César logró cosas muy sorprendentes y, claro, despertó enseguida una mayor admiración.
¿El uso de la inteligencia artificial puede suponer una amenaza para la divulgación histórica?
Ya nos enfrentamos a ello en otros momentos cruciales, como por ejemplo la aparición de Internet o la aparición de la Wikipedia, donde de pronto los estudiantes podían copiarlo todo. Ahora lo que tienen que hacer para obtener información es pedírselo a una máquina y la máquina les produce el texto. Los procesos de evaluación del aprendizaje van a tener que cambiar mucho. Y los periodistas o los escritores tenemos que ver si podemos incorporarlo como herramienta, sin desnortar el objetivo que persigue un artículo periodístico o una novela, que suelen ser textos subjetivos. Pero esa subjetividad en sí misma se entiende como un valor humano, ¿no? Incluida la novela histórica o la divulgación histórica, que suponemos más objetivas por su carácter factual. Los programas de inteligencia artificial eliminan esa subjetividad y, con ella, están eliminando un valor intrínseco de la obra, ligada a la persona que la ha creado. John Grisham y George R.R. Martin, junto con otros muchos escritores norteamericanos, ya han denunciado a Open AI porque se niegan a que estos programas tengan en sus bases de datos sus novelas, y a que ese conocimiento que no ha pagado la empresa se utilice para generar nuevos textos de forma automática. Ahí hay un debate legal muy complejo que veremos cómo se resuelve en los próximos años.
Hace unos días se anunció el descubrimiento de una ciudad antigua construida por los romanos en el siglo II d.C. cerca de Rabat, en el sitio arqueológico de Chellah. ¿Desconocemos más de lo que conocemos sobre los asentamientos romanos?
Hay mucho todavía por conocer. Ten en cuenta que hay muchos asentamientos romanos que probablemente están ocultos porque hay ciudades encima, y entonces es particularmente complejo el poder ver qué es lo que hay debajo, ¿no? Esto pasa en ciudades como Mérida o Sagunto, que en cuanto hacen cualquier excavación salen cosas nuevas a la luz, pero seguro que debajo de París o de Londres también hay restos romanos. Podría haber emplazamientos de ciudades y villas tardorromanas en los lugares más remotos, todavía hay muchas cosas por descubrir. Y eso es fantástico porque es una fuente inagotable de conocimiento del pasado y también de inspiración literaria.