News Press Service
Banco Mundial
DINA ABU-GHAIDAKARISHMA SILVAXAVIER DEVICTOR
Alrededor de la mitad de los 35 millones de refugiados en todo el mundo son niños; han huido de los conflictos, la violencia y la persecución, y están pasando sus años de formación en el exilio, a menudo en circunstancias empañadas por restricciones legales y discriminación, pobreza, trauma e incertidumbre.
Impartir educación a estos niños, y especialmente en el sistema educativo del país anfitrión, es fundamental para garantizar que puedan desarrollar su potencial y aprovechar las oportunidades más adelante en la vida. Esto se debe a que la situación de los refugiados tiende a durar muchos años o, con frecuencia, décadas.
Una brecha a corto plazo en la educación tiene consecuencias duraderas, como todos fuimos testigos durante la pandemia de COVID-19. La pérdida de varios años de escolaridad, o incluso de la escolarización completa, condena a los niños refugiados a una vida de pobreza y falta de dignidad.
Además, proporcionar educación a los niños refugiados también redunda en beneficios para los países receptores. De esta manera, se evita la marginación y los males sociales que esta conlleva, y se posibilita la contribución económica y la autosuficiencia de los refugiados, y se reducen los costos que supone albergarlos, y se facilita el eventual retorno a sus países de origen.
Asimismo, es de suma importancia para estos últimos países. Tomemos como ejemplo Sudán del Sur: desde su independencia en 2011, el país ha atravesado constantes ciclos de conflicto y violencia.
Su futuro depende en gran parte de las decisiones que tomará la nueva generación. Una gran parte de los jóvenes de Sudán del Sur son refugiados hoy en día: su educación es una inversión para el futuro del país.
Cuando se les da la oportunidad de ir a la escuela, los niños refugiados suelen tener un desempeño particularmente bueno, en promedio. Esto se debe a que ellos y sus padres han aprendido por las malas que lo único que no se les puede quitar es la educación.
En 1945, las fronteras de Polonia fueron redefinidas. A las personas que resultaron desplazadas por la fuerza como consecuencia de dicha medida les fue mejor en la escuela que a sus compatriotas, y también a sus hijos y nietos. Estos son recursos bien gastados.
¿Cuál es la mejor manera de hacerlo?
Está surgiendo un consenso de que el enfoque predominante desde hace mucho tiempo de crear sistemas escolares paralelos, financiados en gran medida por los donantes con cargo a presupuestos humanitarios, es erróneo.
En lugar de ello, incluir a los refugiados en los sistemas educativos nacionales es más barato, más sostenible y más favorable para reducir las tensiones entre los refugiados y las comunidades de acogida. En ciertas situaciones, la inclusión no es posible, y los sistemas paralelos pueden ser la única opción, pero estas deben ser la excepción y no la regla.
De hecho, los países de ingreso alto ya están incorporando en sus sistemas nacionales de educación a refugiados que se encuentran en sus territorios porque saben que ello les conviene, y también lo están haciendo los países de ingreso mediano alto.
Asimismo, varios países con niveles de ingreso mucho más bajos están aplicando un enfoque similar, aunque parcialmente, y han manifestado que están dispuestos a hacer más si se les proporciona el financiamiento necesario, como fondos para ampliar las escuelas, fortalecer la fuerza docente o agregar clases de idiomas. Ayudarlos para que lo consigan sería un gran avance.
Junto con ACNUR, el Banco Mundial ha trabajado con un grupo de países —receptores de refugiados y donantes— para evaluar los costos de incorporar a los niños refugiados en los sistemas educativos nacionales2 .
La forma de hacerlo es sencilla. Para el país X, se considera el presupuesto nacional de educación y el número de niños (nacionales) escolarizados; se utilizan estos datos para calcular el costo por niño. Se añade un 20 % para los niños refugiados que van a la escuela primaria, y un 35 % para los niños refugiados que asisten a la escuela secundaria.
Este porcentaje se basa en la experiencia de los costos adicionales asociados con el aprendizaje del idioma, el apoyo escolar, y otros en los diferentes niveles de educación.