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Por Elías Prieto Rojas
La poderosa palabra. Alguna vez timbré para ingresar a un colegio. Al abrirme la puerta, el portero de turno me saludó cortésmente y luego procedió a hurgar en mi maletín. Al principio y mientras cumplía con su tarea, me preguntó sobre lo que había dentro. Le respondí que llevaba una bomba atómica. Levantó su vista y sonrió. Le aclaré que eran libros. Siga –me dijo…
Nunca, la palabra dejará de ejercer presión para que los individuos podamos convencer, porque en cualquier circunstancia la palabra es peligrosa: orienta, educa, divierte, informa, y mientras sepamos utilizarlas, ellas –las palabras- serán explosivas como las granadas; sólo que si las convertirnos en calumnia, o para el chismorreo, o la crítica destructiva, serán letales; peligrosas, como una puñalada en el lado izquierdo del tórax.
Es la palabra el canto supremo; en la Biblia se dice: “Al principio fue el verbo”… en la boca de un político sirve para hacer presidentes, aunque y si promete y no cumple, se quema, y entonces como cualquier pollo asado termina devorado al ser pura falsedad; porque el ave si se devora.
En la pluma de un periodista, la mentira puede significar cárcel. Porque, además lo pueden acusar por injuria y calumnia. Y atentar contra el honor, o la honra de una persona, es grave. Por estos días alguien dijo que como a un abogado se le sanciona quitándole su tarjeta profesional, y también a un médico, es claro que un periodista mentiroso, porque la credibilidad es su mayor capital, debe ser también sancionado: que no informe ni se dirija a ninguna audiencia, llámese como se llame, por un tiempo prudencial.
Eran otros tiempos cuando la palabra significaba una escritura. La palabra se respetaba, la misma con la cual nuestros abuelos y padres hicieron negocios. Y es la misma con la cual responde un gallero. Hagan sus apuestas señores que si el gallo suyo destroza al mío, su plata se le consigna, o se le entrega en efectivo, porque mi palabra vale…
Octavio Paz, premio nobel de literatura escribió algo así como que a las benditas palabras las torturaba, las exprimía, les sacaba hasta el tuétano para que produjeran los mejores versos y por eso debemos, cada uno de nosotros, tener cuidado con ellas porque también alguien dijo que las palabras terminan materializándose.
Ahora que estamos a punto de iniciar un nuevo año, es clave que como meta, o ideal, mejor, aprendamos a utilizar las palabras… Hablar sólo lo necesario y cumplir con lo prometido. Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
Y también la Biblia nos recuerda que “quien domina la lengua es sabio”.
Intentar una vez más que nuestros hijos y cada uno de nosotros, porque también es válido proponérselo: procure indagar, reflexionar y aplicar sobre algunas opciones.
Cuatro recomendaciones para el 2021.
Hable, escriba, escuche y lea: bien.
Y entonces sabremos que la lectura y la escritura son el alimento, la ambrosía de los dioses.
Feliz año, para todos.
Diciembre 25 de 2020.